03 diciembre 2016

Comentario al Evangelio de hoy, 3 diciembre

¡Buenos días, amigos!
Casi sin darnos cuenta vamos avanzando en el camino del Adviento. Es el Señor que viene a salvarnos. El Profeta Isaías  con un tono esperanzador en sus palabras se dirige al pueblo y le dice: “no tendrás que llorar, el Señor se apiadará de ti al oír tu gemido: apenas te oiga, te responderá”. Pero hay que limpiar el corazón de todos los ídolos que no permiten a Dios ser el único Señor de tu vida. “Si te desvías a la derecha o a la izquierda,  tus oídos oirán una palabra a tus espaldas que te dice: “Éste es el camino, camina por él”, no te dejes engañar apartándote de tu Salvador.
La oración del salmo nos ayuda a confiar sin desanimarnos  en el amor de nuestro Padre Dios porque: “Él sana los corazones destrozados,  venda sus heridas. El Señor sostiene a los humildes,  humilla hasta el polvo a los soberbios”.

El evangelio abre nuestra mente y nuestro corazón a un horizonte cada vez más universal. Los destinatarios de la misericordia de Jesús son los marginados por la sociedad, especialmente por los grupos dirigentes y religiosos: el ancho mundo de los maltratados y abatidos, esos hombres y mujeres de todos los tiempos ante los que Jesús siente una compasión que le conmueve las entrañas. Aquí entran los niños, despreciados y apenas tenidos en cuenta; también la mujer, ser humano considerado de segunda clase para el pueblo judío de entonces y para tantos otros pueblos y culturas de entonces y de hoy. Ellos son los pequeños que los servidores en la comunidad eclesial deben privilegiar.
En la opción preferencial por el pobre es donde la Iglesia se juega la credibilidad de su misión, como insistentemente nos está enseñando el Papa Francisco. El Jubileo de la Misericordia que hemos celebrado a lo largo del año pone al descubierto los campos que están esperando evangelizadores de verdad. 
Pero una Iglesia misionera pobre y comprometida con los pobres está necesariamente abocada, incluso dentro de la propia comunidad cristiana, a encontrar oposición y a ser perseguida, porque exige la eliminación de todas las barreras que discriminan, explotan y oprimen.
Para comprender mejor el mensaje del evangelio de hoy nos sirve contemplar al más grande Misionero que ha tenido la Iglesia Católica a lo largo de los siglos: San Francisco Javier.  El sintió resonar en su alma las palabras de Jesús: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies…»   Puedes leer su vida en el siguiente enlace:  

Su ejemplo permanece. Hacen falta seguidores. Hasta el día de hoy Asia sigue siendo el continente más poblado de la tierra y el menos evangelizado. La oración del Adviento “Ven, Señor Jesús”  resuena en este continente inmenso esperando misioneros como Javier.
Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero claretiano

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