30 noviembre 2015

II Domingo de Adviento: Para la homilía

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LA SALVACION LLEGA POR LA ESCUCHA
Situación: el evangelio de la escucha
Necesitamos ser escuchados; pagamos para que alguien nos escuche. Necesitamos que alguien se detenga ante nuestras alegrías y preocupaciones. A pesar de todos los medios de comunicación a nuestro alcance, a pesar de estar hiperconectados… corremos el riesgo de habitar una ciudad de sordos; corremos el riesgo de no “distinguir los ecos de las voces”. La presencia y la voz de los “descartados” de nuestro mundo exige que alguien escuche su grito, el grito de la dignidad humana.
“Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron, 
vivir la vida y aceptar el reto, 
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos, 
desplegar las alas
e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos. 
Porque cada día es un comienzo nuevo, 
porque esta es la hora y el mejor momento. 
porque no estás solo, porque yo te quiero” 
(Mario Benedetti).
La luz de la Palabra de Dios
Dios está permanentemente en línea: nos escucha y nos habla; es el Dios de la comunicación, de la escucha y de la palabra.
Dios también sueña con sentirse escuchado porque clama por la dignidad de todos los hombres y mujeres. “Ojalá me escuchase Israel”.
Dios nos habla por los profetas, por terceras personas; todo hombre es portador de una palabra de parte de Dios. “El que os escucha a vosotros, a mí me escucha; y el que me escucha a mí, escucha al que me ha enviado”.
“Vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”. Dios dirige su palabra a la humanidad por medio de Juan Bautista; Dios está empeñado en provocar con la humanidad un diálogo de salvación.
Los profetas, de parte de Dios, nos invitan al realismo y la esperanza: hay valles muy profundos y montañas muy altas, pero “todos verán la salvación de Dios”.
El que viene rellena los valles, rebaja las montañas, endereza los caminos… Esta es nuestra cofianza: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena, la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús”. Hay que “echar una mano”.
Lucio Arnaiz Alonso

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