03 junio 2016

Domingo 5 junio: Recursos 1

JESÚS, EL COMPASIVO 
Esta escena de Jesús es “programática” de todo el sentido de la misericordia. El centro no lo ocupa el hijo muerto, sino la madre desvalida, una mujer que lo ha perdido todo, porque el hijo era la único que le quedaba en la vida para poder seguir viviendo. Es el vacío total, el absoluto desvalimiento, en el que están significados todos los desvalimientos… 
En esta mujer están representados quienes lo han perdido todo, los “sin nada”… 
Y ahí está Jesús como “el compasivo” sin otra connotación que su propio dolor al ver la situación. Es la misericordia como principio-misericordia, raíz de toda otea actuación. «Los discípulos de Jesús se caracterizan no por saber argumentar a Dios ni sobre Dios sino sobre todo por dejarse conmover como Dios, como Jesús» (cfr., la homilía de este domingo).

¡ATRÉVETE A… MIRAR A JESÚS 
Que te empape hoy esta escena, sin decir nada y en silencio.Ponle rostros a esa madre desvalida.Piensa en los “sin nada” que conoces de cerca.
• ¿Quiénes forman hoy el gentío de los desvalidos, quiénes sienten rota su existencia, quiénes lloran? 
• ¿Por qué motivo están más afectados? 
• ¿Cuáles son hoy las mayores heridas de la humanidad, que sólo a veces visualizamos cuando mareas humanas transitan un mundo dominado por la globalización de la indiferencia?
• ¿Y qué hacemos los seguidores de Jesús? ¿Nos dejamos conmover en las entrañas que necesitan gritar un “no llores”? ¿O gastamos el tiempo para discutir una mínima coma en los documentos eclesiásticos o en los debates pastorales? 
UNA OBRA DE MISERICORDIA. 
¿A quién puedes echar una mano esta semana?
UN TEXTO
El principio-misericordia 
El término «misericordia» hay que entenderlo bien, porque puede connotar cosas verdaderas y buenas, pero también cosas insuficientes y hasta peligrosas: sentimiento de compasión (con el peligro de que no vaya acompañado de una praxis), «obras de misericordia» (con el peligro de que no se analicen las causas del sufrimiento), alivio de necesidades individuales (con el peligro de abandonar la transformación de las estructuras), actitudes paternales (con el peligro del paternalismo) … Para evitar las limitaciones del concepto «misericordia» y los malentendidos a que se presta, no hablamos simplemente de «misericordia», sino del «principio-misericordia», del mismo modo que Ernst Bloch no hablaba simplemente de «esperanza», como una de entre muchas realidades categoriales, sino del «principio-esperanza». 
Digamos que por «principio-misericordia» entendemos aquí un específico amor que está en el origen de un proceso, pero que además permanece presente y activo a lo largo de él, le otorga una determinada dirección y configura los diversos elementos dentro del proceso. Ese «principio-misericordia» -creemos- es el principio fundamental de la actuación de Dios y de Jesús, y debe serlo de la Iglesia. 
… No hay espacio ahora para extendemos en esto. Sólo lo apuntaremos para comprender bien lo que queremos decir con el «principio-misericordia»: informa todas las dimensiones del ser humano: la del conocimiento, la de la esperanza, la de la celebración y, por supuesto, la de la praxis. Cada una de ellas tiene su propia autonomía, pero todas ellas pueden y deben ser configuradas y guiadas por uno u otro principio fundamental. En Jesús -como en su Dios-, pensamos que ese principio es el de la misericordia. Para Jesús, la misericordia está en el origen de lo divino y de lo humano. Según ese principio se rige Dios y deben regirse los humanos, y a ese principio se supedita todo lo demás» (Jon Sobrino, “El principio-misericordia”, Ed. Sal Terrrae, Santander 1992, pp. 32 y 38).
UNA ORACIÓN 
Jesús, vuelve y dinos lo que es ser hermanas y hermanos: 
por qué podemos amar y construir solidaridad, 
a pesar del individualismo, la corrupción y la injusticia; 
abrir la mano y ofrecerla siempre. 
Jesús, vuelve y dinos lo que es tener dignidad 
como imágenes e hijos de Dios: 
por qué podemos dar la cara por nuestros derechos, 
a pesar del paro, la precariedad y el hambre, 
organizarnos y luchar con nuestros hermanos 
y por nuestros hermanos, como tú… 
Abre nuestras manos y mueve nuestros pies, 
para constuir un mundo distinto, 
de hijos de Dios y hermanos tuyos. 
Jesús, vuelve. Necesitamos tu Evangelio.” 

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