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21 octubre 2015

Domingo 25 octubre: Moniciones



MONICIÓN DE ENTRADA

Recibid, hermanos y hermanos, nuestra más cordial bienvenida a nuestra Eucaristía dominical. El Domingo XXX del Tiempo Ordinario nos ofrece grandes enseñanzas. Escucharemos el Evangelio de Marcos y asistiremos a la curación del ciego Bartimeo. Postergado, marginado, al borde del camino, Bartimeo poco espera de la vida. Pero oye que viene Jesús de Nazaret y entiende que el Señor es su gran esperanza. Grita y grita para que le lleven ante el Maestro. Es la cercanía de Jesús lo que le abre los ojos a una nueva vida. Todos somos un poco ciegos. Todos necesitamos que Jesús nos abra a los ojos a la alegría y a la esperanza. Y pidamos también al Señor Jesús que acreciente nuestra fe y la de los hermanos, sobre todo de los más alejados. Hoy también la Iglesia termina su Asamblea de Obispos en Roma. El Sínodo de la Familia es una gran ocasión de la Iglesia Orante y Universal. Que esta nuestra Eucaristía sirva de plegaria ante los frutos de tan importante ocasión para todos los cristianos.



MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS

1.- El Señor es nuestra alegría. Eso lo sabemos todos. Y ello se encarga de certificarlo Jeremías, quien en el capítulo 31 de su Libro, nos profetiza que el Señor un día nos guiará a todos al lugar del consuelo de la felicidad. Este fragmento del Libro de Jeremías es nuestra primera lectura de hoy que, además, dice textualmente que “a ciegos y cojos los guiaré entre consuelos” y se relaciona como siempre con el Evangelio.

S.- El Salmo 125 es otro de los muchos cantos para festejar la vuelta de Babilonia. Es un salmo de subida, de los que se utilizaban en las peregrinaciones a Jerusalén. Parece, según muchos exegetas, un resumen lírico del Libro de Nehemías. Para nosotros hoy es un canto de gozo y fidelidad para los favores que Dios nos hace todos los días.




2.- Seguimos leyendo, en el espacio de la segunda lectura, la Carta a los Hebreos. Y el autor de tan importante epístola sigue desgranando una preciosa cristología constituyendo a Cristo como Sumo Sacerdote sin pecado, y supremo intercesor nuestro ante el Padre. La comparación con Melquisedec es oportuna, sobre todo en los tiempos de Jesús. Melquisedec era el sacerdote puro y misterioso, sin origen, ni fin, que recibió el diezmo de Abraham.

3.- “¿Qué quieres que haga por ti?” Esa pregunta de Jesús querríamos escucharla todos nosotros alguna vez. Forma parte del fragmento del Evangelio de Marcos que vamos a escuchar a continuación. La escena del ciego, a la entrada de la ciudad de Jericó es una de las más emocionantes de todo el Evangelio. Y hoy, aquí y ahora, deberíamos de reconocer que todos somos ciegos que buscamos a Jesús de Nazaret.



Lectura de Postcomunión

MONICIÓN

El sacerdote navarro, don Javier Leoz, nos ofrece esta plegaria para los momentos finales de nuestra Eucaristía. Escuchemos:



¡SEÑOR…QUE PUEDA VER!

Es el mundo quien al borde  del camino

necesita una palabra de  aliento

Es la humanidad arrogante y  hedonista pero vacía

Es el ser humano que quiere 

y no puede dirigirse en la  dirección adecuada

Es la tierra que en un afán  de verlo 

y entenderlo todo se niega a  la visión de Dios

Es el grito de aquellos que  queremos estrenar 

“gafas nuevas” para andar  por caminos nuevos sin miedo a caernos.

Exhortación de despedida

Salgamos felices del templo. Salgamos como Bartimeo con buena vista y alegría en el corazón. Es lo que nos da Jesús a pesar de las crecientes dificultades de nuestro tiempo: alegría y paz.

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