22 mayo 2016

¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo!

Solemnidad de la Santísima Trinidad
Tengo todavía muchas cosas que deciros, pero ahora no podéis comprenderlas. Cuando venga Aquél, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa, pues no hablará por sí mismo, sino que hablará de lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir. Él me glorificará porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todas las cosas que el Padre tiene son mías, por esto dije que recibe de lo mío y os lo anunciará.
Jn 16,12-15

Sí, realmente hoy, Jesús, quiero decir muchas veces: ¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo! La gran solemnidad de la Santísima Trinidad. La fiesta de la unidad, del amor, de la compenetración de tres Personas que sólo derrochan amor y sólo amor. El amor del Padre, la gracia de Dios-Hijo y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con nosotros. Jesús, quiero pararme en esta gran fiesta del amor, de la bendición, de la alegría, de la gloria.
El amor del Padre… El Padre, el gran misterio, la fuente [de] donde brota todo, el amor gratuito que se me da, que me crea. Gracias, Jesús. Gracias, Dios mío, porque Tú eres mi Padre, eres el derroche del amor sobre mí, que fluye, que riega mi corazón. Gloria al Padre en este encuentro, en este diálogo contigo. Gloria al Hijo. Gloria al Espíritu Santo. Ése eres Tú, el amor del Padre, mi Padre. Si yo tengo a mi Padre, ¿qué me puede faltar? Todos los recursos se me solucionan, todos los sueños se me cumplen, porque el amor tuyo como Padre me envuelve de ternura, me envuelve de amor, comprensión… de paternidad.
Y ahora quiero pensar en ti, Jesús, la gracia tuya. Tú que eres la deducción del amor de tu Padre, la expresión de su amor, eres humanidad completa, eres ejemplo, eres fuerza, eres paciencia, eres bondad, eres el amor de tu Padre hecho expresión, hecho realidad, hecho armonía, hecho ardor. Por eso no puedo menos de decirte: Tú eres mi Señor, Tú eres mi todo. ¡Gloria al Padre! ¡Gloria al Hijo!
Y cómo no, de este amor fluye el Espíritu, la comunión del Espíritu Santo. Decimos en esta preciosa bendición que “esté siempre con nosotros”. De este amor tuyo y del Padre nace el Espíritu, el que me da fuerza, el que me oxigena, el que me destruye todo lo viejo, el que me refresca, el que me sana, el que me integra, el gran Defensor, el Paráclito, el que nos sacia toda la sed, la manifestación de tu amor, el que continuamente nos está[s] insuflando el amor para que lo cojamos.
¡Qué gran fiesta, Jesús! Quiero quedarme reflexionando, pensando, dando vueltas en mi corazón a este gran amor tuyo como Padre; a esta gran gracia que tengo como Hijo, como Tú, Jesús; y a este amor tan grande que es el Espíritu. Te bendigo, Trinidad Santa, por todo el amor que me das. Te bendigo porque me llamas a la vida, porque has querido que sea hija tuya, porque me has dado la vida, porque me das a Jesús como compañero del camino, porque me das la fuerza a caminar en tu Espíritu, porque me llenas de tus dones, porque me afianzas, me cubres, me guardas, me das fuerza, me alimentas, sacias mi sed.
¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo! ¡Te alabo y te bendigo, Trinidad Santa! Pienso, le doy vueltas a este amor del Padre, a esta gracia de Jesús, como Hijo, y a esta comunión con el Espíritu Santo. Y te alabo y te bendigo, Trinidad Santa. Que hoy pueda decir muchas veces: “¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, al Dios que es, que era, que viene!”. Transfórmame en alabanza de tu Santísima Trinidad.
¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo!
Francisca Sierra Gómez

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