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20 octubre 2015

Domingo 25 octubre: Para la homilía

Este milagro que se nos relata conlleva una carga de significado muy importante. Primeramente está relatado por tres evangelistas. Además, es el último milagro de Jesús en su camino a Jerusalén, es decir a su Pasión.
Ya desde la primera lectura de Jeremías se nos anuncia la vuelta del Exilio del pueblo de Israel: la vuelta al buen camino de los ciegos, cojos, mujeres encinta… vuelta hacia su dignidad. Esta lectura amplía el evangelio a todos los hombres y mujeres que están al borde del camino o en las riberas del Mediterráneo en espera de una ocasión de mejor vida pero peligrosa.
La segunda lectura corrobora esta universalidad con ese personaje misterioso, Melquisedek. No conocemos ni su origen, ni su padre ni su padre, y nos viene mejor para nuestra comprensión del mensaje. Porque amplía el mensaje de Dios a todas las tribus, pueblos y naciones. Por él, toda la Humanidad está asociada al proyecto único de Dios, de una sola familia.
Volvamos al evangelio de hoy, tan importante. Estamos en presencia del ciego Bartimeo, cuya vida no puede ser más que tinieblas. Y por si esto fuera poco, el hombre está al borde del camino, fuera de circuito. Y por si fuera poco, está enrollado, atado, en su manto. Es importante tomar conciencia de estos detalles.

Sin embargo, incluso si no ve a Jesús, pero sí oye su presencia. Y por eso puede dirigirle esta oración, una oración llena de FE, que sería también la nuestra: “¡Jesús, Hijo de David, compadécete de mí!”. Sí, conmuévete ante mi situación.
Finalmente, gracias a oración llena de Fe, va a ser curado; deshace las ataduras de su manto; y al instante se pone en camino con Jesús; ¡sigue a Jesús hacia la Pasión!
Concluyendo, estamos ante una situación ejemplar para nuestras vidas. Como Bartimeo, todos nosotros tenemos deficiencias en nuestra visión de Dios cuya imagen la conocemos gracias a la manera de compadecer, padecer a la manera de Jesús con los enfermos, el emigrante el enfermo… ¿Estoy ajustando cada día con más fineza mi visión a la de Jesús? Y para terminar, ¿cómo voy a ir ajustando mis pasos en el seguimiento de Jesús, que sube a Jerusalén donde va a partir su cuerpo y derramar su sangre por mí y por toda la Humanidad?
Mikel Larburu Echániz

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