23 agosto 2015

¿A quién iremos?



Terminamos la lectura del rico y largo capítulo sexto del evangelio de Juan. Después de haberse presentado como el pan de la vida, el Señor comienza a revelar a sus discípulos que eso provocará resistencias que lo llevarán a la muerte.
El espíritu es vida
Los discípulos encuentran «duro este lenguaje» (Jn 6, 60), les asusta el precio que es necesario pagar por anunciar la vida. No se atreven a decirlo directamente al Maestro; como muchos de nosotros, en circunstancias similares, expresan su temor y sus reticencias en voz baja (cf. v. 61). El Señor da entonces un paso más en su enseñanza, aunque esto le signifique el alejamiento de algunos de sus seguidores.
Jesús opone el espíritu que es vida y fuerza a la «carne» que en la Biblia significa muerte y cobardía (cf. v. 62) y no cuerpo, como tendemos a pensar nosotros marcados por la distinción entre alma y cuerpo que viene de la filosofía griega. Jesús recuerda una vez más que sus palabras «son espíritu y son vida» (v. 62). Creer en ellas es aceptar la vida, rechazarlas es de alguna manera entregar a Jesús a la muerte (cf. v. 64). Así lo hará Judas (de él se habla en el v. 71) y con él, más tarde, todos los que, a pesar de formar parte de los discípulos de Cristo, no se sienten desafiados por la injusticia, la explotación y el maltrato de los demás, en particular de los más desposeídos. Son los Judas de la historia porque su comportamiento constituye una traición a Jesús y a su enseñanza. Las palabras de Jesús los desenmascaran.

Escoged hoy
El exigente lenguaje del Señor hace que «muchos discípulos suyos» lo abandonen (v. 66). El seguimiento de Jesús tiene condiciones que no todos aceptan. Más vale enfrentar claramente el asunto y no pretender que se escucha a Dios sin preocuparse por poner en práctica sus requerimientos.
Eso hace Josué que lanza a la cara de su pueblo: «Si no os parece bien servir al Señor, escoged a quién servir» (Jos 24, 15). El servicio a Dios supone la solidaridad con sus preferidos: los últimos de la historia. El pueblo así desafiado elige al Señor que los liberó de «la esclavitud de Egipto» (v. 17). «Escoged» hoy, sin dilaciones y medias tintas. El hoy es particularmente difícil. Vivimos en nuestra época situaciones de cruel violencia que siegan vidas inocentes. Tenemos que convencernos que sobre la pobreza y la injusticia no es posible construir nada sólido.
Ciertamente servir al Señor de la vida resulta duro y exigente; ante la magnitud de la tarea o la hostilidad que encontramos estaremos tentados de marcharnos. 
Pidamos al Padre que nuestra respuesta a Jesús sea la de Pedro: «¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios» (v. 69).
Gustavo Gutiérrez

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