16 febrero 2015

I Domingo de Cuaresma, 22 febrero. Moniciones I




MONICIÓN DE ENTRADA

El Miércoles de Ceniza –hace pocos días, hace pocas horas—comenzaban la Cuaresma tiempo de amor y de conversión. Y por ello, hoy, os damos con gran emoción y efecto la bienvenida a esta primera eucaristía cuaresmal. Y ante ello deciros que la Palabra de Dios nos muestra --hoy y siempre-- su fuerza para hablarnos de reconciliación. Dios sabe que el hombre seguirá destruyendo la naturaleza, rompiendo nuestras relaciones, tratando de dominar a los demás; pero Él frente a este proceder nos ofrece su bondad, su misericordia y su paciencia infinita. Nos regala, además, el arco iris de su amor para recordarnos su alianza. Para recordarnos que Él siempre estará con nosotros, aunque a veces nuestras obras dejen mucho que desear. La cuaresma es tiempo de conversión, de vuelta a Dios, de mayor amor a los hermanos… y es lo que nos va a mostrar esta Eucaristía.


MONICIÓN SOBRE LAS LECTURAS

1.-Tras el diluvio, Dios pacta con Noé que no habrá otro diluvio y que la destrucción nunca mas alcanzará a la Tierra. Este episodio del Libro del Génesis que vamos a escuchar hoy es una parte más del plan universal de Dios para la salvación del género humano, lo cual llegará de forma plena con la encarnación de Jesús como hombre verdadero y Dios presente entre nosotros.

S.- El salmo 24 es una oración personal pidiendo a Dios su amparo y su guía por los caminos que Él mismo ha marcado a sus criaturas. El mismo salmista reconoce que son caminos de verdad y de justicia. Y de los versículos de este salmo –uno de los más bellos del salterio—se desprende que todo lo malo del género humano, todos sus problemas y enfermedades son recuperables. Es, para nosotros, hoy, el mejor mensaje que podemos recibir en el inicio de esta Cuaresma.

2.- El apóstol Pedro, en su Primera Carta –que es nuestra segunda lectura de hoy—hace referencia, también, al pacto de Dios Padre con Noé y ve en las aguas purificadoras del diluvio un anticipo liberador del agua del bautismo. Todo ello es muestra de la misericordia y paciencia de Dios con sus criaturas y de la acción salvadora definitiva de Jesús Nazaret que, con su muerte, nos salvó a todos.

3.- Si hay algo común a todo hombre y en toda mujer es la tentación. Y sin embargo nos cuesta mucho aceptarlo. Todavía no nos damos cuenta que en las pruebas de la vida Dios está a nuestro lado. Él ha hecho con nosotros un compromiso, una Alianza, y Dios no puede fallar jamás. Por eso nos envía su Espíritu para que nos sostenga contra el poder del mal. Ese mismo Espíritu que ya habita dentro de nosotros desde el día de nuestro bautismo. San Marcos nos habla hoy en el Evangelio de todo eso. De las tentaciones de Jesús que son como las nuestras y de que el Espíritu le asistía, como a nosotros si le invocamos con fe.

Lectura de Postcomunión

HIMNO DE VÍSPERAS




Libra mis ojos de la muerte; 

dales la luz que es su destino. 

Yo, como el ciego del camino, 

pido un milagro para verte. 



Haz de esta piedra de mis manos 

una herramienta constructiva; 

cura su fiebre posesiva

y ábrela al bien de mis hermanos.



Que yo comprenda, Señor mío,

al que se queja y retrocede; 

que el corazón no se me quede

desentendidamente frío.



Guarda mi fe del enemigo

(¡tantos me dicen que estás muerto!...) 

Tú que conoces el desierto,

dame tu mano y ven conmigo. 



(Diurnal. Liturgia de las Horas)

Exhortación de despedida

Qué el tiempo de cuaresma nos llene de alegría por la promesa de conversión profunda que el mismo Jesús de Nazaret nos ha mostrado hoy. Él sufrió tentaciones para no ser en nada diferente a nosotros, salvo en el pecado. Pero con Él en cercanía podremos vencer al Mal.

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