29 septiembre 2016

Domingo 2 de octubre: Homilías


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1.- VIVIR SIEMPRE EN CONFORMIDAD CON LO QUE CREEMOS

Por Antonio García-Moreno

1.- COMO A UN AMIGO.- ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?... El profeta Habacuc profiere sus quejas ante el Señor, recurre a él con la misma confianza con que se recurre a un amigo, un buen amigo que además lo puede solucionar todo.

¡Cuándo aprenderemos a recurrir a Jesús del mismo modo! A Jesús que no dudó un momento en dar su vida por nosotros. A Jesús que es el Primogénito del Padre Eterno, el Creador de cielos y tierra, el Supremo Juez de todos los hombres... Enséñanos a orar, te dijeron un día tus discípulos. Ahora también nosotros te lo decimos. Enséñanos a orar, a tratarte con una gran confianza, enséñanos a levantar nuestros ojos hasta los tuyos, engarzar nuestras miradas, la tuya con la nuestra, cuando se nos cargue el corazón de sombras y de lágrimas.

Dios responde al profeta, como responde siempre al que recurre confiadamente a la fuerza de su amor. Todo esto que sucede ahora tiene su final. Entonces se verá todo con claridad, entonces se explicarán muchas cosas que ahora aparecen como absurdas y hasta contradictorias.


El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá de la fe. Aquí está la solución de las penas y pesares del profeta Habacuc. Y aquí está el consuelo para nuestras preocupaciones y nuestras fatigas: en la fe; esa virtud que nos hace ver la vida de una forma distinta a como aparece a primera vista; la fe es una luz que nos hace sonreír ante la dificultad, que nos da la paz y la calma en medio del dolor y el sufrimiento. Sí, el justo vive de la fe. Vive, aunque parezca morir. Vive, sí, y vive una vida distinta de la meramente animal. Su vida es la vida misma de Dios.

2.- AUMÉNTANOS LA FE.- Auméntanos la fe, dicen los Apóstoles al Señor. Es una súplica que recuerda la de otro personaje evangélico que ansía la curación de un ser querido y, al sentirse sin la fe suficiente, exclama: "Señor, yo creo, pero ven en ayuda de mi falta fe". Se desprende de todo esto que la fe es, sobre todo, un don de Dios que hay que pedir con humildad y constancia, confiando en su poder y en su bondad sin límites. Por eso, la primera consecuencia que hemos de sacar del pasaje evangélico que consideramos es la de acudir con frecuencia a Dios nuestro Señor, para pedirle, para suplicarle con toda el alma que nos aumente la fe, que nos haga vivir de fe.

Es tan importante la fe, que sin ella no podemos salvarnos. Lo primero que se pregunta al neófito, que pretende ser recibido en el seno de la Iglesia, es si cree en Dios, Uno y Trino… El Señor llega a decir que quien cree en él tiene ya la vida eterna y no morirá jamás. San Juan dice en su Evangelio que cuanto ha escrito no tiene otra finalidad que ésta: que sus lectores crean en Jesucristo y, creyendo en él, tengan vida eterna. San Pablo también insistirá en la necesidad de la fe para ser justificados, y así nos dice que mediante la fe tenemos acceso a la gracia.

En contra de lo que algunos pensaron, y piensan, la fe de que nos hablan los autores inspirados es una fe viva, una fe auténtica, refrendada por una conducta consecuente. Santiago en su carta dirá que una fe sin obras es una fe muerta. El mismo san Pablo habla también de la fe que se manifiesta en las obras de caridad, en el amor verdadero que se conoce por las obras, no por las palabras. Podríamos decir que tan importantes son las obras para la fe, que cuando no obra como se piensa, se acaba pensando cómo se obra. En efecto, si no actuamos de acuerdo con esa fe terminamos perdiéndola. De hecho lo que más corroe la fe es una vida depravada. Por eso dijo Jesús que los limpios de corazón verán a Dios, porque es casi imposible creer en él y no vivir de acuerdo con esa fe.

La fe, a pesar de ser un don gratuito, es también una virtud que hemos de fomentar y de custodiar. El Señor que nos ha creado sin nuestro consentimiento, no quiere salvarnos si nosotros no ponemos cuanto podamos de nuestra parte. De ahí que hayamos de procurar que nadie ni nada enturbie nuestra fe. Tengamos en cuenta que ese frente es el más atacado por nuestro enemigo. Hoy de forma particular se han desatado las fuerzas del mal para enfriar la fe. El Señor viene a decir que al final de los tiempos el ataque del Maligno será tan fuerte, que conseguirá enfriar la caridad de muchos. Formula, además, una pregunta que nos ha de hacer pensar y también temer. Cuando vuelva el Hijo del Hombre -nos dice-, ¿encontrará fe en el mundo?

A la petición de los Apóstoles responde el Señor hablándoles del poder de la fe, capaz de los más grandes prodigios. Con un modo hiperbólico subraya Jesús la importancia y el valor supremo de la fe. En efecto, quien cree es capaz de las más grandes hazañas, no temerá ni a la vida ni a la muerte, verá las cosas con una luz distinta, vivirá siempre sereno y esperanzado... Pidamos al Señor que nos aumente la fe, luchemos para mantenerla íntegra, para vivir siempre en conformidad con lo que creemos.

2.- LA FE EN JESUCRISTO SOSTIENE NUESTRA VIDA

Por José María Martín OSA

1.- El justo “vivirá por la fe”. Habacuc es un profeta que ha intuido la catástrofe final que va a venir sobre el reino del Sur por su alejamiento de Dios y la práctica de la injusticia. Por eso lanza al cielo esta primera llamada, este primer desgarrador "¿hasta cuándo?". El hombre interroga a Dios desde su desgracia, desde su propia limitación, buscando ansiosamente una respuesta. Solamente en la fe hay "solución" para los momentos extremos del acontecer humano. El que este pequeño oráculo haya de ser grabado en tablillas da a entender que es el corazón del libro, lo más esencial, lo que debe permanecer. En él se presume que va a encontrar una salida a su angustiosa situación existencial. El mismo testimonio quedará en pie para los que se hagan similares preguntas en tiempos posteriores. Se esboza aquí la figura del opresor que va a ser descrita en el resto del capítulo y que es motivo de cinco fuertes maldiciones por parte del profeta. Este verso antitético condensa toda la teología de la historia. Viendo lo inicuo del hombre impío, resalta más el que se apoya solamente en Dios. El justo “vivirá por la fe”. El hombre creyente experimenta una auténtica liberación interior cuando llega a saber que en la fe en Jesús tiene la clave de su propia historia y vida. La fidelidad a Dios sostiene y fortalece su vida.

2.- Dar testimonio de la fe. Pablo exhorta a Timoteo para que luche fielmente por el evangelio. La tarea de la evangelización es de por sí dura. Pablo sabe muy bien que es difícil predicar la fe en un ambiente hostil. Se pone como ejemplo del cristiano que ha comprendido esto hasta dejarse encarcelar por causa del mensaje. Esta clase de testimonios es la que ha mantenido la fe cristiana a lo largo de generaciones. La lucha que mantienen los entregados a la fe sostiene la debilidad de los que aún no son capaces de sufrir por el evangelio. Este es el apoyo sobre el que el creyente construye el edificio de su propia creencia: la fe. Con una visión así del mundo, no tiene inconveniente en emprender una auténtica acción evangelizadora.

3.- “¡Auméntanos la fe!” Los discípulos piden un "aumento de fe". Es llamativo y hasta consolador el que duden los discípulos, ya que, según Lucas, esto no les aparta del círculo íntimo de Jesús, ni tampoco, por ser discípulos, se ven preservados o dispensados de la lucha por la fe. Sobre el fondo de la incredulidad general, los discípulos también son conquistados por las tinieblas: no tienen la fe viva que descubriría en todo la presencia del Señor. En parecida situación se encuentra muchas veces el creyente de nuestros días. Compara la fe con un grano de mostaza: es la más pequeña de las semillas; pero luego llega a ser un gran arbusto. No es que Jesús busque una falsa humildad de sus amigos, haciéndoles ver que en el reino nadie tiene que considerarse indispensable, sino que por la gracia de Dios el creyente entra a formar parte del reino. No hay otros méritos que los de Cristo. Jesús recurre a las relaciones que mantiene un esclavo con su amo para enseñar a sus discípulos que la verdadera humildad descansa en el reconocimiento de nuestra total dependencia de Dios. Jesús no emite aquí ningún juicio moral sobre la esclavitud dominante en el mundo antiguo. Utiliza simplemente un ejemplo sacado del contexto socio-cultural de su época para ilustrar su enseñanza sobre la humildad del hombre delante de Dios. Es claro que los principios del Evangelio se oponen a toda dominación del hombre sobre el hombre. La tarea del cristiano es ser consecuente con la fe en Jesús que le capacita para la construcción del reino.

3.- TAMBIÉN LOS APÓSTOLES TUVIERON CRISIS DE FE

Por Gabriel González del Estal

1.- En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: auméntanos la fe. Cuando, con motivo de su canonización, muchos de nosotros hemos leído el libro de la madre Teresa de Calcuta: “Ven. Sé mi Luz”, hemos quedado, al mismo tiempo, sorprendidos y admirados. Sorprendidos porque no sabíamos que la madre Teresa había vivido los últimos cincuenta años de su vida sumergida en una profunda crisis de fe religiosa, y admirados porque, viviendo en una oscuridad religiosa total, había permanecido siempre fiel a su fe en Dios, tanto en su pensar como en su comportamiento diario. “En cuanto a mí, llega a decir, el silencio y el vacío es tan grande que miro y no veo, escucho y no oigo”. Dice que no siente la presencia de Dios “ni en su corazón ni en la eucaristía”. A pesar de todo, ella sigue convencida de que “Cristo está en todos los sitios. En nuestros corazones, en los pobres que conocemos, en la sonrisa que damos y recibimos”. Bien, pues en las lecturas de este domingo, en la primera se nos habla de la crisis de fe que sufrió el profeta Habacuc, y en el evangelio se nos habla de la crisis de fe que sufrieron los apóstoles. Que los apóstoles sufrieron crisis de fe es evidente, leyendo los evangelios. Después del prendimiento en el Huerto de los olivos, los apóstoles abandonan a Jesús y huyen amedrentados. Pedro, el valiente y fiel Pedro, llega negarle hasta tres veces. Quizá el testimonio más claro de la crisis de fe que sufrieron los apóstoles, después de la muerte de Cristo en la cruz, lo encontramos en la escena de los discípulos de Emaús, tal como nos lo cuenta san Lucas. En nuestra sociedad actual, hay una gran crisis de fe religiosa generalizada, sobre todo en las generaciones jóvenes. ¿Cómo debemos reaccionar los cristianos ante esta gran crisis de fe religiosa? Reconociendo que los cristianos no tenemos todas las respuestas a las grandes preguntas de nuestro tiempo, como nos ha dicho en más de una ocasión el Papa Francisco. Respondamos con un comportamiento digno y religioso, humilde y comprensivo, tratando de imitar, en nuestra relación con Dios y con el prójimo, no sólo a la madre Teresa, sino, siempre, al que para nosotros es la verdad, el camino y la vida, Jesús de Nazaret. Y digámosle con fe, humildad y esperanza: ¡Señor, auméntanos la fe!

2. ¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: “violencia”, sin que me salves? El profeta Habacuc observa la realidad que le rodea: el sufrimiento de la gente, la violencia sin límites, y no entiende el silencio de un Dios que se proclama como clemente y misericordioso. Es la eterna pregunta: ¿por qué Dios permite el mal en el mundo? No tenemos respuestas convincentes para los no creyentes, aunque es evidente, por otra parte, que el mal no lo hace Dios, sino que lo hacemos nosotros, los hombres. Nuestra única respuesta válida es luchar contra el mal con todas nuestras fuerzas. No se trata de entender el origen del mal, sino en combatirlo. Y mantener siempre firme y operativa nuestra fe en Dios, porque, como también nos dice el profeta Habacuc “el injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por la fe”.

3.- Querido hermano: reaviva el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio… Toma parte en los duros trabajos del evangelio, según la fuerza de Dios. Frente a todas las crisis de fe, estos consejos que da san Pablo a Timoteo nos vienen bien a todos nosotros: pidamos a Dios que nos dé un espíritu de energía, amor y buen juicio, predicando el evangelio de Jesús con todas las fuerzas que nos da el buen Dios, siendo siempre fieles a nuestra fe cristiana en pensamientos, palabras y obras.

4.- Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “no endurezcáis vuestro corazón”. Dios nos habla todos los días y en cada momento, a través de nuestra conciencia cristiana. Nuestra respuesta debe ser escuchar con fe y humildad la voz de Dios, dejando que el espíritu de Jesús nos inunde y nos gobierne. Porque “el Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía”. Comportémonos como hijos de Dios, dejémonos gobernar por Dios y si alguna vez notamos que nuestra fe se tambalea, digamos aún con más fuerza: “¡Señor, auméntanos la fe!”.

4.- CON DIOS TODO ES POSIBLE

Por Javier Leoz

Hay una realidad que nos preocupa: ¿cómo hacer atractivo el mensaje y la persona de Jesús hacia una gran parte de la humanidad que dice no necesitar de Él? Hasta hace no muchos años resultaba complicado entender la cultura, el arte, la música y la misma familia sin referencia a Cristo. Hoy, por el contrario, nos encontramos ya con personas que desconocen su figura, otros a los cuales no les interesa y otros, que aun creyendo, no se sienten totalmente interpelados o transformados por esa fe que dicen profesar.

1.- Tener fe en Jesús significa fiarnos de El con todas las consecuencias. A los discípulos, como a nosotros, les ocurría tres cuartos de lo mismo: no tenían suficiente fe. Por ello mismo, entre otras cosas, no podían expulsar ciertos espíritus malignos. ¡Les faltaba fe! ¡Su fe no era suficientemente sólida o no estaba fuertemente arraigada a Cristo! Ello era un obstáculo, como lo puede ser para nosotros, para que la fe fructifique y, que por nuestra fe, hagamos también que esa fe sea seductora con una sociedad que intenta marginarla o recluirla al ámbito privado. ¿Por qué fracasamos –teniendo tantos medios- a la hora de sembrar el evangelio? ¿Por qué tan escasas victorias cuando nos esforzamos tanto? Nos falta una fe sólida, convincente, convencida y profundamente entroncada en Jesús.

El Papa, no hace mucho tiempo, afirmaba que tener fe no es lo mismo que cultivar unos sentimientos más o menos nobles en el corazón o en la vida real de las personas. La fe conlleva una adhesión personal e inquebrantable a Jesús.

2.- Nunca como hoy, el mundo que nos rodea, es un mar de problemas. La gente, muchos de nuestros conocidos, están totalmente engullidos por ellos. ¿Dónde encontrar soluciones? ¿Dónde están las respuestas? ¿Seremos capaces nosotros desde la fe, desde Jesucristo, de ofrecerlas? ¿Por qué nos cuesta tanto presentar a Cristo como una fuente de salvación? ¿Será que nuestra fe en Cristo no es tan nítida como decimos tenerla? No podemos consentir que, por nuestra debilidad, aquellos que buscan respuestas las prefieran lejos de la fe, de Cristo o de su Iglesia. Por lo menos, nos podríamos esforzar un poco más. ¿Cómo? Cultivando y fortaleciendo más nuestra propia fe.

4.- Para un cristiano el “no se puede” se puede convertir en “todo es posible”; el “yo ya no creo” ha de mudar a un “creo y me fío totalmente del Señor”. Y es que, con la fe, todo es posible. Entre otras cosas porque, con Dios, todo es alcanzable y superable. Basta con que tengamos fe, como el grano de mostaza. ¡Y a veces nuestra fe es tan invisible!

5.- DAME FE COMO UN GRANO DE MOSTAZA, SEÑOR

Para que,  orando, me olvide de todo lo que me rodea

y, viviendo,  sepas que Tú habitas en mí.

Para que,  creyendo en Ti, anime a otros a fiarse de Ti

A moverse  por Ti

A no pensar  sino desde Ti

¿Me  ayudarás, Señor? ¿Será mi fe como el grano de mostaza?

Dame la  capacidad de esperar y soñar siempre en Ti

Dame el don  de crecer y de robustecer mi confianza en TI

Dame la  alegría de saber que, Tú, vives en mí

Dame la  fortaleza que necesito para luchar por TI



DAME FE COMO UN GRANO DE MOSTAZA

Sencilla,  pero obediente y nítida

Radical,  pero humilde y acogedora

Soñadora, pero  con los pies en la tierra

Con la mente  en el cielo, pero con los ojos despiertos

Con los pies  en el camino, pero con el alma hacia Ti

¿Me  ayudarás, Señor?

Dame fe,  como un grano de mostaza

¿Será  suficiente, Señor?

5.- DIOS NUNCA NOS DEJARÁ

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Entiendo perfectamente la frase de los apóstoles. “Auméntanos la fe” porque la fe a veces flojea y a veces desaparece sin saber cómo, quedando sólo la costumbre y la inercia surgida del grupo, de hacer las cosas como nuestro entorno. La fe –yo lo sé—es un don de Dios y sin esa gracia del Señor la fe no llega. Hay muchos ejemplos en la historia del cristianismo siendo los más relevantes por espectaculares los casos de San Pablo y San Agustín. Pero es verdad, por otro lado, que ya siendo personas de fe, se tiene la impresión, muchas veces, de que a veces la fe es la tenue chispa de una antigua llama que apenas podrá aguantar con un leve golpe de viento.

2.- Jesús los responde de una manera magistral: conoce la fe de sus discípulos y, prácticamente, les dice que su fe es casi inexistente y que si la fe, con toda la intensidad que Dios puede dar, estuviera en sus corazones harían verdaderas maravillas… casi, casi, podrían imitar el amor y el poder de Dios. Y a veces pedimos que aumente algo en nosotros, cuando, verdaderamente, no lo tenemos. O queremos decir que queremos mejorar, cuando, en realidad, ni siquiera nos hemos puesto en el camino del cambio y de la reforma de nuestras vidas.

3.- Una ventaja de no tener fe y luego tenerla es que se sabe de manera clara que ya se tiene fe en contraste y comparación de los momentos en que no se tenía. No. Esto no es un trabalenguas. Significa que aquel que ha vivido sin fe y Dios se la ha dado, sabe que la tiene por comparación con la época anterior. Y no es poco. Tal vez, los conversos tengan alguna ventaja con los convertidos de toda la vida. Pero, en fin.

4.- Pero no es ocioso –y creo que conveniente—examinarnos de fe cada cierto tiempo. No se trata de ponerse un día a meditar si se tiene la fe del famoso carbonero. Y, por cierto –esto ya lo he escrito otra vez— ¿quién sería ese afortunadísimo carbonero con una fe a prueba de todo avatar? La rutina puede desdibujar nuestra fe y la conveniencia personal tiende a enfriarla. ¿Y cómo podríamos luchar contra todo estos efectos? Pues, creo que hay una pregunta muy sencilla y que está incluida en lo fundamental de nuestra fe: ¿amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo? Y es que compartir a Dios con los ídolos materiales y situarnos nosotros mismos como figura predilecta –y casi única—de nuestros desvelos e intereses es una declaración clara de que ni tenemos fe, ni la deseamos. Y hay otra cuestión si creemos en un Dios lejano, poderoso, árbitro mudo de un universo imposible también esteremos con fe. El Dios que nos comunicó Cristo es el Dios del amor y si prescindimos del amor como combustible fundamental de nuestras vidas no podremos presumir de fe.

4.- De todas formas, tampoco es cuestión de angustiarse si nuestra alma está llena de dudas. Todo el mundo tiene dudas y estas van y vienen como las ráfagas de viento en un día tormentoso. Dios va a acompañarnos en nuestras dudas y si nuestro talante es humilde, lo más alejado que sea posible de la soberbia, vendrá en nuestra ayuda en cualquier momento. Lo que no podemos es intentar hacer un ejercicio de crecimiento de nuestra fe solo con nuestras fuerzas o por la influencia de un ambiente chato y repetitivo, que no ayuda y entenebrece las dudas. Lo de la fe del carbonero, que decía al principio, puede ser imagen de una fe una meditada y construida con la inteligencia y el corazón, porque la tentación de no pensar y creer en lo más conveniente está mucho más extendido de lo que creemos. La fe, en definitiva, es la base de nuestra relación con Dios y esa es una relación directa y bilateral, que siempre tiende a tener en cuenta a los hermanos. Es directa y bilateral –bilateralidad constituida por cada uno de nosotros y Dios—pero no está encerrada en ningún compartimento estanco. No vive en un castillo de marfil, ni en un agujero de desesperación.

5.- Es urgente velar nuestras armas de fe y tenerlas dispuestas para la lucha, porque vivimos un ambiente de ausencia de fe en Dios que tenderá a deshumanizar al mundo. El fenómeno de la increencia, de ignorar a Dios de manera total y sustituirle por cualquier idolatría, va creciendo muy deprisa, mucho. Ya no se niega ardorosamente a Dios como hacían los ateos antiguos que, en el fondo, demostraban con su pasión estar muy enfadados con Dios, aunque quisieran sacarle de sus vidas, Ahora se le ignora y creo –yo creo en eso—que a pesar de los vientos interiores de fe que reciben en sus corazones, estos viven más cerca de otras cosas y, desgraciadamente, no necesitan más que la satisfacción que produce la rutina de una vida sin complicaciones. Y hemos de esforzarnos por transmitir nuestra fe para que el mundo no sucumba a una realidad de egoísmo y desamor.

Y, en fin, que la humildad nos llevará a vivir en atención permanente para que nuestra inteligencia y nuestro corazón sepan aceptar vaivenes, bajadas y subidas en nuestra fe sabiendo que Dios nunca nos dejará. Buen domingo para luchar un poquito más para nuestra fe.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

HOMBRES DE FE

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Cuando me encuentro con algún conocido de años, en quien deposité mi confianza y él la suya en mí, a las expresiones habituales referentes al tiempo que hace que no nos hemos visto, a la familia, a la situación profesional, etc. siempre le pregunto ¿has conservado la Fe?. Confieso que casi nadie se extraña de que me interese de ello. En unos casos, sinceramente me dicen que han abandonado toda perspectiva trascendente, y yo les digo que lo lamento y añado ahora para mis adentros, que soy benévolo en mi interior. Otros casi se enfadan de la pregunta y añaden: oye, que yo soy… no quiero ahora citar nombres, que cada uno imagine una organización muy bien organizada de un organismo ultra. Añado siempre: pues Pablo, refiriéndose a su azarosa vida, aventurera y arriesgada como la del que más, culmina sus buenos recuerdos, confiándole: he conservado la Fe. (I Ti 4,7)

2.- Uno puede ser congregante, cofrade, fraile, socio, clérigo, etc. su gran riqueza, su mayor fortuna espiritual, es la Fe. Y la Fe es cosa difícil y la más valiosa. Y esencialmente oscura, dicen también los teólogos. Es decir costosa. Lo sabían bien los discípulos de Jesús, por eso le piden que se la amplíe. Y el Señor no les dice que le piden poco. Valora su categoría, explicándoles las consecuencias que puede tener quien sea hombre de Fe.

(Permitidme, mis queridos jóvenes lectores, que haga un paréntesis, o que aparque por un momento lo que venía diciéndoos. Me gusta compartir con vosotros algunas de mis inquietudes en estos campos, aunque puedan considerarse banales).

3.- El Maestro menciona el grano de mostaza. Tal vez podéis pensar que está refiriéndose a la planta de donde sale la sabrosa salsa “moutarde de Dijon” que, dicho sea de paso, a mí no me gusta. La tal mostaza, la sinapis alba, no corresponde a lo que se refería el Maestro, no me entretendré en aducir razones. Si vais por el país de Jesús, os dirán que se trata de un arbusto que por allí crece, Nicotiana glauca, es su nombre científico. Tampoco se refiere a ella. El problema está en que la palabra solo se menciona en el evangelio y en el Talmud y ya se ha olvidado su significado concreto. Los que se han preocupado como yo, pero que son mucho más sabios que yo y viven en el terruño de marras, llegan a la conclusión de que Jesús se refería a un nombre genérico, como pudiéramos nosotros decir la semilla de un hierbajo y un latinoamericano la simiente de un yuyo . Se trataba de una explicación sin ninguna consideración científica. (Cualquier simiente a la que pudiera referirse, considerada botánicamente, no sería más pequeña que la de una orquídea, que, según me dicen, es la más minúscula de entre todas).

4.- Respecto al árbol que pone como ejemplo el Señor, Él se refiere al sicomoro, o sicómoro, que las dos acentuaciones son correctas, pero como es bastante desconocido por amplias tierras de los continentes, algunos autores traducen morera, para facilitar la comprensión. En realidad se trata del Ficus sycomorus, bastante común en la cuenca del Jordán, por lo que yo he comprobado. Los que por allí nos movemos, nos fijamos en un ejemplar que crece en una plaza de Jericó. Ahora bien, junto a la iglesia griega y en otros sitios, he visto diversos ejemplares con sus graciosos frutos. Digo graciosos porque brotan de los troncos y parecen verrugas que le han salido a la corteza. Son semejantes a los higos, no tan sabrosos, y las hojas se parecen a las de las moreras (morus alba, las que comen los gusanos de seda que hemos tenido tantos en nuestra niñez).

5.- Continúo.- El tamaño de una cosa no es lo más importante. Vosotros seguramente sabréis que una minúscula pastillita de nitrocelulosa, es capaz de salvar a una persona afectada por un grave problema cardíaco. La Fe por pequeña que sea, da sentido a la vida de muchos, contribuye a la valentía de tantos héroes, fortalece la constancia de un sinnúmero dados a la misericordia con los desgraciados.

6.- Señor, danos Fe. Si periódicamente nos examinamos, si queremos calificar nuestra conducta, bueno será que reconozcamos que todo lo honesto se lo debemos al Señor y que lo que hemos contribuido a su generosidad es muy poco, comparado con lo que hemos recibido. De obrar correctamente nunca, los iluminados por la Fe, debemos enorgullecernos. Es pura honradez, respuesta justa.

7.- No quiero acabar, mis queridos jóvenes lectores, sin señalaros lo que Pablo recuerda a Timoteo. Recibió el discípulo imposición de manos, le dice y continúa vivita y coleando su eficacia. La hemos recibido en diversas ocasiones también nosotros. El simbolismo de este rito es el siguiente. Si el poder, la categoría mental, la capacidad de decisión reside en la cabeza, así pensamos, el que quiere transmitir esta potestad a otro, alarga sus brazos, extiende su mano y la deposita en la del que desea reciba la misma riqueza espiritual.

El día del bautismo, en el momento de la confirmación, al recibir el perdón en el sacramento de la penitencia, se nos impone la mano. A otros además, se nos impuso en el momento de la ordenación sacramental.

No es un gesto cualquiera. Nos da derecho a exigir la Gracia que necesitemos, sea coraje, generosidad o intrepidez. No lo olvidéis.

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