03 febrero 2015

Guión Litúrgico 2. Domingo 8 febrero

R I T O S    I N I C I A L E S

CANTO DE ENTRADA.
Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor.

Un largo caminar, por el desierto bajo el sol, no podemos avanzar sin la ayuda del Señor. 
   
SALUDO Y  MONICIÓN.

ACTO PENITENCIAL.

GLORIA.

ORACIÓN COLECTA.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA.
Lectura del libro de Job 7, 1-4. 6-7.

Habló Job, diciendo: “El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero.  Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario.
Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré?  Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba.
Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza.  Recuerda que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha.” 
     PALABRA DE DIOS

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 148.
Antífona: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.

Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.  El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel.


Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas.  Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre.

Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida.  El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados. 

SEGUNDA LECTURA. 
Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 9, 16-19. 22-23.

Hermanos:
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo.  No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga.  Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio.  Entonces, ¿cuál es la paga?  Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio.
Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles.  Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos.
Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes. 
PALABRA DE DIOS

ALELUYA.
Antífona: Cristo tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.    

EVANGELIO.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 29-39.

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.  La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron.  Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó.  Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.  Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados.  La población entera se agolpaba a la puerta.  Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.  Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: “Todo el mundo te busca.”
Él les respondió: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.”
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
PALABRA  DEL SEÑOR

HOMILÍA.

CREDO.

ORACIÓN DE LOS FIELES.

LITURGIA EUCARÍSTICA

OFERTORIO.
Canto:
En tus manos divinas de Padre hemos puesto, Señor, nuestro mundo.

Estos brazos que elevan alegres las ofrendas de vino y de pan.

Nuestro mundo camino hacia el cielo, nuestras almas hambrientas de Ti.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS.

PREFACIO Y SANTO.

PLEGARIA EUCARÍSTICA.

RITO DE LA COMUNIÓN

PADRE NUESTRO.

RITO DE LA PAZ.

CORDERO DE DIOS.

COMUNIÓN.
Canto:
Gracias, quiero darte por amarme.  Gracias quiero darte yo a ti Señor.  Hoy soy feliz porque te conocí.  Gracias por amarme a mí también.

Yo quiero ser, Señor amado, como el barro en manos del alfarero.  Toma mi vida, hazla de nuevo,  yo quiero ser: un vaso nuevo.  Toma mi vida, hazla de nuevo, yo quiero ser: un vaso nuevo.

Te conocí y te amé.  Te pedí perdón y me escuchaste.  Si te ofendí, perdóname Señor, pues te amo y nunca te olvidaré.  

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.

Gracias, Señor, por ser el alimento que nos da vida. 

Gracias, porque cada día nos das numerosos signos de tu bondad, de tu amor, de tu misericordia y perdón.

Danos un corazón agradecido.  Un corazón que reza al Padre como tú lo hacías. 

Ayúdanos a vivir la Eucaristía, como un encuentro gozoso en el que nos das tu perdón, tu Palabra, tu Cuerpo y al que nosotros traemos nuestros gozos y penas, las ilusiones y las tristezas, las esperanzas y los temores, pero sobre todo traemos nuestro agradecimiento.

Gracias, Señor. 

ORACIÓN POR LA VISITA PASTORAL
Señor Jesucristo, concédenos a los fieles de la parroquia de San Lorenzo comprender y acoger el misterio de gracia de la Visita pastoral, que nuestro Obispo Julián se dispone a realizar en tu nombre.

Que esta Visita nos ayude a descubrir el sentido de nuestra pertenencia a la Santa Iglesia Católica, a valorar nuestra dignidad de cristianos, a sentir el compromiso de ser miembros vivos y activos de tu Cuerpo místico.

Haz, Señor, que en la Visita pastoral recibamos tu visita, que viene a manifestarnos tu amoroso designio de redención y de paz, a corregir nuestros fallos y a descubrirnos nuevos caminos de fidelidad al Evangelio y al Reino de Dios, para que nuestra vida cristiana, en medio de la realidad de nuestro mundo, se sienta fortalecida y sostenida por tu gracia.

Ven, Señor, a visitarnos mediante el ministerio del que en nombre tuyo es nuestro padre y pastor.

Nuestras iglesias, nuestras casas, nuestras obras, y sobre todo nuestros corazones se abren para recibirte.

Ponemos este encuentro pastoral bajo la protección de la Virgen María, Madre tuya y Madre de la Iglesia, y, con la intercesión de San Lorenzo, te alabamos, Señor, y te bendecimos, para que esta Visita pastoral sea un acto de amor al Padre en el Espíritu Santo, por tu mediación.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN.

RITO DE CONCLUSIÓN.

BENDICIÓN Y DESPEDIDA.
Canto:
Tú eres el Dios que nos salva, la luz que nos ilumina, la mano que nos sostiene y el techo que nos cobija.  La mano que nos sostiene y el techo que nos cobija.

Te damos gracias, Señor.  Te damos gracias, Señor.  (Bis) 

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