08 agosto 2015

Feliz el hombre

Señor Jesús,
eres luz para mi camino;
eres el Salvador que yo espero.
¿Por qué esos miedos ocultos?
¿A quién temo, Señor?

La vida es como una encrucijada,
y a veces, indeciso,
no sé por dónde ir.
Creo en ti, Señor Jesús.
Tú eres la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Lo sé de sobra: seguirte es exigente.
¡Hay tantas cosas fáciles de conquistar a mi lado!
Yo sé, Señor, que si me dejo llevar por ellas,
me amarrarán hasta quitarme la libertad que busco.
Yo sé que si te sigo y me fío de ti
los obstáculos del camino caerán como hojas de otoño.

Aunque la mentira y la violencia acampen contra mí,
aunque el dinero y el placer me rodee como un ejército,
mi corazón, Señor Jesús, no tiembla.

Aunque la publicidad fácil me declare la guerra
y mis ojos encuentren en cada esquina
una llamada a perder mi dignidad humana,
mi corazón dirá que no,
porque en ti me siento tranquilo.

Una cosa te pido, Señor, y es lo que busco:
vivir unido a ti, tenerte como amigo
y alegrarme de tu amistad sincera para conmigo.
En la tentación me guarecerás,
algo así como el paraguas de la lluvia;
en la tentación me esconderás en un rincón de tu tienda,
y así me sentiré seguro como sobre roca firme.

Señor Jesús, escúchame, que te llamo.
Ten piedad. Respóndeme, que busco tu rostro.

Mi corazón me dice que tú me quieres,
y que estás presente en mí,
que te preocupas de mis problemas
como un amigo verdadero.

Busco tu rostro: no me escondas tu rostro.
No me abandones, pues tú eres mi Salvador.
Dame la certeza de saber
que aunque mi padre y mi madre me abandonaran
tú siempre estarás fiel a mi lado.

Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana.
Yo espero gozar siempre de tu compañía.
Yo quiero gozar siempre de tu Vida en mi vida.

Espero en ti, Señor Jesús:
dame un corazón valiente y animoso para seguirte.
Tú que eres luz para mi camino
y el Salvador en quien yo confío.

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