02 marzo 2015

Comentario al Evangelio de hoy, 2 marzo



Fernando Torres Pérez, cmf

      La justicia tiene un punto de venganza, un ala, una tendencia, que se nos escapa muchas veces sin darnos cuenta. Por eso la justicia de Dios está girada hacia el lado de la misericordia. Hasta decir en la carta de Santiago que “la misericordia triunfa sobre el juicio” (2,13). Lo mejor  es que eso lo dice Santiago justamente después de decir que el juicio será sin misericordia para el que no practicó la misericordia. Aún entonces, viene a decir, la misericordia triunfará. 
      Para nosotros la justicia tiene que ver con dar a cada uno lo suyo. Para Dios, tal y como lo leemos en la Biblia, la justicia tiene que ver con dar a cada uno de sus hijos e hijas, lo que necesita. ¡Bastante diferente! Porque todos necesitamos cosas materiales pero también necesitamos amor, cariño, escucha, perdón, misericordia, acogida... 
      Pues bien, todo eso es el Padre de Jesús, su Abbá. Y como él, debemos ser compasivos con nuestros hermanos. Como él, debemos ser pacientes y dar siempre nuevas oportunidades. Como él, tenemos que hacer lo posible para comprenderlos y no juzgarlos. Como él, tenemos que saber perdonar –y no sólo setenta veces siete sino todas las que sean necesarias

      Párense por un momento a pensar, si se aplicasen estas normas sencillas a los conflictos que hay entre las personas. Al conflicto palestino-israelí, por poner un ejemplo. Hace tiempo que habrían parado los tiros, las venganzas y las represalias, y aquella tierra se habría convertido en un lugar de paz y justicia. Hoy, después de tantos años de aplicar la ley del talión –aquello de ojo por ojo y diente por diente–, en aquella tierra no hay ni paz ni justicia.
      Un poco podríamos aprender de esta experiencia. Si es por nuestro propio interés. Más vale perdonar que quedarse para siempre con la amargura en el corazón. Más vale ser compasivos y misericordiosos que lo contrario. Es bueno para nosotros y bueno para todos. 
      La última frase del evangelio no es una amenaza. Es simplemente la constatación de un hecho: la medida que uséis, la usarán con vosotros. Menos mal que sabemos que la misericordia de Dios no tiene límite y que él no tiene más que una medida: la del amor.

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