22 enero 2015

Liturgia 22 de enero

Misa a elección:
Feria. Verde
San Vicente, diácono y mártir. Memoria libre. Rojo
Beata Laura Vicuña, virgen. Memoria libre. Blanco

Laura era una joven de 13 años cuando su madre, viuda, comenzó a vivir con un hacendado, en Junín de los Andes (Neuquén). Laura veía que este camino no era conveniente para su madre, por eso, para que ella cambiara de vida, se ofreció secretamente a Dios. Enferma, confesó a su madre la promesa, por lo cual la mujer comprendió lo que ocurría y decidió cambiar de vida. Laura falleció el 22 de enero de 1904.


Antífona de entrada          cf. Sal 65, 4
Toda la tierra se postra ante ti, Señor, y canta en tu honor, en honor de tu nombre.

Oración colecta      
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas el cielo y la tierra, escucha las súplicas de tu pueblo y concede tu paz a nuestro tiempo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien:         de san Vicente
Dios todopoderoso y eterno, infunde bondadosamente tu Espíritu en nosotros, para que nuestros corazones sean fortalecidos por aquel amor invencible con que el mártir san Vicente superó todos los tormentos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:         de la Beata Laura
Padre de inmensa ternura, que en la adolescente Laura Vicuña uniste de modo admirable la fortaleza de espíritu y el candor de la inocencia, concédenos, por su intercesión, valentía para superar las dificultades de la vida y dar testimonio ante el mundo de las bienaventuranzas de los limpios de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Lectura        Heb 7, 25—8, 6
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Jesús puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos. Él es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento –que es posterior a la Ley– establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre. Este es el punto capital de lo que estamos diciendo: tenemos un Sumo Sacerdote tan grande que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo. Él es el ministro del Santuario y de la verdadera Morada, erigida no por un hombre, sino por el Señor. Ahora bien, todo Sumo Sacerdote es constituido para presentar ofrendas y sacrificios; de ahí la necesidad de que tenga algo que ofrecer. Si Jesús estuviera en la tierra, no podría ser sacerdote, porque ya hay aquí otros sacerdotes que presentan las ofrendas de acuerdo con la Ley. Pero el culto que ellos celebran es una imagen y una sombra de las realidades celestiales, como Dios advirtió a Moisés cuando éste iba a construir la Morada, diciéndole: “Tienes que hacerlo todo conforme al modelo que te fue mostrado en la montaña”. Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores.
Palabra de Dios.

Comentario
“Estas […] cualidades del Nuevo Sumo Sacerdote [santo, inocente, inmaculado, separado de los pecadores] quedan en oposición con las condiciones del sumo sacerdote levítico. Mientras que en el Antiguo Testamento se exigía solo la perfección de carácter ritual (Lev 21, 1-15) o la carencia de defectos corporales (Lev 21, 16-23), el Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento está adornado con la santidad moral en todos los órdenes” (L. Rivas, La cristología de la Carta a los Hebreos,

Salmo 39, 7-10. 17
  1. ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad!
Tú no quisiste víctima ni oblación; me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: “Aquí estoy”. R.“En el libro de la Ley está escrito que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mí corazón”. R.Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea: no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor. R.Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan y digan siempre los que desean tu victoria; “¡Qué grande es el Señor!”. R.

Aleluya        cf. 2Tim 1, 10b
Aleluya. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluya.

Evangelio     Mc 3, 7-12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como sanaba a muchos todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
Palabra del Señor.

Comentario
Es frecuente que Jesús busque apartarse por algún tiempo o por momentos, del gentío que lo busca. Por supuesto que esto no es para evitar a la gente o dejar su compromiso con los más pobres. Justamente es este compromiso, un acto de amor porque Jesús lo hace desde la soledad de su encuentro con el Padre.

Oración sobre las ofrendas         
Concédenos, Señor, participar dignamente de estos misterios, pues cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo, se realiza la obra de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        cf. Sal 22, 5
Tú preparas ante mí una mesa, y mi copa rebosa.
O bien:         1Jn 4, 16
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él.

Oración después de la comunión
Infunde en nosotros, Padre, tu espíritu de amor, para que, saciados con el único Pan de vida, permanezcamos unidos en la misma fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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