28 noviembre 2015

I Domingo de Adviento: La misa del Domingo



Domingo de la 1a semana de Adviento (Ciclo C)

Jeremías 33, 14-1
Sal 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14
Tesalonicenses 3, 12-4,2
Lucas 21, 25-28. 34-36



LA NOVEDAD DEL ADVIENTO

Un año más comenzamos el tiempo de Adviento. Pese a celebrarlo todos los años, el Adviento siempre tiene y trae novedad. Nosotros no somos los mismos y nuestras esperanzas (las pequeñas), van cambiado año tras año; no hay más que ver nuestras pequeñas ilusiones, proyectos, retos, necesidades, preocupaciones que tenemos… todas ellas son expresión del deseo que no podemos nunca apagar. Lo intentemos de la forma que sea, nosotros, por nosotros mismos, no podemos saciar nuestra sed, acallar los gritos que nos dice que las cosas pueden (deben) de otra manera.

Y aquí está la novedad que todo Adviento trae consigo. Siempre, siempre, por el hecho de estar Dios metido en esta partida, las esperanzas quedan saturadas y sobrepasadas, llevándonos hacia cielos no imaginados.

LLEGAN DÍAS

El Adviento, cada Adviento, no solo nos invita soñar y esperar un futuro mejor, sino que nos trae la promesa de su cumplimiento. Durante este tiempo diversas profecías (Jeremías, Baruc, Sofonías y Miqueas), en las primeras lecturas, actualizan la promesa que el Pueblo de Israel recibió, en repetidas ocasiones, y que se vio cumplida con creces en la persona de Jesús, ese «vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra».


Por eso, recibir el Adviento sabiendo que Dios se compromete, de parte a parte, en sus promesas, es apostar sobre seguro. La esperanza en la llegada de esos días en los que todos viviremos tranquilos —que todos deseamos y necesitamos—, no es vana ni ilusoria, sino que es anticipo del cumplimiento de la promesa que recibiremos.

ALZAD LA CABEZA

Por eso es fundamental que, en medio de los signos negativos que hacen gritar nuestra esperanza, alcemos la cabeza y sepamos identificar esos renuevos de esperanza que ya comienzan a florecer entre nosotros. Cuando seamos capaces de descubrirlos, habremos, no solo «comenzado» el Adviento —por que toca de manera rutinaria—, sino a vivirlo y a celebrarlo. Porque esa esperanza prometida y anhelada, no es solo un futuro por lograr, sino un presente que cultivar.

Esa pista, hacia el momento presente, nos la da la segunda lectura, cuando Pablo pide para los cristianos de Tesalónica que Dios los haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos. Esos son los primeros destellos de nuestra liberación; los primeros rayos del nuevo día que ha de llegar.

ESTAD SIEMPRE DESPIERTOS

Por todo ello, acojamos esta primera semana de Adviento y concienciémonos de estar alerta, de no dejarse distraer, de tener la mirada y el corazón lúcidos; la primera, para mirar y descubrir, el segundo, para amar. Estando así atentos a los signos de este nuevo amanecer y para ser, nosotros mismo, anticipos del nuevo día para los demás.

Santiago García Mourelo, sdb

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