08 febrero 2015

Reflexión al comentario de hoy, 8 febrero

Queridos hermanos:
Celebramos en este domingo la Campaña contra el Hambre que nos propone Manos Unidas con el lema: “Luchamos contra la pobreza ¿te apuntas?”. Las lecturas de hoy nos pueden dar algunas claves en esa lucha.
Primero Job, un hombre que de la noche a la mañana lo pierde todo, las amargas palabras que acabamos de escuchar en la primera lectura, se van transformando más adelante en un lamento. Sus desgracias son las mismas que asolan a la humanidad, su dolor es el dolor de muchos seres humanos. Sus lamentos son los de los que no tienen nada, ni salud, ni escuela, ni trabajo, los de los hambrientos,  las víctimas de la guerra, de la injusticia, el egoísmo, la indiferencia: “sus días se consumen en la desesperanza”, pero al final su grito llega al cielo. Dios da respuesta al sufrimiento humano.
Marcos nos relata la curación de una enferma, la suegra de Pedro, a la que “Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó”. “Se le pasó la fiebre y se puso a servirles”. “Cuando se puso el sol, le llevaron  todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a su puerta”. También hoy la población entera de enfermos y poseídos por el mal se agolpa a nuestra puerta y llama. Pueblos y naciones enteras viven y mueren amenazados por las epidemias, la guerra y el hambre. Jesús cura, nosotros a pesar de decirnos seguidores de Jesús, curamos poco. Y respondemos a la llamada de los pueblos pobres en muchas ocasiones con la indiferencia y la cerrazón de nuestras fronteras. Por eso, la separación entre fe y compromiso es un grave pecado por parte de muchos cristianos que no quieren saber nada de su presencia pública y de su implicación política en la sociedad.

“Por favor, no nos echen una  mano, quítennos el pie de encima”. Esta es una frase de Julius Nyerere, ex presidente de Tanzania, hablando a una comisión de donantes de los países del Norte. Hemos caído en la frialdad de los números y las estadísticas: 30.000 muertos por el hambre cada día. Pensamos que el problema es de tal envergadura que no podemos remediarlo, que no podemos hacer nada. No nos creemos que seamos la primera generación que puede acabar con el hambre en el mundo. El sistema nos oculta la realidad y se justifica: cierra las fronteras, no abarata los medicamentos, explota sus riquezas naturales (un buen ejemplo es el coltan de nuestros móviles y ordenadores), les vende armas (entre ellos nuestro país)… podríamos continuar con las hipocresías.
No parece que al mundo necesitado del SUR le quepa esperar algo de los humanos ricos y cristianos del NORTE quizás solo compasión, pero que no es eficaz y no se traduce en la promoción y curación real de los males de nuestro mundo. A pocos veo pedir a nuestros Ayuntamientos que den el 0,7%, compromiso que hicieron nuestros países hace quince años, lo justificamos con que hay que ayudar a los pobres de aquí y en ocasiones ni eso sucede. Son escasos los que deciden cuando van al supermercado no comprar productos hechos con manos esclavas (como nos dice el Papa en su escrito del primero de enero), a los que hay que poner nombre. Reducidos los que compran en el Comercio Justo (son más caros sus productos). En definitiva menos compasión viendo un reportaje o un maratón para ayudar a las víctimas de un terremoto  y más sencillas y humildes opciones de vida, sabiendo que todos somos incoherentes. Como dice hoy San Pablo en la segunda lectura: “Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos”.
Ya está bien de explotación, de mentiras y falsos problemas. El SUR es una tierra rica en pueblos, culturas y civilizaciones, en tierras regadas y en bosques (donde algunos van de safari). Si pagáramos el precio justo por las materias primas que expoliamos; si se impusiera un embargo absoluto en la venta de armas; si detuviéramos la instalación de fabricas sucursales del NORTE en esos países para explotar la mano de obra barata y sin seguridad social alguna; si reconociéramos que la deuda externa ya está pagada con creces; si lleváramos a los tribunales penales internacionales a las multinacionales y potencias corruptoras, así como a los dirigentes corruptos de esos países (a los que defendemos según convenga); y, finalmente, si cooperáramos en situación de igualdad (esto es muy importante) con esos pueblos para ayudar en su desarrollo de acuerdo con sus idiosincrasias y culturas, estaríamos contribuyendo a una verdadera actitud humana y justa que va mas allá de una ayuda económica esporádica y siempre de acuerdo con los intereses de los países donantes.
Esto es lo que nos piden: “que les quitemos el pie de encima”, y podemos hacerlo. Reclamemos la intervención eficaz de los que gobiernan en nuestro nombre y con nuestros votos. No tenemos que esperar mientras tanto cruzados de brazos, ahí está Manos Unidas que se brinda a ser vehículo de nuestras iniciativas y esfuerzos. Está esperando tus manos y las de todos los que están convencidos de que el SUR tienen el corazón lleno de amor y las manos llenas de posibilidades. ¿Te apuntas? “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido”.
PD: el comentario de hoy es algo más largo, el domingo pasado hablamos de la espiritualidad imprescindible para llevar esto a cabo: “Se levantó de madrugada, se marcho al descampado y allí se puso a orar”, tenerlo en cuenta. Si os parece demasiado, siempre tenéis la opción de poner el video que nos envía Manos Unidas, la imagen llega más que las palabras.

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