17 febrero 2017

Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial

Señor Jesús, veo que lo que Tú nos ofreces como meta
a la que hemos de dirigirnos, como objetivo a conseguir es: parecernos a Dios Padre.
Y esto aplicado a todos
los ámbitos de la vida humana: Parecernos a Dios Padre.
Así por ejemplo, como Dios hace salir el sol sobre buenos y malos así nosotros hemos de tratar de ser buenos con todos.
Sencillamente porque Dios actúa de esta forma. Y punto.
Ese es el último razonamiento. Porque Dios obra
de una determinada manera así y también yo he de tratar de actuar de forma parecida
a la de Dios.

Es la manera de ser de Dios Padre la que Jesús tiene en mente, para proponérnosla
como punto de referencia, como propuesta para ofrecérnosla a imitar, a hacerla realidad
en cada uno de nosotros.
No quiere Jesús que nos miremos entre nosotros para copiarnos, para compararnos sino que lo que pretende es que cada uno tratemos de mirar a Dios e imitarle.
Esa es la última razón que Él encuentra para convencernos y defender su propuesta, para invitarnos a ciertos comportamientos que a nivel humano nos pueden parecer muy complicados y a lo mejor
incluso imposibles de alcanzar para el ser humano.
Tú, Señor Jesús,
veo que te centras sobre todo en las relaciones entre
las personas, que a la hora de la verdad ocupan la mayor parte de nuestra vida y que son motivo de que la convivencia adquiera un cariz u otro.
Si las relaciones
entre las personas son buenas hay felicidad, hay paz,
hay alegría etc.
Por el contrario si las relaciones entre las personas
son desastrosas todo va mal.
Señor Jesús,
gracias por tus orientaciones que me son ahora y siempre muy válidas.
Gracias de tantas personas que hacen lo que Tú, Señor Jesús, nos propones.
Por último, Señor Jesús, perdón, porque muchas veces no tengo en cuenta
tus orientaciones.
Perdón también
por todas las personas
que esto que Tú nos dices hoy no lo tienen en cuenta.

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