28 mayo 2016

La misa del Domingo

Fiesta del Corpus Christi (ciclo C)29 de mayo de 2016
• GÉNESIS 14, 18-20• SALMO 109• 1 CORINTIOS 11, 23-26• LUCAS 9, 11b-17
. Hoy “memorial” de la entrega de Cristo.
“Oh Dios, que en este Sacramento admirable, nos dejaste el memorial de tu Pasión”.
Sí, la Eucaristía es el memorial de la muerte y resurrección del Señor. Jesús en la última cena adelantó sacramentalmente su entrega. Para ello dio un nuevo valor al pan y al vino al relacionarlos con su muerte inminente: el pan partido y repartido entre sus discípulos pasa a ser su Cuerpo que es entregado por nosotros; y el vino compartido en la cena es su Sangre derramada en la Cruz.
Las lecturas de este día del Corpus nos aproximan al sentido y significado de la Eucaristía.
Jesús ofrece alimento a una multitud cansada y hambrienta. Igualmente, en la Eucaristía sacia nuestra hambre dándose a sí mismo como alimento espiritual. Cristo ha querido ser nuestro “viático”, alimento para el camino.

. Cristo Eucaristía: don acogido y tarea encomendada.
Ante este don –Cristo Eucaristía- que recibimos, nuestra respuesta es, por una parte la gratuidad, la celebración, la adoración…, y por otra la caridad, la imitación, nuestra entrega…
En este día no sólo nos debemos fijar en cómo celebramos este Sacramento en la Eucaristía, sino en lo prolongarlo con nuestra vida ante las necesidades y sufrimiento del prójimo.
. Desde la Tradición lo hacemos actual:
Nos dice san Pablo: “Yo he recibido una Tradición (…) “Cada vez que coméis de este Pan y bebéis de este Cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. Palabras que no sólo van dirigidas a los cristianos de Corinto, sino a cada uno de los seguidores de Jesús, también a nosotros. El sacramento de la Eucaristía es el anuncio de cómo y porqué ha muerto Cristo, dejándose partir y compartir por todos (como se proclama en el momento de la Consagración).
La Eucaristía nos da una razón y forma de morir, de dar la vida (como hizo Cristo); pero en realidad nos ofrece una razón y forma de vivir. Celebrar la Eucaristía nos enseña cómo hemos de vivir y el porqué de nuestra vida. Se vive (o se debe vivir) así: entregándose, dando la vida por los demás…
Nosotros celebramos la Eucaristía “hasta que Él vuelva”, esperando que Él vuelva (como decimos en la Plegaria Eucarística). Cada vez que celebramos la Eucaristía estamos respirando su vida, vida gloriosa, su Resurrección, su vida incesante de Dios. Nosotros celebramos la Eucaristía porque creemos en el Amor, en Cristo Amor, que es el que ha llevado al Señor a su entrega total.
Para Don Bosco (tanto a nivel personal, como para sus muchachos) es la fuente y alimento que les hace vivir en plenitud hacia la santidad. Él tiene la Eucaristía como uno de los pilares (columna) básicos de su espiritualidad. (Y esto es lo que han vivido una inmensa multitud de santos).
Asimismo, Juan Pablo II nos manifiesta que “la Virgen maría está especialmente asociada a la Eucaristía en la Iglesia, y nos conduce al centro del misterio. La Iglesia vive y se alimenta de la eucaristía, y la Virgen Madre nos orienta hacia la Eucaristía, nuestra vida y alimento.
Si queremos vivir en el corazón de la Iglesia, hemos de vivir centrados en la Eucaristía”.
. Cristo Amor actualizado en y por nosotros: Día de la Caridad
En el evangelio Jesús invita a sus discípulos (también a cada uno de nosotros) a “darles vosotros de comer”. Así, pues, desde la relación que hay entre Eucaristía y el seguimiento, surge un compromiso. Ir con Jesús y sentarse a su mesa quiere decir aceptar que nos importan las personas “hambrientas” que hay a nuestro alrededor.
El relato de la multiplicación y distribución del pan no puede ser sólo un acontecimiento del pasado. La gente -como en aquel momento en que seguían a Jesús- tiene “hambre” (hambre de muchas clases…).
Jesús sigue presentándose como el Pan que sacia esas “hambres”; pero pide a sus discípulos (que somos nosotros) que actuemos como intermediarios y servidores. Participar de su Eucaristía nos convierte en prolongación de su entrega. Toda situación (“hambre”) humana que reclame ser atendida, saciada, curada, reconciliada… y “resucitada” es una invitación que el Señor nos hace (hoy de una manera especial) a hacer que nosotros seamos “presencia” suya, que vivifica en este momento y lugar, a esos seres humanos.
Sigamos celebrando la Eucaristía, en este día especialmente “eucarístico”. Jesucristo, el Señor muerto y resucitado, es nuestro alimento de vida eterna.
Que comulgando con su Cuerpo y sangre seamos signo de su presencia permanente en la Iglesia al servicio de la humanidad.
Que transformados por su Amor hasta “el límite” prolonguemos su entrega generosa y vivificadora, sirviendo a nuestro prójimo a través de nuestra caridad fraterna.
Usta Sánchez

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