09 agosto 2015

Dios desea la felicidad para todos

Los judíos critican a Jesús. Lo habían visto nacer y crecer entre ellos pero no reconocen su divinidad. También hoy el propio juicio nos impide ver a Dios detrás de quienes nos rodean y de cuanto nos sucede, incluso detrás de quienes han sido elegidos por Él para guiarnos.
Jesús corrige las críticas con rotundidad: –“no murmuréis”- y explica cómo su Padre es quien le ha enviado a nosotros y es a Él a quien deben reconocer en los milagros que obra y en sus enseñanzas. Quien reconoce al Hijo en Cristo, ve al Padre que le ha enviado. Dios desea la felicidad para todos los hombres, ahora y siempre. Nos envía al Hijo como prueba para nuestra esperanza. Cristo resucita y resucitará a todos los que por Él crean en su Padre Dios.
Dios quiere la salvación de todos los hombres. Nos llama a ser sus discípulos y seguidores de Cristo, nuestro modelo. El mismo Jesús se nos da como alimento en la Eucaristía. Por la comunión, el hombre goza ya en la tierra de su unión íntima con Dios, que es otro anticipo de la vida eterna y de la felicidad que nos espera junto a Él en el Cielo.
Dios, presente en la Eucaristía, es el Pan nuestro que pedimos todos los días cuando rezamos la oración que Jesús nos enseñó. Su pan nos alimenta, y su vida, entregada por nosotros en la cruz, da sentido a nuestra vida. Él es el camino que debemos seguir, la verdad que debemos conocer y la vida que debemos vivir.
Mª Ángeles Cabrera. Profesora de Periodismo UMA

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