11 mayo 2016

Pentecostés: Homilías


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1.- SER CRISTIANO ES TENER EL ESPÍRITU DE CRISTO, EL ESPÍRITU SANTO

Por Gabriel González del Estal

1.- Dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo. Para un cristiano, todos los días deben ser Pentecostés. Sí, porque el Espíritu de Jesús es el que nos hace ser cristianos, el Espíritu de Jesús debe ser la vida de nuestra vida espiritual. Como acabamos de leer en la Secuencia el Espíritu es Luz que penetra en nuestras almas, es Huésped divino dentro de nuestro corazón; es fuente de Vida y del mayor consuelo, es tregua, es brisa, es gozo que enjuga nuestras lágrimas y nos reconforta en los duelos. Todos los días debemos abrir nuestro corazón al Espíritu, debemos pedirle que no nos falte nunca por dentro, porque, de lo contrario, nuestra vida será una vida espiritualmente vacía y estéril. El Espíritu es para nuestra alma como el sol y el agua para la tierra; si nos falta el Espíritu somos sólo cuerpo, vida mundana, egoísmo, consumismo, materialismo puro y duro. Sin Espíritu, la sociedad y cada uno de nosotros en particular, nos convertimos en puro mercado y la vida humana pasa a ser una competición egoísta, una guerra de todos contra todos, en la que siempre ganan o los más fuertes, o los más listos, o los más aprovechados. Una sociedad que no esté movida por el Espíritu Santo será siempre una sociedad desigual y radicalmente injusta, en la que no tendrán lugar ni los más pobres, ni los más enfermos, ni los menos afortunados. Una sociedad que no esté movida por el Espíritu Santo será siempre una sociedad antievangélica y anticristiana. Los discípulos de Jesús debemos levantarnos cada día invocando al Espíritu, al Espíritu del Resucitado, y abriéndole las puertas y las ventanas de nuestra alma para que nos llene de su luz y de su fuerza. Para que podamos así vivir siempre en un Pentecostés inacabado. ¡Ven Espíritu Santo, llena nuestros corazones, enciende en nuestras almas el fuego de tu amor y renueva la faz de la tierra!


2.- Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar cada uno en la lengua que el Espíritu les sugería. La lengua del Espíritu es siempre la bondad, la justicia misericordiosa, la verdad, el amor. Es un lenguaje fácilmente inteligible para todos los que nos ven y nos escuchan. No hace falta estudiar idiomas, ni hacer carreras, para hablar la lengua del Espíritu. Hace falta estar lleno de espíritu, de Espíritu Santo. Esto es siempre una gracia, un don que se ofrece siempre, generoso, a todo el que lo pide con humildad y amor. Pero, como nadie da lo que no tiene; si no estamos habitados por el Espíritu no podemos hablar la lengua del Espíritu. En nuestra sociedad faltan personas llenas de espíritu, de Espíritu Santo; la mayor parte de nosotros somos simples charlatanes, vendedores de palabras sin Espíritu. ¡Así nos va! No vivimos en un mundo de hermanos. Hablando en general, se puede afirmar que en la calle, en los medios de comunicación, en el lenguaje intrafamiliar, en la política y en el comercio, se oyen siempre palabras interesadas, lengua de tratantes, mercaderes o vendedores de humo. Hay, gracias a Dios, personas distintas, lenguas distintas, pero son minoría. Espiritualmente hablando, no vivimos en el mejor de los mundos posibles.

3.- Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu. Lo importante es que cada uno de nosotros, desde nuestra realidad personal, pongamos Espíritu en todo lo que pensamos, hacemos y decimos. No siempre nos va a resultar fácil, pero es necesario que lo intentemos cada día. Jesús de Nazaret vivió siempre habitado plenamente por el Espíritu Santo y este mismo Espíritu es el que quiere llenar ahora nuestro pobre y muy limitado corazón. Dejémonos llenar por el Espíritu del Resucitado y pongamos todo lo que somos y tenemos al servicio del Espíritu, para que, en cada uno de nosotros, el Espíritu de Jesús se manifieste para el bien común. Si estamos llenos del Espíritu de Jesús seremos personas fuertes, en medio de nuestra debilidad, y repartiremos paz, amor y perdón en un mundo lleno de egoísmos y de amenazas paralizantes. Que en este día de Pentecostés, y siempre, el Espíritu exhale su aliento sobre cada uno de nosotros y nos diga: ¡RECIBID EL ESPÍRITU SANTO!

2.- DIOS PUEDE MÁS

Por Antonio García-Moreno

FUEGO VIVO. "Viendo aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían posándose encima de cada uno...” (Hch 2, 3).Cuando Jesús se despedía de ellos, les prometió que el Espíritu vendría para estar siempre con ellos. Una luz de esperanza quedó brillando en el corazón rudo y amedrentado de aquellos hombres. Estaban escondidos, rezando y esperando, con mucho miedo, las puertas cerradas, atentos a cualquier ataque por sorpresa. Pero ante la fuerza de Dios no cabe cerrar las puertas. Un fuego vivo llegó como viento salvaje, abriendo violentamente las ventanas. El soplo de Dios se había desencadenado de nuevo. En la primera creación había aleteado suave sobre las aguas y sobre la faz del hombre. La luz brotó en las tinieblas y en la mirada apagada de Adán. Ahora, en la segunda creación, su aleteo es violento, de fuego incandescente. Y esos hombres, cobardes y huidizos, son abrasados por el beso de Dios, sacudidos por el Espíritu. La luz ha brillado también en las sombras de sus ojos. Y enardecidos se lanzan a la calle a proclamar las maravillas de Dios, anunciando la Buena Nueva, lo más sorprendente que jamás se haya oído.

"Enormemente sorprendidos preguntaban: ¿No son galileos todos esos que están hablando?" (Hch 2, 7) Toda Jerusalén se ha conmovido ante aquel remolino arrollador. Una multitud corre hacia el lugar donde el viento de fuego desgajó puertas y ventanas. La sorpresa aumenta por momentos. Aquellos hombres han roto las fronteras de la lengua, y sus voces se oyen claras y sencillas en el corazón de cada hombre. Te lo suplicamos, Señor, haz que de nuevo venga el Espíritu Santo, que de nuevo llueva del cielo ese fuego vivo que transforma y enardece. Es la única forma que existe para que tu vida, la Vida, brote otra vez en nuestro mundo corrompido y muerto... Ven, sigue soplando donde quieras, mueve a la Iglesia hacia el puerto fijado por Cristo, fortalécela, ilumínala, para que sea siempre la Esposa fiel del Cordero. Desciende de nuevo sobre un puñado de hombres que griten ebrios de tu amor. Hombres que sean realmente profetas de los tiempos modernos. Sigue viniendo siempre, aletea sobre las aguas muertas de nuestras charcas, danos fuerza para seguir llenando de luz la oscuridad de nuestro pobre y viejo mundo.

"Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados..." (Jn 20, 21) Pentecostés, cincuenta días después de la fiesta pascual, cincuenta días de espera que se hacía cada vez más intensa a partir, sobre todo, del día de la Ascensión. Ha sido un período de preparación al gran acontecimiento de la venida del Paráclito. Hoy, el día de Pentecostés, se rememora ese momento en que se inicia la gran singladura de conducir a todos los hombres a la vida eterna, actualizar en cada uno los méritos de la Redención.

En efecto, con su venida, los apóstoles recuperan las fuerzas perdidas, renuevan la ilusión y el entusiasmo, aumentan el valor y el coraje para dar testimonio ante todo el mundo de su fe en Cristo Jesús. Hasta ese momento siguen con las puertas atrancadas por miedo a los judíos. Desde que el Espíritu descendió sobre ellos las puertas quedaron abiertas, cayó la mordaza del miedo y del respeto humano. Ante toda Jerusalén primero, proclamaron que Jesús había muerto por la salvación de todos, y también que había resucitado y había sido glorificado, y que sólo en él estaba la redención del mundo entero. Fue el arranque, rayano en la osadía, que pronto suscitó una persecución que hoy, después de veinte siglos, todavía sigue en pie de guerra.

Porque hemos de reconocer que las insidias de los enemigos de Cristo y de su Iglesia no han cesado. Unas veces de forma abierta y frontal, imponiendo el silencio con la violencia. Otras veces el ataque es tangencial, solapado y ladino. La sonrisa maliciosa, la adulación infame, la indiferencia que corroe, la corrupción de la familia, la degradación del sexo, la orquestación a escala internacional de campanas contra el Papa. Las fuerzas del mal no descansan, los hijos de las tinieblas continúan con denuedo su afán demoledor de cuanto anunció Jesucristo. Lo peor es que hay muchos ingenuos que no lo quieren ver, que no saben descubrir detrás de lo que parece inofensivo, los signos de los tiempos dicen a veces, la ofensiva feroz del que como león rugiente merodea a la busca de quien devorar.

Pero Dios puede más. El Espíritu no deja de latir sobre las aguas del mundo. La fuerza de su viento sigue empujando la barca de Pedro, las velas multicolores de todos los creyentes. De una parte, por la efusión y la potencia del Espíritu Santo, los pecados nos son perdonados en el Bautismo y en el Sacramento de la Reconciliación. Por otra parte, el Paráclito nos ilumina, nos consuela, nos transforma, nos lanza como brasas encendidas en el mundo apagado y frío. Por eso, a pesar de todo, la aventura de amar y redimir, como lo hizo Cristo, sigue siendo una realidad palpitante y gozosa, una llamada urgente a todos los hombres, para que prendan el fuego de Dios en el universo entero.

LA FIESTA DEL FUEGO. Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados..." (Jn 20, 21).Pentecostés, cincuenta días después de la fiesta pascual, cincuenta días de espera que se hacía cada vez más intensa a partir, sobre todo, del día de la Ascensión. Ha sido un período de preparación al gran acontecimiento de la venida del Paráclito. Hoy, el día de Pentecostés, se rememora ese momento en que se inicia la gran singladura de conducir a todos los hombres a la vida eterna, actualizar en cada uno los méritos de la Redención. En efecto, con su venida, los apóstoles recuperan las fuerzas perdidas, renuevan la ilusión y el entusiasmo, aumentan el valor y el coraje para dar testimonio ante todo el mundo de su fe en Cristo Jesús. Hasta ese momento siguen con las puertas atrancadas por miedo a los judíos. Desde que el Espíritu descendió sobre ellos las puertas quedaron abiertas, cayó la mordaza del miedo y del respeto humano. Ante toda Jerusalén primero, proclamaron que Jesús había muerto por la salvación de todos, y también que había resucitado y había sido glorificado, y que sólo en él estaba la redención del mundo entero. Fue el arranque, rayano en la osadía, que pronto suscitó una persecución que hoy, después de veinte siglos, todavía sigue en pie de guerra.

Porque hemos de reconocer que las insidias de los enemigos de Cristo y de su Iglesia no han cesado. Unas veces de forma abierta y frontal, imponiendo el silencio con la violencia. Otras veces el ataque es tangencial, solapado y ladino. La sonrisa maliciosa, la adulación infame, la indiferencia que corroe, la corrupción de la familia, la degradación del sexo, la orquestación a escala internacional de campanas contra el Papa. Las fuerzas del mal no descansan, los hijos de las tinieblas continúan con denuedo su afán demoledor de cuanto anunció Jesucristo. Lo peor es que hay muchos ingenuos que no lo quieren ver, que no saben descubrir detrás de lo que parece inofensivo, los signos de los tiempos dicen a veces, la ofensiva feroz del que como león rugiente merodea a la busca de quien devorar.

Pero Dios puede más. El Espíritu no deja de latir sobre las aguas del mundo. La fuerza de su viento sigue empujando la barca de Pedro, las velas multicolores de todos los creyentes. De una parte, por la efusión y la potencia del Espíritu Santo, los pecados nos son perdonados en el Bautismo y en el Sacramento de la Reconciliación. Por otra parte, el Paráclito nos ilumina, nos consuela, nos transforma, nos lanza como brasas encendidas en el mundo apagado y frío. Por eso, a pesar de todo, la aventura de amar y redimir, como lo hizo Cristo, sigue siendo una realidad palpitante y gozosa, una llamada urgente a todos los hombres, para que prendan el fuego de Dios en el universo entero.

3.- TESTIGOS DE LA MISERICORDIA

Por José María Martín OSA

1.- Jesús nos prometió que nunca nos dejaría solos. El domingo pasado al ascender a los cielos Jesús encargaba a los discípulos una misión: guardar todo lo que les había enseñado y predicar el Evangelio por todo el mundo. Tarea ardua y difícil, pero a la vez apasionante. Tienen fe, están juntos, pero tienen miedo a salir fuera por temor a los judíos, necesitan un empujón. Estando juntos, reunidos, compartiendo los miedos y las ilusiones, compartiendo el recuerdo de Jesús, el Espíritu los sacudió como un vendaval violento y como unas llamas de fuego. Es el gran desconocido en la Iglesia, pero su fuerza y su impulso siguen actuando en el interior del creyente. Hoy es el día grande en que Jesús Resucitado nos envía su Espíritu. Es Pentecostés, el punto de inicio de la Iglesia. Juntos, en comunidad y con la fuerza del Espíritu, podemos hacer realidad y mostrar a todos el amor, la misericordia, la comunión entre todos los hombres.

2.- "Estaban todos reunidos en el mismo lugar". Todos significa el conjunto entero de los discípulos, no sólo los doce. Aunque los cuadros de pintura representen a los doce apóstoles con María y una llama de fuego en sus cabezas, el texto dice "todos" y un poco antes hablaba de los discípulos. Por tanto, los dones del Espíritu lo reciben todos los seguidores de Jesús, no sólo los que han recibido el orden ministerial. Todos pueden decir, como expresa la Primera Carta a los Corintios, que "Jesús es el Señor". Es verdad que hay diversidad de ministerios y funciones, como también hay diversidad de dones o carismas. Cada uno desempeña una misión en la Iglesia según el carisma que ha recibido. Esta reflexión debe hacernos caer en la cuenta de la importancia que deben tener en la Iglesia los "ministerios laicales". El Espíritu actúa en todos, aunque cada uno reciba un don y una función. Porque todo somos miembros del cuerpo de Cristo y todos hemos recibido la misma dignidad por el Bautismo. ¿Eres consciente del carisma que has recibido?, ¿sabes cuál es tu función o misión dentro de la Iglesia? Jesús nos envía a todos, como el Padre le ha enviado a Él.

3.- Que se note nuestro “entusiasmo”. Los discípulos salen a la calle y la Buena Noticia de Jesús comienza aquel camino que nada ni nadie lo podrá parar. Porque el Espíritu, Dios mismo en el corazón de cada creyente y en el corazón de la humanidad, es más fuerte que toda debilidad, que todo miedo. Es más fuerte que todas las infidelidades. Es el amor y la vida para siempre. No apaguemos la llama del Espíritu en nosotros. Colaboremos para que encienda a todos los hombres. El Espíritu en el corazón de cada creyente y en el corazón de la humanidad es más fuerte que toda debilidad y que todo el miedo del mundo. Es más fiel que todas las infidelidades, más cierto que todas nuestras dudas. Nos regala el amor y la vida para siempre. Se tiene que notar nuestro entusiasmo. Nadie va a preguntarnos qué es lo que creemos, sólo se fijarán si somos felices y transmitimos vida y alegría. Hoy es el día de la Acción Católica y Apostolado Seglar. Bajo el lema “Laicos, testigos de la misericordia” la Jornada invita a inspirarnos durante este Año Santo en la bienaventuranza “Dichosos los misericordiosos, porque encontrarán misericordia” (Mt. 5,7). Nos anima a llevar nosotros la misericordia de Dios a través de un compromiso de vida, que es testimonio de nuestra fe en Cristo. Los discípulos se entusiasmaron. Entusiasmarse es llenarse de Dios, que se note nuestro entusiasmo…

4.- NO ESTAMOS SOLOS

Por Javier Leoz

Culminamos, con esta gran Pascua del Espíritu Santo en el Año de la Misericordia, los días en que hemos celebrado con gran alegría la Pascua de Cristo Resucitado. Hemos seguido, muy cerca, los primeros pasos de la primitiva comunidad cristiana y, al hacerlo, nos hemos visto también nosotros interpelados: ¿Cómo vivimos nuestra fe? ¿En tono mayor o en tono menor? ¿Con el calor y el ardor de los primeros discípulos o con la tibieza del siglo XXI?

1.- Desde El, con el Espíritu Santo, percibimos todos estos misterios. Con El, con el Espíritu, entramos de lleno a formar parte de la gran familia de los hijos de Dios; Él es quien nos empuja para entrar en comunión plena con Dios y, el Espíritu Santo, nos hace comprender y entender las huellas de Dios en el marco de nuestra vida.

En medio del desconcierto, que a veces lo tenemos, el Espíritu Santo nos serena. Nos hace “contar hasta diez” antes de tomar ciertas decisiones; nos infunde valor cuando tenemos miedo a enfrentarnos a ellas; nos llena de su inteligencia o sabiduría cuando se requiere nuestra palabra o consejo.

¡Sí! El Espíritu Santo es el gran protagonista de nuestra Iglesia. La sostiene y la dinamiza, la traspasa con su fuerza poderosa y transformadora y, sobre todo, le hace estar en un permanente estado de gracia haciéndole experimentar que es Dios, y no ella misma, quien lleva adelante la obra evangelizadora. ¿Por qué –entonces- tantas deficiencias, escándalos o limitaciones en nuestra Iglesia? ¿Dónde está y hasta dónde llega el Espíritu Santo? ¡Ahí está la clave! Donde Él no llega (porque no le dejamos y confundimos su inspiración con nuestra verborrea) es cuando aparece en toda su negativa magnitud lo defectuoso de nuestro ser Iglesia.

2.- Desde Él y con Él, con el Espíritu Santo, nos llenamos de la piedad de Dios. No podemos vivir huérfanos, aislados de su presencia. Con la oración sentimos que el Espíritu Santo nos hace escalar a las cimas más altas de la perfección cristiana: ¡estar y vivir con Dios! Sin este auxilio del Espíritu Santo nos faltaría identidad en nuestras acciones, luz en nuestros caminos y claridad en nuestro apostolado.

Sólo con el Espíritu Santo podemos ser fuertes, como cristianos y como católicos, ante diferentes realidades que intentan desangrar, descafeinar o desvirtuar la esencia de nuestra vida cristiana. Ante lo indefinido o el riesgo a separar el evangelio de la Iglesia o a Cristo de la Iglesia, el Espíritu Santo nos garantiza y nos exige la común unión para que, lejos de dividirnos, busquemos la potencia en la hermandad.

Ojala que Pentecostés, además de vida e ilusión, nos aporte una gran dosis de fortaleza: para seguir adelante en el duro combate de nuestra fe. Para que no caigamos en el pesimismo o en la sensación de que, creer, ya no merece la pena o que, si creemos, hay que hacerlo en el ámbito privado y lejos del testimonio público.

Que el Señor nos conceda, en esta Pascua de Pentecostés, su Santo Espíritu para que podamos vivir, morir y resucitar un día con El. ¿Sí o no? ¿Recibimos el Espíritu Santo? ¡FELIZ PASCUA DE PENTECOSTÉS! ¡ÉL NOS INUNDE DE LA MISERICORDIA DE DIOS!

3.- CON TU ESPIRÍTU SANTO, SEÑOR (Javier Leoz)

Gritaré que, el Amor con  mayúsculas tiene un nombre: 

¡Padre!

Que El me acompaña desde la  eternidad y que, 

un día como a Ti Jesús, 

me aguarda para darme un  abrazo de fiesta y definitivo

CON  TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR

Cantaré el gozo de haber  compartido mi vida contigo, 

la fuerza que tus Palabras  han dejado por el camino de mi vida, 

la ilusión de haberte conocido 

animándome  en mi tristeza, levantándome en mis caídas

 y dándome Vida 

donde yo sólo creía hallar  la muerte

CON  TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR

Sentiré y proclamaré que soy  de los tuyos

que, en tu Iglesia, me  siento llamado a dar y recibir 

dones y carismas, caridad y  alegría,

perdón y humildad,  comprensión y compañía.

CON  TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR

Iluminaré las entrañas de mi  corazón, y luego,

llevaré esa luz a los que se  hallan en tinieblas

a los que, hace poco o mucho  tiempo,

dejaron de respirar el oxígeno  de tu Santo Espíritu

sumergiéndose en una  atmósfera sin sentido

CON  TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR

Me sentiré niño, y abriéndome  como un pequeño,

sabré que es mucho lo que me  espera:

respirar aires de infinitud

vivir como quien nace de  nuevo

caminar sabiendo que tengo  un compañero a mi lado

mirar a los cielos con ojos  bien abiertos

soñar… con un final de mis  días en tus manos.

CON  TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR

Hablaré, y no callaré sobre  TI

Me entregaré, para nunca más  cerrarme

Avanzaré, sin echar la  mirada hacia atrás

Cantaré, aun a riesgo de  quedar afónico

entonando que, al fondo de  todo, vives y permaneces Tú.

CON  TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR

5.- PENTECOSTÉS: LA JORNADA DE LA RENOVACIÓN

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Jesús se ha marchado. Ha ido al cielo. Y en su lugar, envía al abogado, al Paráclito, al Espíritu. Este Espíritu de Dios va a cambiar profundamente a los Apóstoles y va poner en marcha –a gran velocidad—a la naciente Iglesia. Y ese va a ser el gran milagro de la Redención, superior –si se me permite—a los grandes signos que el Señor Jesús realizó sobre la faz de la Tierra. Unos cuantos jóvenes temerosos, que habían asistido –desperdigados—a la ejecución de Jesús, asisten llenos de dudas al prodigio de la Resurrección y de la contemplación del Cuerpo Glorioso.

2.- Van a preguntar a Jesús, todavía –lo leíamos el domingo pasado--, "si va a restablecer el Reino de Israel". No se percatan de la grandeza de su misión, ni de lo que significa la Resurrección de Jesús. El Espíritu va a cambiarlos, profunda y radicalmente. Y así, de manera maravillosa, va a comenzar la Iglesia su andadura. Y cómo llama la atención el efecto del Espíritu Santo que inundó a los primeros discípulos y que narran los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de Pablo. Lucidez, entrega, valentía, amor, exhiben los Apóstoles en esos primeros momentos.

3.- Puede decirse que ya, en un momento de nuestra conversión, tenemos todos los conceptos básicos en nuestra mente. Y poco a poco esos conceptos se van haciendo más claros para situarse en la realidad de nuestros días, pero también en lo más profundo de nuestro espíritu. Hay percepciones muy interesantes y "explicaciones" internas a muchas dudas. Existe pues una ayuda exterior, clara e inequívoca que marca esa presencia del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos renueva por dentro y por fuera. Está cerca de nosotros y lo único que tenemos que hacer es dejarle sitio en nuestra alma, en nuestro corazón.

4.- También, la promesa de la renovación de la faz de la tierra es importante. En estos tiempos en los que la mayoría del género humano ha aprendido a ser ecologista, sí que se le podía pedir al Espíritu que renovara la faz del planeta para terminar con toda contaminación y agresión. Contaminar es sucio –lo contrario a puro—y agredir es violencia, lo opuesto al sentido amoroso de la paz que nos comunica el mensaje de Cristo. El Día de Pentecostés es la jornada de la renovación, de la mejora, del entendimiento y tiene que significar un paso más en la calidad de nuestra conversión. El, el Espíritu nos ayuda. Y debemos oírle y sentirle, uno a uno; no solo en las celebraciones comunitarias en las misas de hoy, si no en nuestro interior.

5.- La Iglesia celebra una Vigilia de Pentecostés que es preciosa por sus contenidos litúrgicos y de la Palabra. Aunque menos celebrada que la Vigilia de Pascua, pero no por eso menos interesante. Hay asimismo una gran similitud con las lecturas de la Misa del Domingo que es la que estamos comentando. Aparece la Secuencia del Espíritu, texto maravilloso, utilizado también como himno en la Liturgia de las Horas y que es, sin duda, una de las composiciones litúrgicas más bellas que se conocen. El relato de los Hechos de los Apóstoles es de una belleza y plasticidad singulares, el viento recio, las lenguas como de fuego, la capacidad para hacerse entender en diversas lenguas e, incluso, el comentario asombrado de quienes escuchan. Y es que el prodigio acaba de comenzar y este prodigio continúa vivo. El Espíritu Santo mantiene la actividad de la Iglesia y nuestro propio esfuerzo de santificación o de evangelización. La respuesta al salmo es también de una gran belleza y portadora de esperanza: "Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra". La faz de la tierra tiene que ser renovada en estos días malos. San Pablo va a definir de manera magistral que hay muchos dones, muchos servicios muchas funciones, pero un solo Espíritu, un mismo Señor y un mismo Dios. Es una gran definición Trinitaria enmarcada en la vida de la Iglesia. El Evangelio de San Juan nos completa el relato.

6.- Será Cristo resucitado quien abra a los Apóstoles el camino del Espíritu. Les dice: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos". Y se muestra, asimismo, la capacidad de la Iglesia para el perdón de los pecados. Cristo acaba de instituir el Sacramento de la Penitencia. El camino, pues, de la Iglesia queda abierto. La labor corredentora de los Apóstoles y de sus sucesores está en marcha.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

PENTECOSTÉS: EL ESPÍRITU NOS DA LA FUERZA Y EL PODER

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Sé que os lo repito cada año, o que lo repito siempre que he de dar alguna explicación respecto a la fiesta de hoy. El origen de la celebración se adentra en los lejanos tiempos de prehistóricas sociedades agrícolas. Si cuando el labrador ve la luna llena de primavera y que maduran las espigas de cebada, sabe que es momento de ofrecer las primeras y mejores a la divinidad correspondiente. Le agradece luego a la tierra su fertilidad, cuando han pasado siete semanas. No olvidéis que por las tierras del llamado Oriente Fértil, las espigas de trigo maduran entonces y vuelve el plantador a corresponder a la misma divinidad a la que atribuye sus favores.

2.- Abraham pastor y su descendencia metida a cultivar campos en Egipto, sabiendo que ellos gozan del amor de su Dios-Persona, amigo y protector, continúan celebrando fiestas, dándoles un nuevo sentido. El pueblo de Israel, establecido en la Tierra Prometida, celebró a su Dios el don de la Ley del Sinaí y de los dones recibidos en el país. Era costumbre, y creo que de alguna manera, continúa siéndolo todavía, comer alegremente frutos de la tierra, especialmente lácteos. A esta fiesta se le llama la de las semanas o Shavuot.

3.- Pentecostés es una palabra griega que significa 50, idéntico sentido que Shavuot, pero como los cristianos hemos escogido el término griego, los judíos siempre la llaman con el vocablo hebreo. Acabo las introducciones que os pueden parecer superfluas, recordándoos que nosotros los cristianos, celebramos la solemne venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, Santa María, las Santas Mujeres y los santos Discípulos. En total, como da a entender el texto, unas 120 personas. Por el número que se supone y tradicionalmente, se cree que el acontecimiento sucedió en la misma sala alta donde se reunieron para la Santa Cena, que, por lo que parece, debía ser muy grande. El otro lugar de reunión pudo serlo el de la casa de la madre de Juan Marcos, allí donde Pedro encontró a la comunidad reunida en oración, al ser liberado milagrosamente de la prisión.

4.- Visitar este segundo recinto, que seguramente corresponde al que se encuentra en la calle de San Marcos, en el interior de las murallas de la Jerusalén actual, es un poco complicado y os confieso que yo que he visitado muchas veces la ciudad, solo he estado en él dos o tres veces. El viajero, peregrino o turista, recuerda el hecho en el mismo que conmemora el Cenáculo y probablemente no se equivoca.

5.- Os advierto también que, pese a que se hable, como ya os decía, de 120 seguidores del Señor en Hch 1,15, los pintores y otros ilustradores del texto sagrado, casi siempre incluyen únicamente a los Apóstoles, colocando en el centro de la imagen, a Santa María. Seguramente los artistas juzgan que hacerlo así es cuestión de economía de tiempo y materiales. No siempre ocurre así. Tengo muestras de este proceder más conforme con lo que se dice en los Hechos de los Apóstoles.

6.- Sin duda fue la Virgen quien más a gusto se sintió en aquella ocasión. No era su primer Pentecostés. Su primer contacto con el Espíritu Santo ocurrió en el momento de la Anunciación y de esto ya habían pasado unos cuantos años, pero experiencias de estas y una vida interior como la suya, muy interior y muy leal, nunca se olvida. Ser templo de Dios había modificado su vida, tenía buena experiencia de ello. Sin duda lo comentaría, mientras se felicitaban todos del don que se les había infundido.

7.- Estoy convencido de que a vosotros, mis queridos jóvenes lectores, en muchas ocasiones, habiéndoos sentido y deseado progresar en vuestra vida espiritual, habiéndoos hecho propósitos de cambio de costumbres y de poner mayor dedicación a colaborar con los planes del Maestro, vais constatando, no obstante, que continuáis con vuestra rutina, con los egoísmos tan metidos y la pereza que impide vivir la felicidad plena que la Gracia nos aporta. Es muy común. Conocer hechos de la vida del Maestro lo podemos conseguir con el estudio. Valorar su doctrina también, ponerla en práctica ya es harina de otro costal.

8.- Abiertos a los planes del Señor, debemos dejarle obrar, no poniendo impedimentos. La mediocridad nos invade y nos sentimos satisfechos moviéndonos en ella. También esta limpieza que nunca con nuestros medios lograremos alcanzar, la debemos encomendar con humildad al Espíritu de Dios-Padre, el enviado de Dios-Hijo Jesucristo. Si Navidad fue tiempo de ingenuidad y sencillez, aprendizaje del testimonio del Jesús-Niño. Pasión agradecimiento por el esfuerzo y sacrificio que por nosotros sufrió Jesús-Víctima inmaculada. Su Resurrección implicaba tranquilidad. Pentecostés, final litúrgico del tiempo pascual, debemos acogerlo con ilusión, sabiendo que nos otorga el Espíritu la fuerza y el poder que nos es indispensable.

9.- Hay que olvidar los fracasos anteriores y reconocer que si sucedieron, en gran manera, fue por habernos querido sentir independientes. Ahora debemos confiar en la trasformación que ejercerá si le dejamos, si le invocamos, si le acogemos, el Espíritu del Señor. A la acción, a la siembra de la semilla divina que desea germinar en cada uno de nosotros, tradicionalmente se le han llamado los dones del Espíritu Santo. Ya que las palabras que lo definen no son de vuestro uso habitual, un buen trabajo, individual o comunitario, será que analicéis los términos y los traduzcáis a vuestro lenguaje de tal manera que se conviertan en argot que utilicéis en vuestros contactos. Que no sean expresiones tan extrañas que a los demás les puedan parecer que son propias de una secta, pero que el tono que les deis les haga comprender que tienen mucho más sentido que el que les pueda dar cualquier diccionario de la lengua.

10.- La invocación a Dios-Padre os aportará Fe. Muchos textos de los salmos podrán ayudaros a hacerlo. La invocación y contemplación de Dios-Hijo-Jesús os proveerá de Amor-Caridad. En los evangelios encontraréis ayuda. La invocación e introspección de lo que en lo más interior de vosotros mismos hace Dios-Espíritu-Santo, os descubrirá la riqueza de la Esperanza. El conocimiento de los testimonios de los Mártires y de los Profetas, los de antiguo, los modernos y los contemporáneos, os enseñará a descubrir y conservar la Esperanza. No lo olvidéis, mis queridos jóvenes lectores.

En la festividad de San Isidro

LA FE… ERA SU MOTOR

Por Javier Leoz

A punto de finalizar la PASCUA, donde se nos empuja a dar testimonio alegre y sin tregua, de la Resurrección del Señor Jesús, la fiesta de San Isidro llama a nuestra puerta. Los hombres del campo, y los creyentes también, nos detenemos en este miércoles ante la vida sencilla, grande a la vez, de un hombre que no tuvo más grandeza que el vivir para Dios y, ver a Dios, en aquello que hacía, sentía, oraba o trabajaba. La fe, como motor, consolidaba su interior y movía el exterior de su persona. Nunca, tan buen arado, encontró tan buenas manos: Isidro y Dios. Dios, a San Isidro, le miraba con especial atención porque, San Isidro, miraba con singular locura a su Dios.

1.- En unos tiempos, muy distintos a los actuales, San Isidro dio ejemplo de su fe inquebrantable. Vivía con intensidad, con interioridad la presencia del Señor, de tal forma, que –todo lo demás- lo dejaba en sus manos. Con nitidez y con transparencia, sin arrogancia ni orgullo alguno, se fio del testimonio de los Apóstoles sobre la Resurrección de Jesús.

San Isidro Labrador no puede quedar reducido a una estampa tierna e infantil (los bueyes arando conducidos por la mano del ángel). Todos los días, mientras dormimos, descansamos, discutimos o nos afanamos por un trabajo digno, Dios, sigue haciendo de las suyas, sigue llamándonos a la adhesión a Jesucristo, labrándonos y cuidándonos muchas parcelas (familia, trabajo, salud, proyectos, etc.) sin que nosotros nos demos cuenta. Sólo la fe, es capaz de intuir la presencia de esa mano invisible y extraordinariamente paternal cuando surgen:

- gozos y penas

- alegrías y sufrimientos

- duda y con fe

- esperanza y con desasosiego

2.- No podemos reducir, la fiesta de San Isidro, a un mero fenómeno cultural, festivo o tradicional. Sería, entre otras cosas, traicionar el espíritu y la identidad del auténtico alma de este santo: se movió por Dios, vivió desde Dios y dio testimonio –real y pacífico- de Jesús Resucitado.

-Frente al intento del descafeinamiento espiritual que nos invade, San Isidro, nos invita a poner azúcar, y de la buena, en toda circunstancia, problemática, logros, éxitos o fracasos.

-Frente al intento de, apartar a Dios de todo ente público, San Isidro nos alienta en el sentido de proponer sin desmayo y con terquedad, la novedad de un Jesús que humaniza y que pone horizontes (no trabas) a una sociedad tan resquebrajada por tantas y tantas cosas.

-Frente al individualismo, San Isidro, nos da la lección suprema del amor de Dios: ver a Dios en los demás, es la mejor forma de ararse y asegurarse un trozo de tierra en la eternidad.

-En este Año de la Misericordia, San Isidro, nos incita a proclamar, profesar y edificar nuestra misericordia vivida en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

3.- La festividad de San Isidro, para hombres del campo o no, es una llamada a recuperar la savia de esa Vid de la que nos habla tantas veces el evangelio. Sólo, con esa fuerza, nos sentiremos capaces de ir contracorriente, de conquistar terreno para Dios, de llevar almas tibias al encuentro personal con Jesucristo.

El folklore, y todas sus expresiones, serán válidos en la medida que estén sostenidas en un contenido evangélico y evangelizador. A los santos, y también a San Isidro, se le honra no de palabra, y sí promoviendo, conociendo, acercándonos e imitando –en el día a día- lo que fue decisivo en ellos: la fidelidad a Dios, a su Palabra, amor a la Iglesia y el estilo propio del Resucitado.

San Isidro nos invita a ser esos sarmientos, que unidos a Jesús, den el fruto (no que el mundo apetece) sino que la vida cristiana nos exige y que Pentecostés nos regala.

4.- Cuentan que una vez, un labrador, sembró trigo en una gran extensión de tierra. Unos amigos (con malas intenciones) le indicaron que, si se empeñaba, en vez de espigas de trigo, cosecharía pepitas de oro. La decepción de aquel labrador (después de arruinarse económicamente por cuidar el campo excesivamente pero con abono inadecuado) vino cuando –en el momento de la cosecha- las espigas explotaron y dieron lo que tenían que dar: granos de trigo pero muy escasos. En un arrebato de locura, prendió fuego a lo que hubiera sido una gran cosecha si no se hubiera dejado llevar por el engaño.

San Isidro, en este día de su fiesta, nos invita a ser sembradores de la verdad:

-cosecharemos justicia, si ponemos verdad con nuestras manos

-cosecharemos alegría, si proponemos armonía allá donde estamos

-cosecharemos esperanza, si pregonamos optimismo cristiano

-cosecharemos amor, si llevamos amor en la mochila de nuestra vida

-cosecharemos el cielo, si ponemos a Dios, en todas circunstancias de nuestra vida.

El peor homenaje a San Isidro, es ofrecerle unas espigas de la cercana cosecha, entonarle unos cánticos, sacarle en procesión y luego…..vivir de espaldas a lo que fue el auténtico tesoro y oro de su vida: JESÚS DE NAZARET.

Él tuvo las cosas claras: Dios era su motor y, por El y en El, puso sus afanes –y también su grano en la tierra como buen trabajador- sin otro afán que vivir con dignidad y esperar para alcanzar la eternidad que Dios regala a los que permanecen fieles en la adhesión a Jesucristo, muerto y resucitado.

5.- ORACIÓN CON SAN ISIDRO EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA

Ayúdanos a descubrir el valor de la vida sencilla y oculta

Empújanos a regar, sin medida, no sólo nuestra vida, cuanto las demás

Aliéntanos a mantenernos en pie frente a la envidia o la crítica, con la misericordia

Anímanos a sembrar valores e inquietudes cristianas

Invítanos a convertir, el desazón, en sincera y sufrida plegaria

Ábrenos, en medio del trabajo, a buscar el horizonte de la oración

Empújanos, con la tenacidad, a ser insistentes en lo bueno y lo misericordioso

Ayúdanos, con la humildad, a reconocer nuestras fragilidades

Aguijonéanos, con la yunta, a trabajar nuestro corazón

Refréscanos, con el agua, para que nuestros sembrados sean cosechados

Confórtanos, con la obediencia, a dirigir nuestra vida al Señor

Acompáñanos, con la fe, a tocar con nuestras manos la presencia de Dios

Instrúyenos, con la caridad, a dar sin mirar cuánto ni a quién, eso es misericordia

Condúcenos, con el amor, a ver amigos por los caminos

Rodéanos, con la soledad, para vivir con Dios

Multiplícate, con nuestros brazos, a trabajar por los demás

Clarifica nuestros ojos, para ver la siembra de nuestras manos

Pon en marcha nuestros pies, para caminar por los senderos de Jesús

Promueve nuestra paciencia, para esperar y no abandonar

Sonríenos, con la alegría, para vivir en la tierra con aires de misericorida y eternidad

Amen      

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