21 septiembre 2018

La misa del Domingo 23 de septiembre

NO ACABAMOS DE ENTENDER
DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO -B
Sabiduría 2,12.17-20; Santiago 3,16-4,3 y Marcos 9,30-37
OBSERVACIONES PREVIAS
  • ¿Y tú quién dices que soy yo? La respuesta conlleva ya un estilo y una forma de vivir que delata nuestra actitud ante Jesús.
  • No basta creer en Dios hay que aceptarlo como es. No un Dios a mi medida o a la medida de mis caprichos.
  • “Conservar el depósito de la fe”. Nosotros tenemos muy poco que conservar. No tanto ‘conservar’ cuanto proclamar con la vida que Jesús es el Señor.
PARA REFLEXIONAR
Disquisiciones improductivas
“¿Qué veníais discutiendo por el camino?” Y los apóstoles no quisieron responder, porque venían tratando de quien sería el jefe en ese reino del que Jesús hablaba. Y es que el Señor tiene una manera peculiar de catalogar a las personas: no se fija en los hombres influyentes, en los que manejan el dinero, en los que hablan con palabras precisas y estudiadas… El Señor se fija en el trabajador que acumula horas para sacar adelante a su familia, en la mujer que limpia las escaleras pensando en sus hijos, en el hombre que con su furgoneta recoger deshechos para sacar adelante a los suyos. ¡Rostros anónimos, desconocidos, del montón…, pero no para Dios!
Nuevas aclaraciones
“Quien quiera ser el primero que se haga servidor de todos”. El Señor nos muestra que su reino está constituido por hombres y mujeres que en silencio pasan ayudando a la gente, que, olvidados de sí mismos, no pueden vivir tranquilos con los problemas de sus hermanos. Hombres y mujeres que han comprendido que desde que Dios se ha hecho hombre, es ridículo querer sobresalir, como no sea sirviendo, tal como hace Dios.
“Puso a un niño en medio, y lo abrazó”. Jesús, abrazado a aquel niño, parece decirnos que no está mal que discutamos sobre quién es el mayor en el reino de los Cielos, no para atribuirnos a nosotros mismos esa importancia, sino para que se la demos a los que el Señor considera importantes.
Importantes en el Reino
Nosotros, a veces, vamos por el mundo mostrando como aval nuestras tarjetas de visita, nuestros títulos… El Señor nos dice que hay muchos en su reino que no tienen tarjeta de visita y que muchos de estos pequeños, cuando se acercan a nosotros, traen en su mano la tarjeta de visita del mismo Dios. Su visita es la visita de Dios, porque el Señor se identifica con él… Sentémonos junto a Jesús y aprendamos a reconocer a los verdaderamente importantes en el Reino de los cielos.
PARA COMPROMETERSE
  • ¿Cuáles son nuestros temas de discusión? ¿De qué hablamos? ¿Qué suele ser aquello a lo que damos el máximo valor? No tengamos miedo a hablar de lo que es realmente importante. “Hablamos de lo que llevamos en el corazón”.
  • Un principio de oro que anida en nuestro corazón y que tenemos que experimentar: solo se es feliz haciendo felices a los demás…
  • Los importantes no son los que aparecen en la pantalla, sino los que están detrás de la cámara… Aunque parezca increíble y un tanto revolucionario: ¡Una subversión total de los valores de nuestro mundo!
PARA REZAR
EN BRAZOS DEL PADRE DIOS
Señor, es bueno proclamar, de corazón, tu lealtad
y reconocer que, gracias a ti, mi vida tiene sentido.
Es bueno decir que tus acciones, Señor, son mi alegría
y que las obras de tus manos son una fiesta para mí.
Ahora que estamos comenzando, un nuevo curso,
una nueva etapa de la vida
en la que nos llamas a compartir ilusiones, retos y dificultades..,
te doy gracias con sinceridad

por el maravilloso don de la vida de todos y cada uno de nosotros.
Te doy gracias, Señor, por las posibilidades que me proporcionas cada día; por las capacidades que has puesto en esta comunidad de hermanos
para hacernos mutuamente más grata y feliz la existencia.
Y, aunque a veces te sienta lejano,
yo sé que estás ahí, llenándolo todo,
impregnándolo todo con tu presencia silenciosa.
Por eso, Señor, no me cuesta reconocer
que tus obras son maravillosas,
que tus designios son profundos y misteriosos,
que tus proyectos son los apropiados para el que te busca,
que me necesitas, que nos necesitas,
para cambiar este mundo que entre todos estamos estropeando.
¡Cuánto te agradezco, Señor,
que sigas creyendo en el ser humano, en todos y cada uno de nosotros:
últimos y pobres ante el mundo,
pero con la intuición de que tú nos quieres como se quiere a un hijo; los primeros a la hora de servir y ayudar,
aun a riesgo de no ser reconocidos humanamente!
Quiero ser como un niño en tu regazo de Madre
y sentirme siempre protegido por tu mano.
¡Gracias, Padre, porque me acoges y amas de corazón!
Isidro Lozano

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario