16 junio 2015

Comentario al Evangelio de hoy, 16 junio




Pedro Belderrain, cmf
Todos asociamos personas, paisajes, sonidos, textos a determinadas experiencias. Se nos hacen presentes cuando menos lo esperamos. Algo así me pasa a mí con el evangelio de hoy: en cuanto lo leo recuerdo a Severino-María Alonso (1933-2009), un gran teólogo claretiano español que se dedicó en alma y cuerpo al servicio de la vida religiosa.
Visto desde lejos Severino no parecía un revolucionario. Al revés, todo hablaba de su gusto por la moderación, la calma, el diálogo tranquilo. Pero ante algunas líneas rojas (ligadas sobre todo con la defensa de los débiles) Severino se transformaba. Cuando acababa de hablar el silencio se podía cortar. Se expresaba con rotundidad. Aún le recuerdo diciendo ante más de seiscientas personas: “cuando rezo hay congregaciones para las que yo no pido vocaciones: aunque estén todo el día hablando de derechos humanos las personas no les interesan, son una excusa,”.
A Severino no le gustaba la mediocridad -ni la propia ni la ajena-, aunque con esta era mucho más comprensivo. Tampoco las teologías baratas que equiparan novedad y acierto. Pero era muy consciente del gran daño que ha hecho a miles de cristianos una lectura errónea de la invitación que Jesús hace a la perfección en el evangelio de hoy: “¡Sed perfectos como vuestro Padre celestial!”.
Así comenta Severino el texto: “No podemos proyectar nuestros esquemas mentales sobre la Biblia. No pocas veces se han volcado sobre sus textos conceptos aristotélicos o platónicos haciéndoles decir lo que en manera alguna querían. Para entender de qué perfección habla Jesús hubiera bastado con leer e interpretar el versículo en riguroso paralelismo con las palabras que transmite Lucas (6, 30): ‘Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso’. La perfección cristiana consiste en la misericordia, en amar como ama Dios: con amor personal, entrañable y gratuito, absolutamente desinteresado, a fondo perdido, sin pasar factura y sin buscar respuesta. Amar simplemente por amor, no por otros motivos” [Identidad teológica de la vida consagrada. Madrid: Publicaciones Claretianas 1998, 189ss].
Si añado yo algo lo estropeo. Lean directamente el evangelio. Acójanlo en el corazón. Si les queda hambre relean las palabras de Severino. Tenemos alimento suficiente hasta mañana.
Vuestro hermano, 
Pedro.

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