09 febrero 2016

Miércoles de Ceniza 10 febrero: Homilías



1.- CUARESMA DE MISERICORDIA

Por Javier Leoz

El Papa Francisco, en la Bula de Convocatoria del Jubileo “Vultus misericordiae” llega a afirmar: “La misericordia es la viga de la Iglesia”.

La cuaresma, especialmente este año, apuntala esa idea del Papa. A veces la carcoma del individualismo, la fe relativizada, el amor resquebrajado, el pudor para hacer el bien, el cansancio o hastío caritativo y otras tantas razones hacen que –esa viga- vaya debilitándose y necesite ser recuperada en su esencia, revitalizada y restaurada. No olvidemos que, el pilar central, es Cristo. De Él van saliendo esas vigas que sostienen toda iniciativa de la Iglesia en aras a brindarnos a los demás con generosidad y sin límites.

1.- La Santa Cuaresma, en ese sentido, nos blinda para no venirnos abajo y en este Año de la Misericordia nos anima a consolidar nuestro corazón con los sentimientos del mismo Cristo:

Primero: a cambiar en algo y, si puede ser, a mejor. La Pascua la viviremos con más vida si, nuestra existencia, la sabemos perfeccionar en estos cuarenta días que quedan por delante

Segundo: a recuperar nuestra amistad con Cristo. Muchas veces nos ocurre como con los amigos de a pie. Sabemos que están ahí pero apenas los recordamos. ¿Seremos capaces de sensibilizar nuestro interior ante lo que Jesús hizo por nosotros? ¿Somos conscientes de que subirá a la cruz por nosotros?


Tercero: este miércoles de ceniza nos invita a desplegar las actitudes del perdón y de la alegría, de la paz y de la reconciliación y, sobre todo, a arrojar de nosotros todo aquello que nos impide estar en armonía con Dios.

2.- Ojala pudiéramos proponernos, durante este tiempo de gracia que es la cuaresma, un buen discernimiento, una buena reflexión para llegar a la Semana Santa con una sentida confesión, personal y sincera, emotiva y transparente, diáfana y con afán de mudar aires de verdad.

-Ojala que, la ceniza (el polvo que queda de una combustión) sea reflejo de lo que deseamos hacer de esa materia que nos impide llegarnos hasta Dios.

-Ojala que, la ceniza, sea una llamada a reconocer que sólo Dios permanece y que, nosotros, un día seremos redimidos por la cruz del Señor.

-Ojala que, la ceniza, sea una reclamación a ponernos en marcha. A liberarnos de tantos eslabones que nos atan y no nos dejan margen para ser libres, para pensar en Dios o para vivir con entusiasmo nuestra fe cristiana.

3.- Estamos en el Año Santo Jubilar de la Misericordia. El acto exponencial más supremo de Dios, en su afán de acercarse a nosotros, fue romper su divinidad para hacerse humanidad en Belén. Pero, más radical y sangriento, fue ese otro acto elocuente donde sobraron las palabras y hablaron las obras: Jesús en la cruz. Que nos preparemos en ese sentido a contemplar, meditar, recuperar y ser agradecidos con el gran regalo que Cristo nos trajo en su pasión, muerte y resurrección: LA REDENCIÓN. Las obras de misericordia, corporales y espirituales, pueden ser un perfecto programa de vida para estos cuarenta días.

4.- MISERICORDIA, SEÑOR (Por Javier Leoz)

Ante las heridas que se  abren en el cuerpo de la humanidad

seamos bálsamo que se haga  presente

donde las carnes sangran y  los corazones odian y ya no aman

¡MISERICORDIA,  SEÑOR!

Frente a las mentes frías y  calculadoras que todo lo pervierten

que denunciemos, por activa  y por pasiva,

que sólo el amor transforma  y ofrece bienestar al que lo busca

¡MISERICORDIA,  SEÑOR!

Que, ante los afanes que nos  interpelan e interrogan,

seamos capaces de no  perdernos en el ruido

y caminar hacia la fuente de  la misericordia infinita que eres Tú

¡MISERICORDIA,  SEÑOR!

Para rompernos y repartirnos  y regalar lo que otros no tienen:

alegría ante el lodo de la  tristeza

fuerza ante la fiebre de la  debilidad

ilusión ante el desencanto  de una vida fácil

perseverancia ante una fe  inconstante, raquítica y perezosa

¡MISERICORDIA,  SEÑOR!

Que el enfermo vea en  nosotros medicina

y el hambriento un trozo de  pan en nuestras manos

Que para el sediento seamos  agua fresca

y el que busque cobijo  encuentre en nuestra casa, su casa

Que el desnudo se revista de  nuestro vestido

y el encarcelado en mil  cárceles del mundo

encuentre en nosotros la  llave de su libertad

y el paraíso definitivo, por  nuestra oración, el que ya murió.

¡MISERICORDIA,  SEÑOR!

En la ignorancia, seamos  palabra oportuna

En la indefinición, consejo  que ilumine

En la equivocación,  corrección cierta y clara

En la ofensa, perdón aunque  cueste y hiera

En la tristeza, una sonrisa  del que irradia felicidad

En los defectos del prójimo  paciencia que todo lo alcanza

y con los que viven o han  muerto, la oración que todo lo puede

Como Tú, Señor, siempre  misericordia

2.- ¡GRACIAS, PADRE MÍO, POR TU PERDÓN Y TU MISERICORDIA!

Por Antonio García Moreno

TIEMPO DE CONVERSIÓN Y PENITENCIA. "Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: Perdona, Señor, perdona a tu pueblo..."(Jl 2, 12-18). Sacerdotes de Dios para interceder por los hombres. Ayudándoles a estar a buenas con el Señor, dándoles a conocer su infinita misericordia y su justicia implacable. Pidiendo perdón por los pecados propios y por los de todo el pueblo, desagraviando con el propio sacrificio tanto desamor como se tiene con quien es el Amor. Rogar hasta las lágrimas y los hondos suspiros del alma que sufre, como propias, las ofensas que otros infieren a Dios. Unirse a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, clavarse en su Cruz con serena y gozosa esperanza. Comenzamos el tiempo de la conversión y la penitencia. Cuarenta días de desierto donde buscar a Dios y purificar el alma, tan manchada y tan inclinada hacia el mal. Quiero aprovechar estos días con intensidad y constancia, fortaleciendo mi decisión de serte fiel hasta la muerte. Ojala lo consiga... Dios mío, ven en mi ayuda. Date prisa en socorrerme.

El profeta Joel sigue diciendo: "Que el Señor sienta celos por su tierra y perdone a su pueblo" (Jl 2, 18). Perdona, Señor, perdona a tu pueblo. Colores de penitencia, el morado de la cuaresma, el clamor y los gemidos implorando piedad y compasión para este pueblo, que hace poco danzaba y retozaba en la impiedad y la burla, entre risas y borracheras, y ahora calla y llora, abatido y hambriento, vacío y dolorido... Dios mío, Tú ya nos conoces, incluso sabías al crearnos que te traicionaríamos, que te olvidaríamos, que te despreciaríamos. Sí, Señor, Tú sabías del barro que estamos hechos. Y, sin embargo, nos amaste, nos diste la vida, nos llamaste nos perdonaste tantas veces... Gracias, Padre mío, por ser tan pródigo en tu perdón, tan derrochador de amores y misericordia. Bendito seas, Señor, bendito seas. Y sigue así, sigue enamorado de este pobre hombre que quiere y no puede, o que puede pero no quiere. Yo mismo no me comprendo. Sólo estoy seguro de una cosa, de que me amas hasta los celos... Quién te amara así, quién jamás te hubiera ofendido...

"Cooperando, pues, con él os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios". (2Co 6, 1). Es una lluvia torrencial la que a veces cae sobre nuestra pobre tierra reseca. El velo que oculta las maravillas de Dios se descorre un poco, para dejar entrever nada más el poder y la bondad del Señor. Entonces uno comprende lo que significa la entrega generosa y la renuncia por amor a Cristo. Entonces las lágrimas acuden silenciosas, punza por dentro el desamor de tantas veces. Nace otra vez la ilusión y el buen deseo. Quererte más y más, tratar de corresponder mejor a amor inefable. Comprometerme más seriamente en la tarea de sembrar tu palabra, en el afán de ser santo a los ojos de mi Dios y Señor. Recomenzar como si nada hubiera ocurrido. Rectificar y recuperar cuanto pueda lo pudo perderse.

“Convertíos y creed el Evangelio” (Mc 1, 14). Esta exhortación la repite el sacerdote al imponer la ceniza en el rito que abre la Cuaresma. Evangelio equivale literalmente a Buena Noticia. Y así es, en efecto, pues no hay mejor noticia que la que se contiene en el Evangelio, la gran buena nueva de que Dios nos salva por medio de Cristo. El muere para redimirnos de nuestros pecados y para darnos una vida nueva, la de los hijos de Dios. Mejor que esto no hay nada en el mundo entero. En cuanto al término “convertíos”, otros traducen “arrepentíos” y no sin motivo, pues en definitiva se trata, en primer lugar, de reconocer la gravedad de nuestro pecado y llenarnos de compunción, de dolor de corazón por haberlo cometido. Entonces, si nos arrepentimos de verdad, también nos convertiremos, cambiaremos de conducta, nos enmendaremos de nuestros pecados y lucharemos para reparar el mal ocasionado y desagraviar al Señor. Si le hemos ofendido con una mala acción, hemos de intentar responder a su perdón con una vida de entrega generosa y constante.

"Cuando vio Dios sus obras y cómo se convertían de su mala vida, tuvo piedad de su pueblo el Señor Dios nuestro" (Jns 3, 10). Jonás se resistía a predicar, huía de Dios, le costaba ir a los ninivitas y hablarles de penitencia y conversión. Parece que no quería que aquellos paganos conocieran el camino de la salvación. Al final, cuando los ninivitas se arrepienten de su pecado y Dios les perdona, el profeta se enfada, protesta y de nuevo huye a su triste soledad. No comprendía que también aquellos pecadores eran hijos del Padre común, que también a ellos les había dado el ser y el existir. Jonás escucharía, asombrado y es de suponer que arrepentido como todo hombre, por pecador y malvado, si reconoce su culpa y pide perdón compungido a Dios, alcanza el perdón y la misericordia divina...

Gracias, Padre mío, por tu perdón y tu misericordia para con los pecadores, por grandes que sean los delitos cometidos. Gracias por el bien que concedes a quienes perdonas y amas. Y, sobre todo, gracia porque no me has condenado a mí, porque no me condenas, porque tienes paciencia conmigo... Lo que me duele y entristece a veces es que no tengo remedio... Pero no quiero estar triste, quiero confiar siempre en Ti. A pesar de todo.

3.- LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN

Por Gabriel González del Estal

1. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor. La palabra “corazón” significa, en el contexto de esta primera lectura del profeta Joel, el centro de la persona, de donde dimanan las buenas y las malas acciones. Rasgar los corazones es purificarlos de las malas intenciones y de los malos deseos, es purificar la voluntad para que siempre quiera lo que Dios quiere. Rasgar las vestiduras es sólo un gesto externo, que sólo tiene valor ante Dios cuando es expresión de una voluntad de conversión. Rasgar el corazón tiene mucho que ver con el amor. El amor nos lleva y nos empuja, es realmente el que dirige nuestra vida. Nuestro corazón puede estar lleno de pequeños o grandes amores que nos inclinan, nos giran, en dirección contraria a Dios. En estos casos, convertirse es, fundamentalmente, convertir el corazón, convertir el amor. Convertir nuestro corazón a Dios es girar nuestro corazón hacia Dios, cuando hay amores intermedios que lo desorientan y lo hacen girar en dirección contraria. Por eso, convertir el corazón es rasgar el corazón, porque nuestros desamores y malos amores lo tienen orientado en una mala dirección. Toda auténtica conversión supone rasgadura del corazón, aunque, afortunadamente, cuando de auténtica conversión se trata, la rasgadura del corazón añade al dolor inicial un posterior y gran gozo. El dolor inicial de la rasgadura es algo inevitable. La cuaresma es tiempo de penitencia, de rasgar el corazón, pero con la vista puesta en la Pascua, que es un tiempo de gozo. El inicial dolor de la penitencia cuaresmal se convertirá, en la pascua, en auténtica alegría y gozo.

2. Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. La limosna sólo es moneda religiosamente válida, cuando va bien envuelta en papel de humildad. Para el que la recibe, la limosna puede tener solamente un valor pecuniario, pero para el que la da, la limosna debe tener siempre un valor religioso y espiritual. Cuando nuestra limosna sale de nuestras manos motivada por la vanidad, o por otras intenciones menos buenas, entonces la limosna no nos purifica, ni nos convierte. Dicen los sociólogos que para conocer la auténtica bondad de una persona, lo mejor es meterle la mano en el bolsillo. Es más fácil orar, que dar limosna. Dar limosna, en sentido religioso, es dar al necesitado un dinero que considero bueno para mí, pero del que me desprendo por amor al otro. No debemos buscar ninguna rentabilidad personal en la limosna: doy por amor a otro algo que amo para mí. Y lo doy sin buscar ninguna contrapartida a cambio. La verdadera limosna siempre debe ser fruto de nuestro amor al prójimo.

3. Misericordia; señor: hemos pecado. Comencemos la cuaresma, reconociéndonos pecadores y sabiendo que nuestro Dios es compasivo y misericordioso. Así lo repetimos hoy en el salmo responsorial. El pecado nunca debe producir en nosotros desánimo, sino propósito de conversión. A un corazón humillado y arrepentido no lo desprecia el Señor. La cuaresma es tiempo penitencial; la mejor penitencia es aquella que mejor nos prepare y nos disponga para la conversión, que mejor purifique nuestro corazón. Por eso, terminemos rezando con el salmo: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”.

4.- EL OFUSCAMIENTO DE NUESTRO PECADO

Por José María Martín OSA

1.- Las tentaciones de Jesús en el desierto son las nuestras. Jesús se retiró al desierto para orar y prepararse para su misión. La experiencia del desierto nos muestra la evidencia de la fragilidad de nuestra vida de fe. El desierto es carencia y prueba, nos muestra la realidad de nuestra pobreza. Por eso tenemos miedo a entrar en nuestro interior, sentimos pavor ante el silencio. Surge la tentación, la prueba.....Sin embargo, el exponerse a una prueba es lo que hace progresar al deportista o al estudiante.

* Las tentaciones de Jesús  en el desierto son las nuestras:

--  El hambre, que simboliza todas las "reivindicaciones" del cuerpo.

--  La necesidad de seguridad, aunque sea al precio de perjudicar al prójimo.

--  La sed de poder, el temible instinto de dominación.

2.- ¿Por qué fue tentado Jesús? San Agustín nos dice que permitió ser tentado para ayudarnos a resistir al tentador: "El rey de los mártires nos presenta ejemplos de cómo hemos de combatir y de cómo ayuda misericordiosamente a los combatientes. Si el mundo te promete placer carnal, respóndele que más deleitable es Dios. Si te promete honores y dignidades temporales, respóndele que el reino de Dios es más excelso que todo. Si te promete curiosidades superfluas y condenables, respóndele que sólo la verdad de Dios no se equivoca. En todos los halagos del mundo aparecen estas tres cosas: o el placer, o la curiosidad, o la soberbia". La diferencia entre Jesús y nosotros es que el triunfó donde nosotros sucumbimos a menudo.

3.- No podemos obviar la realidad del pecado. Sólo el reconocimiento de nuestro pecado nos pone en disposición para captar la generosidad del perdón de Dios. Es el don gratuito de la amnistía que Dios nos regala a raudales. El pecado es dejarse llevar por la sinrazón. Es el engaño que nos seduce como aparece en el relato del Génesis. Sólo cuando se nos abren los ojos nos damos cuenta de que nos hemos equivocado. Porque el pecado es una traición al amor de Dios, es no ser fiel a nuestro compromiso bautismal, es alejarnos de Aquél que es nuestra vida. Por eso debemos pedir al Señor un corazón puro, renovado, transformado. Estas son las palabras del Papa en su mensaje para esta Cuaresma:

“Las obras de misericordia nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado»… más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.”

5.- LA SANTA CENIZA

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Tiene su importancia esta presencia de la ceniza en nuestra primera celebración de Cuaresma. Refleja las vías penitenciales que nos vienen del Antiguo Testamento: “Vestirse de saco y cubrirse con ceniza…”. Era la representación pública del arrepentimiento, de la rectificación de las malas conductas. Y dentro ya del tiempo del cristianismo, recordar que la imposición de la ceniza venía acompañada de una frase profunda: “Recuerda, hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás”. Se llega, sin duda, al arrepentimiento y la penitencia cuando se comprende lo poco es que somos frente a la grandeza y generosidad de Dios. Hoy se nos ha impuesto la ceniza acompañada por la palabra del ministro que ha dicho “Conviértete y cree en el Evangelio”. Es una frase muy bella y, tal vez, más alejada de un cierto tremendismo que se quiso dar en el pasado a la celebración de la penitencia. Aunque creo con sinceridad que es útil recordar –como he hecho—esos caminos anteriores.

2.- Si recibimos la ceniza como un rito sin contenido, si en nuestro corazón no está el arrepentimiento y el propósito, asumido hoy, de mejorar en nosotros lo que nos separa de Dios y de los hermanos, pues, en efecto, solo se podrá ver como un exótico recuerdo del pasado. Esta ceniza, como todos los signos y símbolos de la Santa Liturgia, tiene su valor santificante y curativo. La ceniza recibida es santa y santificada, sin duda. Procede de quemar las palmas utilizadas en la fiesta del Domingo de Ramos del año pasado, y ha sido bendecida por el sacerdote antes de comenzar su administración. Y por eso algo hará en nosotros si la recibimos con fe.

3.- ¿Y qué es la Cuaresma que ahora hemos comenzado? Bueno, como sabéis, recuerda los 40 días que Jesús de Nazaret pasó en el desierto orando y preparándose para su vida pública. En ese tiempo fue tentado por el demonio. El próximo domingo, celebramos el Primero de la Cuaresma y, en el evangelio de Lucas, se lee el relato de las tentaciones del Señor. La Iglesia quiere que este tiempo sea una amplia secuencia de preparación para las fiestas grandes de nuestra fe. La Cuaresma termina con el Triduo Pascual: con el Viernes Santo, la muerte de Jesús, y el inicio de la Pascua, con la conmemoración de la Resurrección del Señor. La preparación no es otra que la purificación de nuestra propia vida, el abandono de conductas que endurecen nuestro corazón y lo separan de Dios. La penitencia que simboliza la ceniza es necesaria. Y todo aquel que lo niegue está equivocado. Todos y todas somos grandes pecadores y necesitamos del arrepentimiento, de la rectificación.

4.- Y es obvio que para eso necesitamos tiempo. Y preparación. Cuando se dice que los caminos de arrepentimiento que propicia la cuaresma están en la oración, en el ayuno y la limosna estamos marcando un tiempo de aprendizaje que, con el asesoramiento de los que ya tienen más experiencia al respecto, nos llevará a un replanteamiento de nuestras vidas. No podemos vivir sin oración, no podemos permanecer mudos y fríos ante Dios. Los excesos físicos –y el desorden alimentario es uno de ellos—no ayudan al espíritu, embotan el cuerpo. Y la limosna, que era el modo de la redención de los pecados en el Antiguo Testamento, nos sirve hoy para rectificar nuestros abusos y avaricias. Perseverar en la oración, el ayuno y la limosna nos hará mejores, mucho mejores.

5.- Y relacionado con el ayuno, no sé si resultaría oportuno inventar el régimen de adelgazamiento basado en el ayuno por solidaridad con los hambrientos. Parece como si fuera un aprovechamiento falaz de nuestras necesidades estéticas. Pero, si de la única manera que se adelgaza es no comiendo y un cierto límite de privaciones mejora nuestra mente y nuestro espíritu; y si, finalmente, el dinero que nos ahorramos por no comer –y adelgazar—se lo entregamos a los pobres, pues algo bueno habremos hecho. Más que si nuestro dinero se lo entregamos a una multinacional farmacéutica a cambio de unos alimentos "light" que suelen ser, simplemente, un engañabobos. Esto tiene algo de broma, pero más risibles son esos comportamientos de búsqueda de esbeltez basados en una nueva forma de despilfarro o de "sacrificio" dirigido solo a nosotros y a nuestro espejo. El ayuno hoy tiene más sentido que nunca en función de la mucha hambre que hay en el mundo. Los alimentos que nos sobran, o no se consumen, deben servir para ayudar a los hermanos. En este Miércoles de Ceniza se nos recuerda que la Oración, el Ayuno y Limosna es la base de una buena cuaresma. Lo anterior algo sirve.

6.- Los textos litúrgicos de hoy son, de verdad impresionantes. En la primera lectura se nos narra un episodio de arrepentimiento en el Antiguo Testamento. El fragmento que hemos escuchado del Libro de Joel es un bello ejemplo de ello. Dios perdona y el pueblo se arrepiente y su contenido se funde en nuestro interior –creo yo—con los deseos personales de mejora. El salmo 50 es el famoso “Miserere”, utilizado por la Iglesia desde hace muchos siglos como texto penitencial. La belleza del texto reside en que tras el arrepentimiento vuelve la alegría porque Dios ha vuelto a nuestra cercanía. Y, en cuanto al fragmento de la Segunda Carta a los Corintios, hay una frase de Pablo de Tarso que nos aclara muchas cosas hoy. Dice: “ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”. Eso es. Hoy ya es tiempo favorable, estamos en el día de la salvación.

7.- Sin duda, Jesús en el Evangelio nos da el mejor mensaje para que no actuemos en religión con la falsedad de los fariseos. No hemos de presumir de nuestras obras buenas. No es importante que la gente nos vea ayunar. Es cierto que en este tiempo de incrementada increencia, muchos cristianos harán lo contrario. Tratarán de esconder ante los demás su participación en los ritos de la Iglesia. Lo cual es muy parecido a lo contrario, a lo que dice Jesús, pues se aplican modos humanos de hipocresía, en lugar de sinceridad en nuestros actos. Aunque, probablemente, todavía tendremos entre nosotros gente que presume de cumplidora de esos ritos, sin que en el corazón no tengan ningún sentimiento de bondad o de arrepentimiento.

Iniciemos, pues, la Cuaresma con esperanza y alegría. Podemos intentar cambiar, ser sinceros, buenos hermanos de todos, sobre todo de los más desfavorecidos. Y, sobre todo, poner nuestra confianza en Dios y mediante la oración purificarnos de lo que nos hace tanto daño.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

RECTIFICAR, MEJORAR, EMPRENDER NUEVA RUTA

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- En los días que toca y con periodicidad anual, los fieles musulmanes, practican un particular ayuno, durante el tiempo llamado del Ramadán. Nos lo notifican las agencias, lo dicen y repiten con detalle, hasta saciarnos. A ves nos preguntan ellos, a mí en concreto se me ha hecho, si “hago alguna vez Ramadán”. Yo siempre digo que el cristiano debe practicar ayuno determinados días, pero que, más que detalladas horas, en determinados días, lo que importa es saber tener sentido del dominio de uno mismo. Saber ser señores de su propia individualidad, domesticándose incluso en el dominio de la alimentación. Me abstengo a veces, pensando en lo que conviene en ese momento a mi salud, que debo conservar como un don de Dios, o pensando en los que no disponen de medios para adquirir el alimento necesario y padecen y mueren de hambre. Abstenerme debo y que ellos, aunque sea sólo uno, gracias a mi donativo, puedan siquiera alimentarse mínimamente. Es uno de los sentidos que le doy a mi ayuno, que no es de ninguna manera, pues, masoquismo. Reconozco, no obstante, que el cristiano occidental practica muy poco esta penitencia. Nos lo reprochan con razón, los fieles orientales.

2.- Hoy recibimos durante la liturgia, simbólicamente, una pizca de ceniza. Antiguamente era un puñado la que se depositaba en la cabeza, recordándole al fiel su futuro corporal e invitándoles a unirse a la pasión de Cristo, sufriendo las molestias propias del desagradable polvo que se escurría entre piel y vestido, sufriendo el picor correspondiente. Pese a lo que digo y que lo lamente, no me preocupa demasiado que el rito sea tan minúsculo y acudan pocas personas a recibirlo. Otras cosas merecen mayor interés y mejoramiento.

3.- Se trata de que, por el camino de nuestra existencia, en este santo tiempo, nos detengamos para estudiar si nuestra ruta vital es la correcta. El antiguo navegante, provisto de delicados instrumentos astronómicos de cálculo, cuadrante y astrolabio, entre otros, lo hacía cada noche, para corregir su rumbo y llegar a la meta deseada. No debemos errar nosotros la llegada al puerto de la Eternidad feliz. Este es el mensaje de la primera lectura de hoy.

4.- Sentíos, mis queridos jóvenes lectores, pilotos responsables de vuestra propia vida. Extended el evangelio, como el navegante lo hacía con la carta náutica y meditadlo, sacando las conclusiones y consecuencias oportunas. Hay que estrechar los lazos que nos unen a Dios. Reconciliarnos con Él, del que con tanta facilidad nos alejamos. La cuaresma es el momento más oportuno, sintiéndonos acompañados y estimulados por tantos solitarios monjes que con rigor cumplen y rezan por nosotros. Es tiempo de exámenes, no lo olvidéis, no sea que perdáis este curso espiritual y debáis repetir. Y todo el programa que se nos propone, hay que practicarlo con alegría. La felicidad que contagiéis, sea consecuencia de vuestros sacrificios, mis queridos jóvenes lectores.

5.- Hecho todo considerando que la presencia de Dios está siempre próxima. Él lo ve, Él lo examina, Él lo juzgará. Vivamos generosa y disciplinariamente, que Él nos premiará. La entrada en el Cielo es de más valor, más espectacular, que la alfombra roja del mejor acontecimiento al que podamos ser invitados.

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