15 marzo 2015

Quedarse ciego de José Antonio Pagola



Hay muchas maneras de quedarse ciego en la vida, sin verdad interior que ilumine nuestros pasos. Hay muchas formas de caminar en tinieblas sin saber exactamente qué queremos o hacia dónde vamos. No es superfluo señalar algunas.
Es muy fácil pasarse la vida entera ocupado sólo por las cuestiones más inmediatas y, aparentemente, más urgentes y prácticas, sin preguntarme nunca «qué voy a hacer de mí». Nos instalamos en la vida y vamos viviendo aunque no sepamos ni por qué ni para qué.
Es también corriente vivir programado desde fuera. La sociedad de consumo, la publicidad y las modas van a ir decidiendo qué me ha de interesar, hacia dónde he de dirigir mis gustos, cómo tengo que pensar o cómo voy a vivir. Son otros los que deciden y fabrican mi vida. Yo me dejo llevar ciegamente. Hay otra manera muy posmoderna de caminar en tinieblas: vivir haciendo «lo que me apetece», sin adentrarme nunca en la propia conciencia. Al contrario, eludiendo siempre esa voz interior que me recuerda mi dignidad de persona responsable.
Probablemente el mejor modo de vivir ciegos es mentirnos a nosotros mismos. Construirnos una «mentira-raíz», fabricarnos una personalidad falsa, instalarnos en ella y vivir el resto de nuestra vida al margen de la verdad.
Es también tentador ignorar aquello que nos obligaría a cambiar. Cerrar los ojos y «auto-cegarnos» para no ver lo que nos interpelaría. Ver sólo lo que queremos ver, utilizar una medida diferente para juzgar a otros y para juzgarnos a nosotros mismos, no enfrentarnos a la luz.
Todos deberíamos escuchar desde dentro las palabras de Jesús que nos invitan a salir de nuestra ceguera: «Todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad, se acerca a la luz».
José Antonio Pagola

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