22 mayo 2016

La esperanza no defrauda

Acabamos de celebrar una de las grandes fiestas cristianas: Pentecostés. La fuerza del Espíritu está en medio de la comunidad cristiana. Los textos de hoy nos llevan a profundizar en el significado de esta presencia.
Hasta la verdad plena
El texto de Juan viene de los discursos de despedida de Jesús. Uno de sus temas es la promesa de la venida del Espíritu, soplo de Dios que orienta la existencia cristiana y continua la misión del Señor Jesús nos anunció el Reino y el amor del Padre, su mensaje es vida y desborda toda formulación. Sus exigencias son siempre nuevas y sorprendentes, el Espíritu nos las hará conocer. El nos llevará «hasta la verdad plena» (v. 13), porque es «el Espíritu de la verdad» (v. 13) que viene del Padre (cf. v. 15).

Jesús nos sería la ruta hacia el Padre, el Espíritu estará con nosotros en nuestro propio andar. Si la fiesta de la Ascensión nos recuerda que debemos tomar la tarea del Señor en nuestras manos, Pentecostés nos asegura que esa misión es posible porque el Espíritu está con nosotros. Tal vez nos lleve por caminos que no tengamos previstos y que por lo mismo nos inspiran cierto temor, si no desconfianza. Preferimos la instalaci6n al cambio. Pero ¿cómo ser fiel a aquel que «todo lo hace nuevo» (Ap 21, 5) si persistimos en mezquinas seguridades? ¿cómo ser solidario con el sufrimiento humano si no somos imaginativos en nuestras maneras de expresar nuestro compromiso? El miedo es una negación de la fe.
Como jugando
El trozo del libro de Proverbios que leemos este domingo es profundamente poético. Es decir, literalmente, creativo, ¿a quién se refiere exactamente este poema a la sabiduría? Esto es materia de discusión entre especialistas. Pero es claro que es una expresión de Dios, del Dios trino se nos dice hoy. El texto nos invita a la esperanza, todo está en las manos de Dios, desde el inicio (v. 23). Y todo fue creado por amor, por amor gratuito, como jugando (v. 31). No entendamos el jugar como algo superficial y caprichoso. El juego es creación, supone inventiva, basta ver a los niños. Hay una cierta «educación» que destruye la capacidad creadora de los niños. Como decía un célebre pedagogo: «Yo interrumpí mi educación a los seis años, cuando entré en la escuela…».
Frente a los enormes problemas que vivimos hoy en el país, se requiere humildad para reconocer que nuestras previsiones han sido descartadas y coraje para enfrentar las nuevas situaciones. En campos diversos vivimos una situación difícil y aparentemente sin salida, a corto plazo por lo menos. Necesitamos ir a las fuentes. Para los cristianos, una de ellas es la esperanza. «La esperanza no defrauda», nos dice san Pablo, porque viene del Espíritu (Rom 5, 5). Nos toca dar testimonio de ella.
Gustavo Gutiérrez

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