15 mayo 2015

La Ascensión, un mensaje para el hombre de hoy

LA ASCENSIÓN, UN MENSAJE PARA EL HOMBRE DE HOY

Con la Ascensión del Señor a los cielos, se consuma la Encarnación del Verbo que ha glorificado en sí la naturaleza humana que había asumido para redimirla: en Cristo, “nuestra naturaleza ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de tu misma gloria” (oración después de la comunión). En la Ascensión encontramos la clave del sentido de la vida y de la dignidad del hombre, llamado a participar de la gloria de Cristo. Por lo tanto, el Evangelio es un mensaje también para el hombre de hoy, tan necesitado de encontrar el sentido de su vida, y de unos valores que configuren su existencia. Desde la Eucaristía de hoy nos sentiremos enviados a predicar el Evangelio a todo el mundo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.

-CRISTO INTERCEDE POR NOSOTROS COMO SACERDOTE
La presencia de Cristo glorificado a la derecha del Padre es una presencia de intercesión sacerdotal por todos nosotros. No estamos solos en el camino de la vida. La Iglesia evangeliza siempre actuando el Señor con ella. Es el que confirma la Palabra con los signos que nos acompañan (cf. evangelio). El es por tanto el autor de la santidad y de la gracia que se nos da en los sacramentos: “Habiendo entrado una vez para siempre en el santuario del cielo, ahora intercede por nosotros, como mediador que asegura la perenne efusión del Espíritu” (Prefacio para después de la Ascensión).

-SE HA QUEDADO CON NOSOTROS PARA SIEMPRE
La Eucaristía es el signo eficaz de esa intercesión sacerdotal de Cristo junto al Padre y de su presencia viva junto a su Iglesia. En la celebración eucarística de hoy se cumplirá la promesa de Jesús: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (antífona de la comunión). Cristo, efectivamente, “está siempre presente a su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa sea en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por el ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la Cruz, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas (…). Está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos…” (Constituci6n sobre la Liturgia, n° 7).
Siendo un día de clara confesión de la fe de la Iglesia en la divinidad de Jesucristo, cuidaremos especialmente todos los signos y palabras que expresen ese reconocimiento de que Cristo es Dios: procuraremos cantar el “Gloria” precedido de una monición que subraye su carácter de alabanza a Cristo como Dios. En la consagración expresaremos nuestra adoración con los signos oportunos; también cuidaremos la veneración del Evangeliario.

-EL SEÑOR VOLVERÁ
“El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse” (antífona de entrada). El Señor volverá. Este mensaje del día de la Ascensión mantiene viva la esperanza de la Iglesia en su camino a lo largo de los siglos. Forma parte esencial del mensaje evangelizador. Una evangelización que prescindiera de esta dimensión de la vuelta del Señor al final de los tiempos, sería una falsa evangelización.
El Señor volverá al fin de los tiempos para consumar definitivamente lo que ha comenzado a gestarse en su Ascensión: nuestra entrada definitiva en la casa del Padre: “… la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo” (oración colecta). “Fue elevado al cielo para hacernos compartir su divinidad” (Prefacio II de la Ascensi6n del Señor). Con El, que es nuestra Cabeza podemos decir que ya hemos entrado en el cielo; sólo falta que, a lo largo de los siglos, por la acción evangelizadora de la Iglesia, se vaya cumpliendo el misterio de la Redención para cada generación: “… hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud” (segunda lectura).

ÁNGEL GOMEZ

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