16 julio 2016

Seamos hospitalarios con Dios

1.- El Evangelio de San Lucas sin citar Betania, es “solo una aldea”, nos presenta la casa donde Jesús iba a descansar muchas veces y el entorno en el que se produjo la resurrección de Lázaro. El relato de Lucas de hoy es, sin duda, una de las páginas más citadas y analizadas de todos los textos evangélicos, pues siempre se ha querido ver dos posiciones contrarias en la forma de asumir el seguimiento de Cristo. Marta es la acción. María es la contemplación. Marta se desvive para tenerlo todo a tiempo. María prefiere quedar junto al Maestro para, solamente, escucharle. Y, sin embargo, esas dos posiciones pueden ser complementarias. En la Iglesia no sobra nadie. Es necesario el ejercicio de la acción, de la entrega, del trabajo hasta la extenuación por servir a los hermanos. Pero también es muy necesario ese plano de la oración y la contemplación constantes. Miles y miles de hombres y mujeres consagrados viven orando por los demás. Ese es su quehacer fundamental. Apartados en sus conventos y abadías elevan, día a día, sus oraciones para que Dios siga cuidando de sus hijos, lo que no dejará de hacer jamás.

Y uno tiene el recuerdo de la impresión que recibió en sus primeras horas de cristiano converso a descubrir la existencia de Betania. Ese lugar donde Jesús iba a descansar tras sus batallas finales en Jerusalén. Es probable que acudiera a la casa de María, Marta y Lázaro muchas más veces, muchas más de las que citan los Evangelios. Y de ahí surgió la idea de llamar a nuestra página de Internet Betania. Han pasado casi 20 años y ahí estamos. Y en el medio Internet 20 años son muchos años… La idea, la contemplación, del reposo y descanso del Señor nos llena de alegría y de un poco de nostalgia por, tal vez, no haberle podido acompañar allí. Pero en fin.
2.- También me ha impresionado desde siempre, la continua cercanía de Abrahán a Dios. Esa familiaridad y contacto permanente. En el fragmento del Génesis que leemos hoy usa de la hospitalidad oriental para el Señor y sus enviados preparándoles descanso, limpieza y comida. Y como nos ocurre que la casa de Betania, alguna vez, por extraordinario que parezca decirlo aquí y ahora, nos gustaría tener la oportunidad de Abrahán de tener al Señor como huésped e invitarle a comer. Es verdad que Él está cerca y en muchas ocasiones de nuestra vida le hemos sentido al lado. Otras, cuando la desolación llega, puede parecer que no le encontramos. Pero, tal vez, nos debe pasar lo que a Marta: estamos tan atareados, de un lado para otro, con más sentido del movimiento que de la eficacia, con, asimismo, más capacidad para trajinar y poca calidad en nuestro trabajo espiritual que no somos capaces de verle u oírle.
3.- Aquí –y ahora—merece la pena profundizar un poco más, junto con Abrahán, en esa necesidad de que Dios –el Señor, la imagen visible del Dios invisible, Jesús—esté siempre cerca de nosotros. La mayoría de las grandes preguntas de fe o las cuestiones difíciles de nuestra vida como cristianos solo se van a poder resolver si, puestos en la presencia de Dios, le preguntamos a Él. Hay muchas gentes que, sin duda, creen en Él, pero no cuentan con Él. Les asusta esa cercanía que, sin duda, incluye compromiso. Nadie puede –salvo uno mismo—saber con exactitud cuál es el nivel de relación con Dios de los otros. Hay que tener cuidado ante cualquier presunción o mal juicio. Pero, sin embargo, puede intuirse esa especie de lejanía de Dios por el simple hecho de aplicar una realidad demasiado corta, aunque “científica”. Hay otros que han convertido a Dios en solo un sentimiento, utilizable en los momentos de blanda bonanza o de suave desesperanza. Es como el recuerdo entrañable de unas antiguas vacaciones. Tampoco es eso. Dios vive y está cerca de nosotros. Y así nos planteamos ser todos tener algo de Marta y de María. Saber contemplarle a Él en toda ocasión y no por eso dejar de trabajar.
4.- San Pablo llegaría a lo más alto en la cercanía de Cristo al sentir en su cuerpo los dolores de la Pasión del Señor. Vivir en Jesús y no vivir por sí mismo, como nos cuenta en el pasaje de la Epístola a los Colosenses que leemos hoy. Pero también Pablo estuvo en esas altas cumbres místicas, según el episodio contado por el mismo en la Segunda Carta a los Corintios. De la cercanía sentida de Dios puede llegar mucha ayuda. No debemos, pues, de escatimar los dones de esa presencia cercana del Señor. No hay más que pararse un poco. Dirigir nuestro pensamiento hacia Él y, en seguida, estará a nuestro lado.
5.- Todos los relatos bíblicos de la misa de hoy nos impulsan, sin duda, a la contemplación. A imaginar, estando en estado de oración, como son esas escenas que los textos sagrados nos muestran. Si realmente, somos capaces de reconstruir con los ojos del alma las escenas que nos traen dichos textos y así orar metidos hasta dentro de la vida de Jesús y de sus circunstancias. Moisés ejercita la hospitalidad con Dios. Marta y María aceptan a Jesús como huésped, aunque cada una tenga su propia idea de cómo debe ser recibido y cuidado. Nosotros hemos de recibir a Dios, a Jesús, en nuestras vidas y considerarle siempre cercano. Y no olvidemos una de las frases más bellas del acervo cristiano y que nos sirve de ejemplo: considerar al Espíritu Santo como dulce huésped del alma. Seamos siempre hospitalarios con Dios. Él lo espera. Nosotros lo necesitamos.
Por Ángel Gómez Escorial

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