12 febrero 2015

Liturgia 12 de febrero


De la feriaVerde
 
Antífona de entrada         Sal 94, 6-7
Vengan, inclinémonos para adorar a Dios, doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó; porque él es nuestro Dios.
Oración colecta     
Dios nuestro, cuida a tu familia con incansable bondad, y, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza, defiéndela siempre con tu protección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Lectura         Gn 2, 18-25
Lectura del libro del Génesis.
Después que creó al hombre, el Señor Dios dijo: “No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales del campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre. El hombre puso un nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada. Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando éste se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío. Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre”. Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne. Los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero no sentían vergüenza.

Palabra de Dios.
Comentario
La Mujer es presentada aquí como la mejor ayuda del hombre. Pero no caigamos en la trampa del lenguaje, también el hombre es la ayuda de la mujer. Ambos se necesitan desde el momento en que se han conocido. Es, entonces, la humanidad que, reconocida en el otro, se ayuda mutuamente. Es la solidaridad humana que, irrumpiendo desde Dios, rompe con la soledad estéril.

Salmo 127, 1-5

R. ¡Feliz el que teme al Señor!

¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. R.
Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. R.
¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! ¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz de Jerusalén! R.
Aleluya         Sant 1, 21bc
Aleluya. Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Aleluya.
Evangelio     Mc 7, 24-30
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. Él le respondió: “Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros”. Pero ella le respondió: “Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos”. Entonces él le dijo: “A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”. Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
Palabra del Señor.
Comentario
La aclaración que hace el evangelio desde el principio es muy sugestiva: “Jesús quiso pasar inadvertido, pero no lo consiguió”. Es que, ¿puede pasar Jesús inadvertido cuando su testimonio de vida y de atención a los pobres ha surcado las ciudades? Ojalá eso mismo se diga de nuestras comunidades, que por su acción “no puedan pasar inadvertidas”.
Oración sobre las ofrendas       
Señor y Dios nuestro, que has creado los frutos de la tierra para sostener nuestra fragilidad, haz que estos dones se conviertan en sacramento de vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.Antífona de comunión       cf. Sal 106, 8-9
Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres, porque él sació a los que sufrían sed y colmó de bienes a los hambrientos.
O bien:           Mt 5, 4. 6
Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Oración después de la comunión
Señor, que nos hiciste compartir el mismo pan y el mismo cáliz, concédenos vivir de tal manera que, unidos en Cristo, demos fruto con alegría para la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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