19 julio 2015

Como ovejas sin pastor

El evangelio del domingo anterior nos relataba la misión que Jesús confiere a sus discípulos. El presente texto evangélico profundiza el tema del pastor, de aquel que tiene una responsabilidad hacia los otros.
Los «pobres del país»

Cumplida una etapa de su tarea, los discípulos se reagrupan en torno al Señor para hacer un balance de lo realizado (Mc 6, 30). Con firmeza y ternura, Jesús los invita «a descansar un poco» (v. 31), porque las solicitaciones eran muchas «y no encontraban tiempo ni para comer» (v. 31), anota Marcos siempre atento a ese hecho. Se trata de un rasgo humano del Señor que es necesario valorar en toda su sencillez y significado.

Pero, como lo saben todos aquellos que toman seriamente su tarea pastoral, no hay «sitio tranquilo» (v. 32) para quienes deben dar testimonio del evangelio. Las gentes acudieron de todas partes, llegando incluso antes que ellos al sitio al que se dirigían (cf. v. 33). Nuevamente, aquí Marcos nos presenta una reacción profundamente humana de Jesús. Al ver a aquellos que se acercaban, ávidos de escuchar la palabra, al Señor «le dio lastima de ellos» (v. 33). Se acabó el descanso prometido y merecido. Ante quienes estaban «como ovejas sin pastor» (v. 34), el Señor es sensible; por ello «se puso a enseñarles con calma» (v. 34).
Estas ovejas sin pastor son los pobres de la Palestina de entonces, «los pobres del país» —así son llamados en la Biblia—, considerados ignorantes y sin remedio por los escribas y fariseos. Pobres porque pecadores, decían los grandes y poderosos. De ellos se ocupa en primer lugar Jesús. El vino sobre todo por los últimos de la sociedad; presta atención, interrumpiendo incluso su legítimo descanso, a aquellos que no interesan a nadie. Son sus predilectos.
Los malos pastores

El texto de Jeremías nos trae el rechazo de Dios a los pastores que, lejos de unir, dispersan; a quienes no se preocupan por las necesidades de los que están bajo su responsabilidad. Tienen cargo de pastores, pero no cumplen su misión (cf. Jer 23, 2). De espaldas al pueblo al que fueron enviados, usufructúan los privilegios y honores con que ellos mismos han querido rodear la responsabilidad que el Señor les encomendó. Entretenidos en sus malas acciones (cf. v. 2), en sus tejes y manejes, olvidan para qué están donde están. Ellos no son de los que cortarán su descanso por ir hacia «los pobres del país».

La respuesta de Dios no se hará esperar. El mismo asumirá la tarea, reunirá las ovejas dispersas (cf. v. 3) y les dará nuevos pastores que de verdad se ocupen de ellas (cf. v. 4). Esos nuevos pastores tendrán como modelo a aquel que Dios enviará para hacer «justicia y derecho en la tierra» (v. 5). La justicia y el derecho en la Biblia expresan la voluntad de Dios. Por esa razón el enviado será llamado «Señor—nuestra—justicia» (v. 6).
El creará «un solo hombre nuevo, haciendo las paces» (Ef 2, 15). A eso estamos convocados los cristianos, a tener compasión (es decir, «sentir con») de los pobres, a no traicionar la tarea que el Señor nos confiere, a construir una paz basada en la justicia y para acercarnos libremente «al Padre con un mismo Espíritu» (Ef 2, 18).
Gustavo Gutiérrez

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