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21 octubre 2015

Domingo 25 octubre: Recursos (Domingo XXIX de Tiempo Ordinario)



LOS CRISTIANOS HOY DEBEMOS APRENDER A… VER MÁS ALLÁ
SENTIDO DEL APRENDIZAJE
Tendemos a ser miopes, cegatos, y no ver otra cosa que lo inmediato. Hay muchos ciegos Bartimeo en el mundo que no ven “más allá de sus narices”. Unos, porque no pasan de las primeras capas de la superficialidad y nunca entraron ni entran en la profundidad de su interior. Viven en la pura exterioridad de la vida. Otros, porque no saben ver más que las cosas que pasan por delante de sus ojos sin comprender “los signos de los tiempos” que nos interpelan y nos sacuden para despertar del sueño. Y otros porque su corazón está encerrado en las cuatro paredes de su familia, de casa, de su país o de su continente. Para muchos de nosotros, los únicos problemas que existen son los nuestros, los de aquí: “nuestros” pobres, “nuestros” desahuciados, “nuestros” recortes, “nuestros” parados, “nuestros” derechos sociales echados a perder… Todos ellos son problemas, auténticos problemas. Pero hay más allá. Mientras nosotros lloramos por nuestras injusticias, hay millones de personas que para ellos las quisieran… Y las buscan, dramática y a veces trágicamente: Lampedusa, El Tarajal, Siria, etc. Necesitamos abrir el corazón y que se nos abran los ojos para ver más allá de nuestros problemas y ensanchar los brazos para abrazar –y llorar por- el mundo entero.
TEXTO
1. Ciegos de nosotros mismos
El hombre –nos ha dicho Heidegger- se define por su dimensión “ek-stática”, por su vivir a la luz del ser. Es en la verdad del ser donde se esclarece el sentido de su existencia, es en la luz del ser donde su vida se hace transparente. Pero los hombres vivimos en un mundo donde, a veces, nos sentimos aturdidos por ruidos que nos vuelven sordos ante la llamada del ser y hacemos camino desde luces deslumbrantes que desorientan nuestros pasos. Y, aunque creemos conocer todos los caminos, a veces damos la sensación de andar perdidos, deambulando sin rumbo en este desierto cultural posmoderno donde la vida se nos reseca porque hasta los oasis son simulados. Hemos puesto sordina a la voz del ser que nos convoca y hemos callado las preguntas por el sentido. Nuestra razón sólo hace vuelos rasantes por encima de las azoteas y renunciamos a la curiosidad que no pase por las revistas del corazón o los programas rosa de la telebasura cotidiana. Los temas de la genuina reflexión filosófica no tienen sitio en nuestra lista de los cuarenta principales. Nos cuesta encontrar los caminos y las metas, las luces y los horizontes, los rostros y las presencias, las palabras y el verdadero nombre de las cosas.

Hemos permitido que se nos murieran las ascuas de nuestra lumbre interior, sustituidas por las luces de neón encendidas por la publicidad. Somos los esclavos satisfechos del sistema, críticos de palabra pero consentidores con la estrategia de la seducción de la sociedad de consumo, que protestamos si falta el panem et circenses, pero no nos ponemos en pie si tarda en venir la primavera o si no tenemos estrellas que iluminen nuestros pasos en la noche. Nos sentimos a gusto transitando en una cultura de las luces cortas, de los caminos cortos, del corto plazo que nos enferma de falta de sentido. Vivimos atentos a todos los ruidos exteriores, pero somos sordos a los susurros de nuestra vida interior, sin mucho interés por escuchar las palabras con que nos habla nuestra vida; estamos pendientes de todas las movidas de la calle, pero sin saber qué se mueve realmente en lo más profundo de nuestro ser.
Y todo se nos queda a media luz, en un profundo crepúsculo interior, como en la canción. Y, sombra a sombra, se van difuminando los perfiles de nuestro rostro humano más verdadero, hemos echado las cortinas a la luz del ser y nuestra existencia en la casa del mundo se ha hecho borrosa.
Jesús María Prieto Manzanal
2. Más allá de nuestros pequeños horizontes
«Si lo que los filósofos dicen del parentesco de Dios y de los hombres es exacto, ¿qué ha de hacer el hombre, sino repetir las palabras de Sócrates cuando se le preguntaba de qué país era? Jamás decía que era de Atenas o de Corinto, sino que era del mundo. ¿Por qué decir, en efecto, que eres de Atenas, y no más bien de ese rinconcito de la ciudad en que tu pobre cuerpo vio la luz? ¿No está claro que tu nombre de ateniense o de corintio lo tienes de un lugar más amplio que abarca no sólo ese rincón, sino tu casa entera, y en general todo el espacio en que han sido engendrados tus antepasados hasta ti? Así pues, aquel que tiene conciencia del gobierno del mundo, que sabe que la más grande, la más importante, la más vasta de las familias es el conjunto de los hombres de Dios, que Dios ha puesto sus semillas no sólo en mi padre y en mi abuelo, sino en todo lo que es engendrado y crece sobre la tierra, y principalmente en los seres racionales, porque, en relación con Dios por la razón, son los únicos aptos para participar en una vida común con él, ¿por qué no diría tal hombre: “Soy del mundo, soy hijo de Dios”? ¿Por qué habría de temer cualquier cosa de las que suceden entre los hombres? Basta ser pariente de César o de un personaje poderoso de Roma para vivir en toda seguridad, respetado y sin nada que temer; y el hecho de tener a Dios por creador y por padre y por protector, ¿no ha de sustraemos de la aflicción y del temor?
Epicteto, “Diálogos” (Grecia, s. I)
Qué dirán los dioses si detenemos nuestros pasos
o creemos que es posible contentarse con lo poco que hemos avanzado.
Nos dirán: ¡miserable el desdichado, desprovisto de la humildad del constante empezar! ¡Ay del que no tiene más mañana que el hoy y no cobra nuevo aliento para cruzar más lejos! Más lejos, tenéis que ir más lejos de los árboles caídos que ahora os aprisionan.
Y cuando lo hayáis conseguido, tened presente no deteneros.
Más lejos, id siempre más lejos del presente que ahora os encadena.
Y cuando os sintáis liberados, emprended otra vez nuevos caminos.
Más lejos, más lejos del mañana que ya se está acercando.
Y cuando creáis haber llegado, sabed encontrar nuevas sendas
(Lluís llach)
UNA CANCIÓN
“¿De qué color es la piel de Dios?” (Grupo “¡Viva la gente!”)https://www.youtube.com/watch?v=tNf-CzpJlP4
https://www.youtube.com/watch?v=oF22Av34Q-w

“Buenas noches”, dije a mi hermano pequeño
cuando cansado se acostó.
Entonces me dijo con clara voz:
“Papá, ¿de qué color es la piel de Dios?”
¿De qué color es la piel de Dios?
¿De qué color es la piel de Dios?
Dije: “negra, amarilla, roja y blanca es.
Todos son iguales a los ojos de Dios”
Con grandes ojos me miró
y asombrado preguntó:
“¿por qué luchar a causa del color
si somos iguales ante el Señor?
“Hijo, eso es parte de un pasado infeliz,
pero eso llegará a su fin.
Debemos aprender para el porvenir
todos como hijos en Dios vivir.
Dios nos ha dado la oportunidad
de crear un mundo de fraternidad.
Las diferentes razas han de trabajar
unidas con fuerza de mar a mar.

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