29 mayo 2016

Festividad del Santísimo Cuerpo de Cristo

El Evangelio  que acabamos de escuchar está tomado del capítulo 6 de San Juan, capítulo en que hallamos los grandes discursos de Jesús sobre el Pan de Vida. Estamos acostumbrados a leer estos textos a la luz de nuestra práctica eucarística, lo qque nada de ilegítimo tiene, toda vez que el mismo Juan, cuando los pone por escrito unos 35 años tras estos sucesos, los interpreta,. él también, a la luz de la práctica sacramental de la Iglesia primitiva.
 Para penetrar más en la intelección de esos discursos del Capítulo 6 de San Juan, es menester que consideremos la Eucaristía no como un rito aislado, sino más bien en relación con nuestra vida cristiana toda, que es una vida de fe. Y es menester asimismo que consideremos el texto del mismo  Juan en su contexto literario más general.

 Todos sabemos que el Evangelio de Juan se halla construido en su totalidad en torno a una serie de signos acompañados de discursos que constituyen la interpretación de los mismos. En el capítulo 6 de su Evangelio nos encontramos con dos signos: la multiplicación de los panes y el andar de Jesús sobre las aguas del lago. A continuación de ellos  tenemos los dos discursos, de los cuales  uno, el segundo, es el que aparece en el evangelio de hoy.
 Cuando tras la multiplicación de los panes la multitud seguía a Jesús para tener más pan, les dijo Jesús con una cierta tristeza y  desilusión: “No habéis entendido nada. No es este pan material el que debéis buscar. El verdadero pan es el que ha bajado del cielo. Es el Hijo del hombre, que da la vida al mundo”  Y entonces le responden ellos: “Bueno! Danos de continuo ese pan!” Una vez más no han entendido absolutamente nada. Y es entonces cuando en lenguaje plano les dice: “Yo soy el pan de vida…Es voluntad de mi Padre que quien ve al Hijo y creen en Él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día… Ellos siguen murmurando…y Jesús insiste: “Yo soy el pan de vida…el pan que os voy a dar es mi carne”. La expresión “carne” que es más fuerte que “Cuerpo”, sitúa su enseñanza en el contexto global de la encarnación por la que la carne del Hijo del Hombre se ha convertido en la realidad del Hijo de Dios.
 Todo el contexto de estos discursos se refiere a la fe. El sentido primitivo de estos textos se refería evidentemente a la aceptación del mensaje de Jesús por la fe. Más tarde, en la predicación primitiva, se lo relacionó con la recepción del pan eucarístico, expresión de fe.
 No podemos comprender la Eucaristía como un rito aislado. No nos acercamos a la Eucaristía como podemos ir a la estación de servicio para llenar nuestro depósito. No es sin más un rito por el que tratemos de rehacer nuestras fuerzas, adquirir energía, coraje, para seguir haciendo una etapa en nuestro camino… Si es ésa nuestra actitud frente a la Eucaristía, nada de extraño ha de tener el que tras años de práctica sacramental, nos encontramos poco más o menos  en el mismo punto de nuestro camino espiritual.
 Si, por otra parte, nos esforzamos por encontrar a Cristo cada día  enana relación de fe, de oración contemplativa, de amor concreto para con nuestros hermanos y hermanas, entonces la Eucaristía se convierte en expresión de nuestra fe, que al mismo tiempo la Eucaristía nutre.
No trata tan sólo por lo que a nosotros se refiere de tener “fe en la Eucaristía”, es decir fe en un signo.¡¿También los Judíos tenían fe en sus signos! Se trata de una fe global en la persona de Cristo, que queda expresada  en la Eucaristía.
 Que nuestra celebración de hoy sea una acción de gracias a Jesús por habernos dado ese banquete eucarístico como un medio de expresar, en comunión con nuestros hermanos y hermanas, nuestra fe en Él, y por esta expresión de fe, recibirla confirmada, fortificada y purificada.

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