08 febrero 2016

Oración personal para el miércoles de Ceniza

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»

Meditación: 

“Entra en tu aposento”
          Tú, Señor, me llamas al amor, a amar sin medida, como tú. Un amor que lo abarque todo. Primero a Ti, porque tú me has amado primero, has querido hacerte hombre para decirme lo que me amas, hasta dar tu vida, como un padre o una madre, como el mejor amigo. Y así me has invitado a entrar en tu intimidad para experimentar tu amor, para llenarme de él y convertirlo en ofrenda.
          Por eso, me urges a dar, no sólo cosas, que se dan con relativa facilidad. Me invitas a darme, y eso me cuesta más, se me hace más difícil. Y a hacerlo con naturalidad, con sencillez, no para recibir a cambio o para que me adulen, que es lo que muchas veces tengo el riesgo de buscar. Darme, porque así es el amor, como nos lo enseñaste tú con el tuyo.
          Desde ahí me invitas a ampliar mis gestos y manifestarlos en su hondura. Ayunar es fácil, hasta es bueno para la salud, pero el ayuno que tú me pides de verdad es el ir dejando aquello que no me deja ser yo, frente a mí y frente a los demás. Ayunar de aquello que me encierra en mi comodidad, o en mis miedos, o mis seguridades, o mis “verdades”. Me invitas a descubrir mi propio tesoro, y mi pobreza, y hasta mis vacíos, y a quererme desde ahí y, en esta pequeña y gran realidad que soy yo, apoyar la fuerza de tu amor, que me catapulte en ofrenda de mí mismo hacia mis hermanos y hacia Ti.
          En esta nueva cuaresma que me regalas, me invitas a entrar en el aposento profundo de mi corazón, para encontrarnos en lo más profundo de mi intimidad, y así poder  proyectarme desde ahí con toda la fuerza de tu amor y del mío. Eso se llama “conversión”, y me gusta, la necesito, y la quiero.

Oración: 

“Abrirte mi corazón”
Gracias, Señor, por tu amor. Porque te me has dado. Porque sales cada día a mi encuentro, aunque no lo sienta, para decirme que me quieres. Gracias porque me has hecho capaz de amar. Acompáñame en esta aventura de cada día. Enséñame a fortalecer mi amor en el tuyo.  Dame coraje para repartirlo, y hazme sencillo y humilde para saber recibirlo.
Que esta cuaresma no sea la repetición, sin más, de un tiempo litúrgico, sino una nueva y maravillosa oportunidad de abrirte mi corazón y dejar que lo modeles un poco más a tu estilo, y que todos lo puedan experimentar.

Contemplación: 

“Te quiero”
Tú, Señor, me amas,
lo sé y lo siento.
Siento tu mano cercana
y hasta tu aliento.
Y un susurro cálido
me recorre por dentro
y me dice:
Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario