¡Sé bienvenido, Señor!
Señor, al iniciar este nuevo curso
nos reunimos (padres, profesores, alumnos…) en torno a Ti.
Y, convencidos de que Tú te encuentras a nuestro lado,
alzamos nuestras voces y unimos nuestros corazones:
Maestro bueno, dota a nuestra escuela de tus ojos:
que tu mirada ilumine y guíe nuestro caminar
para que nadie se sienta perdido o solo,
para que todos te veamos en cada persona y acontecimiento
Maestro fiel, dota a nuestra escuela de tus pies:
que tu paso entre nosotros deje una huella imborrable,
para que nadie coja atajos equivocados,
para que todos te descubramos caminando a nuestro lado.
Maestro servicial, dota a nuestra escuela de tus brazos:
que tu regazo sea nuestro rincón favorito,
para que nadie se sienta sin matricular,
para que todos te reconozcamos en las caricias de nuestros hermanos.
Maestro amigo, dota a nuestra escuela de tu corazón:
que tu palpitar marque nuestro horario escolar y extraescolar,
para que nadie “haga novillos” y se aleje de Ti,
para que todos te sintamos presente en nuestras vidas.
Que las Matemáticas, la Lengua o el Inglés nos hablen de Ti,
que por los pasillos o por el patio nos encontremos contigo,
que tu pupitre quede a escasos centímetros del nuestro
y que, al pasar lista, escuchemos todos los días tu nombre.
Señor, al comenzar este nuevo curso,
todos, desde el director hasta el alumno más pequeño,
alzamos nuestras voces y abrimos nuestro corazón:
¡Sé bienvenido a tu casa, a tu cole, a tu familia!
J. M. de Palazuelo
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