21 febrero 2015

Comentario al Evangelio de hoy sábado, 21 de febrero de 2015



Fernando Torres Pérez, cmf
       “Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.” Es lo que dice el profeta Isaías en la primera lectura. No dice que la luz se encontrará cuando nos centremos en nosotros mismos, nos dediquemos a la meditación y la oración durante largas horas y nos alejemos del mundo al silencio del desierto. Precisamente dice lo contrario. Nuestra oscuridad se volverá luz cuando abramos la mano al hermano, cuando dejemos de ver al otro como una amenaza ante la que tenemos que defendernos y busquemos la reconciliación, cuando compartamos lo que tenemos con el que tiene menos. 
      En la Cuaresma se trata de encontrar la luz, de dejar que esa luz nos ilumine y nos marque el camino a seguir. Isaías nos señala dónde la podemos encontrar. Claro que, ciertamente, es más fácil –incluso más gratificante desde un punto de vista psicológico– retirarse a la iglesia en oración íntima ante el sagrario que salir a dar la mano al hermano, familiar o amigo con el que estamos enfadados, pedir perdón si fuera necesario y buscar activamente la reconciliación. Es más fácil irnos a un retiro que compartir nuestros bienes con los necesitados. Conclusión: el retiro vale si nos lleva a lo otro. Si no nos lleva a lo otro, es tiempo perdido y tiene poco que ver con Dios y mucho con buscar sólo nuestra paz interior, nuestro nirvana de armonía, dejando de lado las verdaderas urgencias de la vida y del Evangelio. Y, como diría Isaías, dejando de lado la verdadera luz, la que nos libraría de la oscuridad. 
      Quizá sea ésta la razón por la que Jesús dice que no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores a que se conviertan. Si estamos en la Iglesia, si seguimos a Jesús, no es porque seamos buenos sino porque somos pecadores. Somos pecadores que hemos experimentado el perdón y el amor de Dios. ¿Cómo no lo vamos a compartir? Eso precisamente es vivir la Cuaresma.

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