Inicial.
En nuestro camino hacia la Pascua, pasamos hoy del desierto a lo alto de la montaña. Jesús sube con algunos discípulos a orar. Necesita la oración, la fuerza de Dios. La montaña es signo de elevación, limpieza, claridad; y exige desprendimiento y esfuerzo.
Hoy, las lecturas nos llaman a salir de nosotros, a no instalarnos. Tras la transfiguración, visión de lo que será la gloria futura, se nos invita a bajar a la vida, donde nos esperan personas y acontecimientos, en las que Dios se hace presente y nos necesita.
Además, en este domingo, la Iglesia en España hace memoria de sus vínculos evangelizadores con la Iglesia en América Latina, celebrando el Día de Hispanoamérica, con el lema:“Evangelizadores con la fuerza del Espíritu”.
Primera Lectura.
Recordamos el ejemplo de Abrahán, hombre de fe y confianza absoluta en Dios. Él es capaz de desprenderse de su hijo amado y Dios le hace la promesa de que será padre de muchas naciones.
Segunda Lectura.
Si Abrahán estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo, fue el mismo Dios el que “entregó a su Hijo a la muerte por nosotros”. Ésta es la reflexión que nos hace San Pablo.
Evangelio.
El Tabor es una espléndida manifestación de Dios a favor de su Hijo amado, centro de la historia salvadora. Pero también nos recuerda la montaña el sacrificio del Hijo, que tendrá que morir para ser glorificado y ser salvación del mundo.
Aclamamos al Evangelio puesto de pie.
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