07 octubre 2015

Domingo 11 octubre: Homilías



1.- QUÉ DIFÍCIL ES NO ESTAR APEGADO AL DINERO

Por Gabriel González del Estal

1. ¡Qué difícil es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Este dicho de Jesús es tan válido hoy para nosotros, como lo era para los discípulos y paisanos del Maestro de Galilea. Porque, en nuestra sociedad actual, el dinero es el medio para conseguir casi todo lo que tenemos y queremos tener: el bienestar de los hijos, la casa, el coche, la ropa que vestimos, los viajes que hacemos, los pequeños o grandes placeres que nos damos… No son sólo los ricos los que aman el dinero, igualmente los pobres. Los ricos, porque no quieren perder lo que tienen, los pobres porque quieren conseguir lo que no tienen. La reacción de los discípulos de Jesús ante las palabras del Maestro es muy significativa. Reaccionan espantados: entonces, ¿quién puede salvarse? ¿Es que todos los discípulos de Jesús eran ricos? Sabemos que no. Ellos no eran ricos, pero reconocían que tenían puesta su confianza en el dinero y, además, creían que todo el mundo era así. Por eso, reaccionan cómo reaccionan, pensando que, según las palabras del Maestro, no iba a salvarse nadie. Y el mismo Jesús, en la respuesta que les da, reconoce que así será para todos los que no gocen de una especial gracia de Dios, porque, en sí, es algo imposible para los hombres. Es decir, que según el mismo Jesús es muy difícil no tener puesta la confianza en el dinero. Bueno, pues yo creo que lo que tenemos que hacer nosotros es examinarnos con sinceridad e imparcialidad. Ya dice el dicho popular: si quieres conocer la religiosidad de una persona, no le preguntes si va a misa, tócale el bolsillo. ¿Tenemos bien guardado, con siete llaves, nuestro bolsillo, o tenemos habitualmente el bolsillo abierto a las necesidades de la Iglesia y de los pobres?


2. Supliqué y se me concedió la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. Sabemos que la prudencia es una virtud cardinal, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello. La sabiduría es el grado más alto de conocimiento, que consiste, simplificando mucho, en vivir prudentemente. Aquí, en el libro de la Sabiduría se nos dice que lo que a Dios le agrada es que prefiramos la sabiduría a cualquier otro tesoro, incluido, por supuesto, la riqueza, y que vivamos prudentemente, haciendo en cada momento lo que Dios quiere que hagamos. En el texto esta frase se aplicó al frágil Salomón, pero es bueno que cada uno de nosotros la hagamos norma de nuestra conducta. Dios no nos va a fallar.

3. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquél a quien hemos de rendir cuentas. Como se nos dice en esta carta a los Hebreos, Dios ve en el interior de nuestra alma y de nuestro corazón; podemos engañar a los demás y hasta a nosotros mismos, pero a Dios no le vamos a engañar nunca. Debemos examinarnos todos los días ante Dios, con sinceridad y humildad, con sabiduría y prudencia. Y que en nuestro examen interior de cada día, no falte nunca la pregunta por el buen o mal uso que hemos hecho de nuestro tiempo y de nuestro dinero; es decir, si hemos sido prudentes y sabios, o imprudentes y necios. En definitiva, que intentemos ser siempre buenos, como es bueno Dios nuestro Padre, y como fue bueno su Hijo Jesús de Nazaret.

2.- LA RADICALIDAD DEL SEGUIMIENTO

Por José María Martín OSA

1.- ¿Qué hacer para poseer la "Vida" auténtica? ¿Qué haré para heredar la vida eterna? Unas preguntas que cada vez se hacen menos personas en este mundo actual, en que parece que interesa más lo inminente que lo trascendente, lo inmediato que lo lejano, lo de tejas para abajo que los asuntos del cielo. Sin embargo, el hombre no puede engañarse a sí mismo y, tarde o temprano, tiene que hacerse esta pregunta. Porque todos queremos vivir y que la vida no se acabe nunca. ¿Qué hacer para poseer la "Vida" auténtica? Vive a tope, goza, no repares en nada, aprovéchate lo que puedas, enriquécete lo más rápido posible, no te preocupes por nada, vive el presente.

¡Qué ingenuo puede parecer Jesús para muchos hombres y mujeres de hoy que piensan así! ¿Cumplir los mandamientos? Es muy difícil, casi imposible, "comamos y bebamos..." Pero Jesús nos diría hoy lo mismo: "Ya sabes los mandamientos, ¡practícalos!". No creo que Jesús entienda "el cumplir" como lo entendían los fariseos, que se contentaban con el cumplimiento externo de la ley. Él habla de otra cosa, de vivir lo que dicen los mandamientos, no simplemente de no hacer lo prohibido. Quiere que veas el lado positivo: donde dice "no matarás", te dice "trabaja para que todos tengan una vida digna".

2. - Una cosa te falta... Es curiosa la reacción de la persona que pregunta a Jesús, joven o viejo da igual, pues trata de justificar que ha cumplido todos los mandamientos desde pequeño. Nosotros podríamos decir algo parecido: si desde niño he ido a misa, si he procurado no meterme con nadie, si he cumplido religiosamente con la Iglesia, si he guardado el ayuno y la abstinencia. Una cosa te falta... Una fotocopia de un texto utilizado en catequesis de jóvenes decía algo así: "Eres joven, eres rico, ¿qué más quieres Federico?". Pero el joven se da cuenta de que no es feliz, a pesar de todas sus riquezas y que le falta una cosa, algo que llene su vida de verdad y comienza a desprenderse de todo lo que le sobra y en el fondo le pesa y le estorba. Y descubre que se puede ser feliz de otra manera, "desprendiéndose" de toda la carga material que lleva. Sólo así queda ligero de equipaje para seguir a Jesús. Está claro en el evangelio: "anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme". Aquella persona se marchó triste porque le costaba mucho dejar sus bienes, lo mismo que a nosotros nos cuesta darnos cuenta de que estamos metidos en una tela de araña, el consumismo, de la cual nos es muy difícil salir.

3.- ¡Qué feliz es aquél que elige ser pobre y austero! Jesús deja claro que es muy difícil compaginar riquezas y Reino de Dios. Y no porque los bienes materiales sean malos en sí -los judíos creían que eran signo de la bendición de Dios- sino porque muchas riquezas "son baratas", son obtenidas por medios injustos o en todo caso convierten a la persona en "esclavo" del dinero, insensible a la miseria en que vive gran parte de la humanidad. ¿Qué decir de la especulación del suelo y de los negocios inmobiliarios? Ahora comprendemos lo del camello y el ojo de la aguja. Algunos decían que el ojo de la aguja era el nombre de una de las puertas de entrada a Jerusalén donde mal que bien podía entrar un camello. Sea como sea, lo que está claro es el sentido que Jesús quiere dar a esta expresión. Sin embargo, alaba la generosidad, la gratuidad de aquellos que habiéndolo dejado todo reciben en este mundo cien veces más y además la vida eterna. ¡Qué gran verdad! ¡Qué feliz es aquel que elige ser pobre y austero, que se conforma con lo necesario para vivir y tiene libertad de espíritu para seguir a Jesús!

4 - Dios te pide algo más. Si consideras que "ya eres bueno" porque cumples, presta atención, quizás necesitas un poco de conversión. No basta con contentarse con lo mínimo, con lo fácil, con aquello que no compromete mis seguridades. Dios te pide algo más, tu corazón te pide algo más, una cosa te falta... intenta compartir tus dones, no solo los materiales, con tu prójimo y entonces encontrarás la Vida plena aquí, y también la eterna si te preocupa el futuro y no sólo el momento presente.

3.- EL SEÑOR GUSTA DE CORAZONES APASIONADOS

Por Antonio García-Moreno

DANOS TU SABIDURÍA. "Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría" (Sb 7, 7). El autor del libro sagrado exulta de gozo. Ha rogado a Dios que le conceda la sabiduría y Dios le ha escuchado, ha satisfecho su deseo. Él no pedía riquezas, ni salud, ni prosperidad. Él sólo quiso ser prudente, tener la justa medida de las cosas, poseer la sabiduría que le hiciera comprender el sentido real de la vida y de la muerte, capaz de verlo todo bajo el prisma mismo de Dios.

Cómo tenemos que aprender a pedir al Señor lo que más nos conviene, lo que en verdad es mejor para nosotros. A veces, por no decir siempre, pedimos solamente cosas materiales, cosas que duran poco o que sirven para gran cosa: éxito en los negocios, suerte en la lotería o en las quinielas, salud para el cuerpo, una vida confortable y sin complicaciones. Cosas que son buenas, sí, pero que no son las más importantes, ni las más necesarias. Cosas que se quedan en la materia, sin tener en cuenta las exigencias del espíritu. Cosas que a menudo son incluso un estorbo para vivir mejor nuestro cristianismo. Cosas que, a la larga, nos alejan del Señor. Si todo lo tuviéramos solucionado, terminaríamos olvidándonos de Dios.

Hoy, reflexionando ante la oración del sabio de la Biblia, vamos a pedirte con él, Señor, que nos concedas la sabiduría. Ese don del Espíritu Santo que nos haga vivir de otro modo. Más conscientes del valor relativo que tienen las cosas materiales. Persuadidos de que una sola cosa es necesaria, sólo una es imprescindible, sólo una es definitiva: vivir y morir plenamente nuestra fe de cristianos, esta aventura fabulosa de amarte sobre todas las cosas, y de querer sinceramente a los demás. Somos torpes, pobres ciegos incapaces de descubrir la luz, caminando sin rumbo por una noche perenne. Sé tú, Señor, nuestro buen lazarillo, atiende nuestra súplica y concédenos la sabiduría.

¡SÍGUEME! "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" (Mc 10, 17).El joven rico del Evangelio ha quedado como prototipo de vocación frustrada, de ilusiones rotas, de deseos fallidos. Él tenía buena voluntad e inquietud por ser cada vez mejor, por alcanzar metas más altas. Aspiraba nada menos que a conquistar la vida eterna. En esto es ya un ejemplo para cada uno de nosotros, tan conformistas a veces, tan aburguesados a menudo, tan amigos de la postura horizontal, tan dados a no querer complicarnos la vida, como si fuera suficiente un ir tirando para lograr el premio final. No nos engañemos y despertemos de nuestro cómodo dormitar en una mediocridad anodina. Sólo los esforzados, los violentos, los que luchan por mejorar cada día, alcanzarán la dicha de los justos. El Señor responde a aquel muchacho que tantas ganas tenía de ser perfecto. Primero es preciso cumplir los mandamientos de la Ley de Dios. Ese es el principio, los cimientos sobre los que hemos de edificar nuestra amistad con Dios. Nadie, en efecto, puede ser amigo suyo y al mismo tiempo no cumplir sus mandatos. Eso sería una paradoja, un absurdo, una mentira. Vosotros sois mis amigos nos dice Jesús, si hacéis lo que os mando.

Pero ese muchacho quiere más, su espíritu anhela volar alto, llegar hasta la cima más elevada de la perfección. Al verle tan audaz y entusiasmado, Jesús le mira con amor. El Señor gusta de corazones apasionados, capaces de grandes sueños, de proyectos imposibles e ilusiones juveniles, de espíritus con aire deportivo que luchan por llegar lo más arriba posible en el itinerario hacia Dios. Lástima que este muchacho se echara atrás en el momento decisivo. Su mirada clara y luminosa se ensombreció, su corazón joven envejeció de pronto, se anquilosó. El que vino con tanta urgencia se quedó parado en su marcha hacia adelante, se retiró entristecido. El que hubiera sido quizá otro discípulo amado, otro apóstol apasionado y valiente, se quedó enmarcado en ese personaje triste que dijo que no a la llamada de Dios.

También hoy pasa Jesús por nuestras calles, también hoy muchos corren tras de él con el corazón cargado de ilusiones y de buenos deseos. Como entonces, hay quienes le siguen después de haberlo abandonado todo por él, encontrando luego cien veces más de cuanto dejaron. Otros, como el joven rico, se echan atrás cuando oyen la voz del Señor que los llama a una vida abnegada y generosa, se quedan tristes y aburridos, agarrados a esas riquezas caducas que de poco les servirán.

4.- ¿ALGO ETERNO?

Por Javier Leoz

1.- Qué gran frase la del Papa Francisco en la misa de apertura del Sínodo de la Familia en Roma el pasado Domingo: “La verdad no cambia según la moda”.

Y una verdad, fundamental en nuestra vida cristiana, por la que nos movemos, creemos, existimos y seguimos a Jesús es que CREEMOS EN LA VIDA ETERNA.

¿Cambia en algo el hecho de que, el entorno o las ideologías dominantes, pretendan hacernos creer sólo que vemos en detrimento de lo que no alcanzan nuestros ojos? En absoluto. Caerán muchos discursos ideológicos, se sucederán una generación tras otra e incluso, aquellos que piensan que “lo eterno” es un imposible caerán en el olvido. Mientras tanto una multitud de ciudadanos del mañana, como el joven rico, se seguirán preguntando: ¿Qué tengo que hacer para alcanzar la Vida Eterna?

Encontrarse con Jesús conlleva algunas interpelaciones que afectan al “yo espiritual”. Y una de esas preguntas es precisamente “la eternidad”.

Sin ella ¿tiene sentido trabajar por los demás? Sin ese horizonte de futuro ¿para qué molestarse en desprenderse de lo que uno considera suyo en beneficio de otros? Siempre, por supuesto, quedará el simple humanismo. Aquel que, por horas y cuando nos apetece, nos empuja al bien pero que no es una constante como lo es o debiera de ser en la vida de un cristiano. Nuestro motor es Cristo pero, el final del viaje, es la Ciudad Eterna. ¿Crees en la eternidad? ¿Sueñas con ella? ¿Haces algo por ganártela aún a sabiendas que es don de Dios?

2. A punto de finalizar el Año Jubilar Teresiano, con motivo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, nos admira su despego. Vivió como si nada tuviera, y cuanto tuvo, lo brindó al servicio de la causa de Jesús. Como diría ella “todo paréceme poco para mi Amado”.

El joven rico, por lo menos, tenía curiosidad y preocupación en el cómo alcanzar el cielo. Hoy, jóvenes y no tan jóvenes (ricos a raudales, con fondos de inversión y bien protegidos por el bienestar material) no se plantean demasiado el qué hacer o del qué deshacerse para heredar la vida eterna. En todo caso ¡Qué hacer para llevar una vida padre! Y, cuanto mejor, mejor.

El afán de tener, la seducción que produce el dinero nos ha aislado de tal manera de la ganancia de Dios que, sinceramente, preferimos ofrecer al Señor –como mucho- un poco de nuestro tiempo o, de vez en cuando y en según qué campañas cuando la iglesia llama, un puñado de monedas. Pero ¿Existe interés por la vida eterna? ¿Qué aspiraciones presentamos los cristianos de hoy? ¿Seríamos capaces de preguntarnos, con la radicalidad de Santa Teresa de Jesús? “¿Qué mandáis hacer de mí? “.

3.- Para alcanzar el Reino de Dios, no pensemos que funciona nuestra matemática y nuestro sistema de “oferta y demanda”. Los valores del Reino no se compran a golpe de talón bancario. La posibilidad de disfrutar la eternidad, viene determinada por el buen uso que demos a nuestra riqueza; por el hacer partícipes de lo poco o mucho que tengamos, a los más pobres; por no llevar “doble contabilidad” entre lo que realizamos ante Dios y lo que escondemos ante los hermanos.

4.- ¿SOY JOVEN RICO?

Mírame, Señor, y dime si es  cierto:

¿Cumplo contigo, pero me  reservo parte de mi gran capital?

¿Vivo en tu amor, pero tengo  otros cariños 

que tienen ruido material?

¿Pregunto por Ti, pero a  continuación, miro en otra dirección?



Mírame, Señor, y dime si es  cierto:

¿Te miro, y por momentos,  siento que algo no funciona en mí?

¿Tengo más de lo que  necesito?

¿Añoro más de lo que tengo?

¿Vivo demasiado pendiente de  lo que nunca podré obtener?

Acaso, Señor ¿no es eso  riqueza también?



Mírame, Señor, y dime si es  cierto:

¿Soy rico o pobre?

¿Tengo interés por el cielo  o simple curiosidad?

¿Te pregunto por saber o, tal  vez por quedarme tranquilo?

¿Me acerco por quererte o,  porque he oído algo de Ti?



Mírame, Señor, y muéstrame  la exigencia de la fe

El ser libre para caminar  junto a Ti

Y, sobre todo, Señor,

ayúdame a descubrir “esa  cosa” que me falta

para que pueda entrar por  esa puerta estrecha

que conduce a ese lugar de  inmenso espacio 

de alegría y de eternidad.



¿Lo harás, Señor?

Y, si por lo que sea, Señor,  tu respuesta 

no me gusta o me sorprende,

no dejes que me pierda en la  riqueza que, 

cuando muera, será pobreza

 incapaz de ganar tan divina riqueza.

Amén.

5.- SABIDURÍA, PALABRA, RIQUEZAS...

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Pese a la crisis, ya muy larga, la economía, la bolsa, el mundo de la inversión están de moda. Y esa crisis no ha restado en los periódicos y otros medios de comunicación, los espacios dedicados a estas cosas. Es verdad. Tal vez, que son menos triunfalistas que en otras épocas. El paro es un problema y un enorme drama. Pero es la armónica creación de riqueza un principio para evitar desigualdades. Crear riqueza es una obligación para todos aquellos que tengan en sus manos responsabilidades de gobierno o de empresa. Pero a veces –y en muchas ocasiones—dicha creación de riqueza tiende a fomentar muchas injusticias con la desgraciada división de una empresa, de una ciudad, de un país dividido entre ricos y pobres y ello un mal asunto. Sin embargo, una política económica adecuada y justa acorta las distancias entre unos y otros. El trabajo en común, unos objetivos bien pensados y un gran sentido del bien común pueden ayudar a mejorar el mundo. El mensaje del Génesis de “Creced y multiplicaos” se expresa bien con esa labor en común para crecer y mejorar. La Tierra fue un don para el hombre y ahí la puso Nuestro Señor para que fundamentase una armónica creación de riquezas.

2.- La codicia y el uso de la violencia –aspectos que también están incluidos en la naturaleza del pecado original—crearon un desequilibrio muy grave. El consumismo es otro gran problema y la tendencia al lujo y a lo “exclusivo”, así como las economías especulativas y no productivas están creando, otra vez, una gran distancia entre ricos y pobres, aún dentro de los países industrializados. Ha parecido durante años que la ecuación final de las economías desarrolladas es que había más justicia social interior en esos países ricos, aun creada a costa de la explotación de otros países. Pero la ya muy citada crisis ha traído que el egoísmo de sus élites, haya creado una mayor riqueza para no distribuirla. Pero no quiere ser este comentario homilético un tratado de economía actual. Solo pretende mostrar, desde el amor y la humildad, la enseñanza del Señor Jesús.

3.- Y, entonces, cuando Jesús de Nazaret dice que no se puede servir a Dios y al dinero está marcando, no solo un consejo moral, describe una constante de la historia del hombre. La adoración al dinero es una gran idolatría y la codicia un pecado muy grande. Es verdad que durante mucho tiempo se ha dado mucha más importancia a –por ejemplo—los pecados sexuales o aquellos que tienden al desorden de la vida cotidiana: orgías, juergas, borracheras. Y no sé hablado apenas de la falta de amor y de caridad, de la atención a los pobres, del demonio de la codicia o del también ídolo atroz de la soberbia.

4.- Es conocida la doble interpretación de las Bienaventuranzas. San Mateo da su matizada versión de ellas y dice: “Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Está marcando un formidable matiz para nuestro interior, que no es –para nada-- una atenuación del sólo “Dichosos los pobres” de San Marcos. No es que Mateo cree una clase de pobres y Marcos otra. En su complementariedad está precisamente nuestra dedicación a los pobres, pero Mateo nos da pistas para nuestra posición ante las riquezas. Y es que si nuestro espíritu es de pobres y no atesoramos en nuestro corazón afán de riquezas nunca seremos ricos, aunque la vida parezca que nos ofrece todo para serlo.

5.- Si el joven del evangelio de este Domingo 28 del Tiempo Ordinario hubiese tenido espíritu de pobre, no se habría ido triste, habría quedado junto a Jesús. Pero, si por el contrario, aun siendo muy pobres, nuestro corazón está lleno de codicia llegaremos a ser ricos o unos desgraciados. Esto es así. Nadie con auténtico espíritu de pobre llegará a ser rico. Y nadie con el corazón lleno de codicia será pobre al estilo evangélico. Es verdad, por otro lado, que en estos temas hay que ser muy cuidadosos en las interpretaciones. Al pobre total, quien apenas come y ve como sus hijos ni siquiera pueden desarrollarse físicamente, no se le puede hablar sólo de la pobreza en el espíritu. Hay que, primero, arrancarle de las garras de la pobreza severa y luego hablarle de esos matices. Jesús se expresó muy bien, con precisión. Dijo: “No se puede servir a Dios y al dinero”. No hizo referencia a riquezas en especie o a otro tipo de posesiones, las cuales, en cierto modo, pueden servir para dar trabajo o cobijo a otros. Es el dinero lo que corrompe y cuando se coloca en el corazón del hombre, echa de él a Dios.

6. - "Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría". "La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo" Las frases del Libro de la Sabiduría y de la Carta a los Hebreos, suplen perfectamente cualquier posibilidad de insistencia en el comentario. La sabiduría era para los judíos el buen entendimiento de las cosas de Dios y junto a ello, también, los conocimientos generales que definen mejor el concepto que nosotros tenemos de sabiduría. La frase de la epístola habla de la Palabra de Dios como viva, eficaz y tajante. Y en el ingrediente de ambas cosas tenemos la mejor receta para vivir mejor. Necesitamos la sabiduría enviada por Dios y podemos encontrarla en su Palabra. Espera la sabiduría el que reza. Y la mejor forma de orar es repetir continuamente la lectura de la Palabra de Dios.

7.- Le hacía falta al joven rico sabiduría para abandonar sus riquezas y seguir a Jesús. El dinero no es un buen ingrediente para los seguidores de Cristo. El culto al dinero es idolatría y es fácil ver a gente torturada por sus deseos de riqueza. El dinero además modifica voluntades y en nuestros tiempos parece que todo puede comprarse con dinero. La sabiduría que debemos pedirle al Señor, saber discernir sobre el valor de la riqueza o de la pobreza. Y que nos aleje de la adoración al dinero.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

UN HOMBRE TAN POBRE TAN POBRE, QUE NO TENÍA MÁS QUE DINERO

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- El pasaje evangélico que leemos en la misa de este domingo es de gran contenido spiritual. Reconozco que las enseñanzas de Jesús que contiene el fragmento son muy importantes. Otro evangelista nos dice que el interlocutor era joven, como vosotros, mis queridos jóvenes lectores, añado yo. Por si no lo sabéis, os advierto que esta enseñanza se ha utilizado injustamente, y con frecuencia, en ámbitos clericales de formación, para retener a vacilantes. Las exigencias que le pone Jesús al joven deben recogerse junto a otras y estudiarlas también a la luz de su comportamiento.

2.- La escena tiene encanto. El chico que se acerca se dirige de muy buena fe al Maestro y muy amablemente le responde Él. Se trata de la salvación eterna respecto a la que el muchacho, hijo de papá, tal vez le llamaríamos hoy, está muy interesado. Salvarse sólo es cosa de amor, responderían algunos hoy, aplicando, erróneamente, una frase de San Agustín. El Amor, diría Pablo y Juan, atraviesa fronteras, si no es falso, hay que advertir. Porque amar es una palabra que se emplea mucho hoy y en sentidos muy equívocos y hasta totalmente incorrectos. Amar es una realidad espiritual concreta, no hay que olvidarlo. Se le puede identificar con cumplir unas reglas, así lo creía el joven. Y el Señor no huye de este terreno, en el que juega en campo propio. Él ha sido siempre cumplidor de los proyectos del Padre.

3.- Si quiere salvarse, deberá cumplir los mandamientos, las diez palabras, así llaman los judíos a la Ley del Sinaí. Y, por si acaso no lo ha entendido, se los recita de uno en uno, aunque se limita a los que se refieren al prójimo. El joven le dice que ya los cumple, pero, como joven que es, ambiciona más, quiere superase, ser emprendedor, en lenguaje de hoy. ¡en que fregao se ha metido!

4.- Ha hablado sinceramente, sin precauciones y de igual manera le contesta el Maestro. Le marca un sendero sin fin. Pensado a su medida, de acuerdo con sus ambiciones. Si quiere ser mejor, que venda lo que tiene y lo dé a los pobres. Y, de inmediato, le siga a Él. Esto no lo había previsto, ni siquiera imaginado. Hace mutis por el foro, se diría en términos teatrales. Y lo hace triste, no lo ignoremos. Observad también que no marcha desesperado, ni condenado. No exageremos la nota, a fuer de sinceros.

5.- A los apóstoles que lo escucharon, también les inquietó la respuesta. Necesitaban explicaciones a su medida. No es que fueran ricachones, pero ninguno de ellos se había acercado al Maestro desde la indigencia. Remacha el clavo el Señor con la frase exagerada, tan propia de un semita. Todos sabéis qué animal es el camello, que tamaño aproximado tiene. Respecto a lo segundo, os advierto que las agujas de coser no eran muy diferentes de las nuestras. En la misma casa de Pedro, en Cafarnaún, se han encontrado agujas de coser, junto con anzuelos de pesca. Nadie se toma al pie de la letra la expresión, evidentemente, pero captan el sentido. Son maneras de hablar.

Los apóstoles saben que el Maestro tiene amigos que no son pobres. Los tres hermanos de Betania son un buen ejemplo. Y el Maestro acude con ellos y en su casa se aloja, sin recriminar su estatus. A las buenas mujeres que perfumaron sus pies, y la de Betania lo hizo con una fragancia de importación, muy cara, no les advirtió que cambiaran de proceder.

6.- Nuestro planeta, ahora bien lo sabemos, está plagado de pobres, gente que no posee lo suficiente para vivir, que malviven o mueren de hambre o de sus consecuencias. Que no reciben auxilios médicos, ni tienen hogar decente. Unos pocos poseen grandes riquezas. Nosotros, yo y vosotros, mis queridos jóvenes lectores, seguramente, somos de los que podemos comer tres veces al día, sabemos leer y escribir, si nos duele algo, somos atendidos, tenemos domicilio, etc. Comparados, pues, con la gran mayoría, somos ricos. ¿Estamos perdidos?

7.- Como no pretendo que este mensaje que os dirijo sea una tesina, resumiré diciéndoos, y diciéndome a mí mismo, que es preciso tomar decisiones que nos conduzcan por caminos de austeridad. Caminos, como los del peregrino, en los que se comparte lo que uno tiene con los compañeros de viaje o los que encuentra inesperadamente y precisan ayuda.

8.- Austeridad significa oír menos música o ver menos la TV, y escuchar más al solitario, al marginado. Aprender idiomas para poder entenderse con los pobres. Saber y querer expresarse en la lengua de los desplazados, aunque no sea la propia de la cultura en la que uno vive. Puede uno pensar que el agua del grifo le resulta desagradable al paladar y tener razón y convenirle algo apetecible, que le permita entregarse al estudio o al trabajo con cierta satisfacción. Pero los refrescos son de muchos precios y escoger los más baratos, será criterio propio de un cristiano.

9.- ¿Tal proceder es masoquista? El Señor no engaña cuando aconseja. Seguramente piensa y perfecciona lo que se dice en el salmo 16(o 15)



El  Señor es mi heredad y mi copa

mi  suerte está en tu mano 

me  ha tocado un lote hermoso

 me encanta mi heredad.



Bendeciré  al Señor, que me aconseja

 hasta de noche me instruye internamente 

tengo  siempre presente al Señor

 con Él a mi derecha no vacilaré.



Por  eso se me alegra el corazón

 se gozan mis entrañas y mi carne descansa  serena…



Os recomiendo que lo leáis todo. Es un salmo corto. Y lo recordéis. Daréis la razón a Dios. Que la tiene siempre, no lo olvidéis. Y después añadiréis, como lo hace el Maestro, la esperanza feliz en la existencia eterna.

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