09 agosto 2015

Jesús presente entre nosotros

Seguimos con la lectura del capitulo sexto del evangelio de Juan, es la página siguiente a la multiplicación de los panes. Continuamos con el discurso de Jesús en que Él nos asegura que es el pan que ha bajado del cielo, nos da la vida eterna, la vida que hemos de alcanzar creyendo en él, realizando los valores que Él vivió, trabajando en nuestra vida por una humanidad reconciliada.
Y las gentes murmuran, le siguen por los milagros que realiza, les ha dado un pan que les ha colmado de asombro y de agradecimiento, pero ahora no comprenden sus palabras. Quién es Jesús, dice que viene del Padre, es el hijo del carpintero, quién es él para prometernos una vida eterna. Es la misma oposición que Jesús encontró en Nazaret, sus paisanos no lo aceptaron, Jesús era un galileo, de Nazaret, hijo de José según se creía, uno de nosotros, ¿cómo puede hablar así del Padre Dios? 
Qué diríamos nosotros. ¿Buscamos a Jesús?, ¿nos acercamos a Él, por qué?.
Hemos oído hoy su mensaje, su primera palabra ha sido: ”Creed en mi”. Cuando Jesús pide creer en él, creer es más que tener unas ideas y vivir luego a nuestra manera. Creer en Jesús, confiar en Él, es fiarnos de su palabra, de su vida. Es asumir en nosotros su estilo de vida, es vivir en nuestra vida realizando sus valores. Conocemos sus valores, conocemos sus palabras “amaos como yo os amo”.
Creer no es fácil, seguir su vida no es fácil, por eso les ha dicho: ”nadie puede venir a mi si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Nosotros podemos buscarle, aquellas masas le buscaban, pero creer en él, es el Padre el que abrirá nuestros ojos. 
Esto no lo podemos olvidar. Lo habremos pensado muchas veces en nuestra vida ante las dudas, en el camino de nuestra fe. Dios es el que nos abre los ojos. Jesús nos dice hoy que la fe es un regalo de Dios. Jesús reconoce que el misterio de su persona no se puede captar sino con el don de la fe, que el Padre es el que da la fe, pero que está condicionado a una actitud responsable nuestra: “trabajad, buscad la fe”, nos ha dicho. Y el nos ofrece hoy una ayuda, ayuda inapreciable.
Él quiere ser el alimento de nuestra vida, para poder llegar a vivir una vida como la suya, amando como Él amaba: “Yo soy el pan que da esa vida, el que coma este pan vivirá para siempre”, nos promete un pan, un alimento que nos dará una fuerza indestructible, es su presencia en nosotros, en nuestra propia vida. Al comer ese pan, viviremos amando como él ama, como hermanos suyos, como hijos de Dios, y nuestra vida no terminará con nuestra muerte, nos asegura que viviremos con él la vida eterna. 

Esta es la Buena Noticia que Jesús nos presenta, lo que no comprenden o no aceptan las gentes que le siguen y les escandaliza. Es el mensaje que hoy también nosotros podemos hacer nuestro o dejarlo de lado. 
Sabemos que Jesús no nos pide que nos olvidemos de este mundo, de sus problemas, él los vivió; que seguir su vida, tener fe en él, es abrir nuestra mirada hacia los que sufren hoy, son hermanos suyos, buscar un remedio a las calamidades, sin duda, a todo lo que opone a una vida humana, buscar soluciones que nos ayuden a vivir con justicia, que nos comprometamos en serio en la medida de nuestras posibilidades. Lo venimos pensando, estas palabras con seguridad que habrán penetrado en nuestra conciencia, bien conocemos también su dificultad. 
Pero el contenido profundo de las palabras que hoy oímos a Jesús son el anuncio de la ayuda que nos ofrece con su presencia, con el pan que nos promete. “Soy el pan que da vida eterna, soy yo mismo, será mi presencia en vosotros para ayudaros a vivir. El que coma de este pan vivirá para siempre, el que ame como yo he amado, vivirá como yo he vivido, mi Padre le dará la vida eterna”.
Nosotros hemos oído a Jesús hablar de su presencia entre nosotros: “cuando dos o tres se reúnan en mi nombre, yo estaré en medio de ellos”. Hoy sus palabras nos hablan de una presencia singular suya, nos hablan de su presencia en la Eucaristía. Así lo entendieron las primeras comunidades cristianas, así lo han entendido los creyentes en Jesús. Son palabras que se hacen realidad en esta Eucaristía que estamos celebrando, “Tomad y comed, cuando hiciereis esto yo estaré entre vosotros.” Es su presencia salvadora. 
Jesús nos promete una vida para siempre en Dios, nos pide creer en él y hoy nos ofrece su ayuda: “Creer en mi, Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que come de este pan vivirá para siempre”. 
El que vive amando a los demás, ayudando a vivir, está viviendo como Jesús. Aunque sepa poco de él, está imitando su vida, como él dijo, está “construyendo ya aquí el reino de Dios, la nueva familia de Dios, a la que estamos llamados, en la que el Padre quiere ver reunidos a todos sus hijos, a toda la humanidad”
Jesús nos dice que nuestra vida ha de ser semejante a la de Jesús en los valores que él vivió. No valen las palabras, es nuestro comportamiento ante las realidades que vivimos, ante las crisis, ante las desgracias que asolan nuestro mundo instaurado en injusticias inhumanas. 
Es las palabras de hoy Jesús nos promete su presencia, su cuerpo, en el pan, es la fuerza que alimenta nuestro espíritu para ser capaces de trabajar, de vivir como él ha vivido, Jesús es el alimento de la verdadera Vida. 
Al comer este pan de la Eucaristía Jesús se hace presente en nuestra persona, en nuestra vida y nos da fuerza para trabajar y seguirle. Este es el mensaje que nos trasmite hoy.
Es su presencia que aseguró en la víspera de morir a sus amigos: “tomad y comed esto es mi cuerpo y cuantas veces lo hagáis estaré con vosotros”. Jesús se entrega a nosotros de modo singular cuando celebramos y repetimos aquella comida suya con sus amigos. 
Es la presencia que estamos celebrando ahora en la Eucaristía, que nos debe hacer pensar seriamente lo que significa para nuestra vida este encuentro con Jesús.
José Larrea Gayarre

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