22 noviembre 2014

Recursos Festividad de Cristo Rey

CONCLUSIÓN
La prueba de fuego de nuestra participación en el Reino de Cristo es, en la vida de cada día, nuestra relación con aquellos que constituyen el reverso de la historia, las piedras que, con Cristo, los canteros del mundo han desechado y siguen desechando: hambrientos, enfermos, desnudos, prisioneros, inmigrantes, ancianos, mujeres, excluidos de todo tipo… Es EL VALOR DE LOS HECHOS.
UN TEXTO
“La verdadera paciencia es algo totalmente opuesto a una pasiva espera en la que hayamos de dejar que las cosas vayan a su aire, permitiendo que sean otros quienes tomen las decisiones. La paciencia significa introducirse activamente en el espesor de la vida para, desde ahí, soportar con todas las con- secuencias el sufrimiento que hay en nuestro interior y en torno nuestro. La paciencia es la capacidad de ver, oír, tocar, gustar y oler lo más plenamente posible los hechos que tienen lugar tanto dentro como fuera de nuestra vida. Es introducirse en la vida con los ojos, los oídos y las manos abiertas, a fin de saber realmente lo que acontece. La paciencia es una disciplina extremadamente difícil, precisamente porque contrarresta nuestra irreflexiva tendencia a huir o a combatir. Cuando somos testigos de un accidente en la carretera, algo en nuestro interior nos mueve a pisar el acelerador. Cuando alguien nos plantea un problema delicado, algo en nuestro interior nos impulsa a tratar de cambiar de conversación… Y si no podemos huir, combatimos… La paciencia nos exige superar la alternativa entre huir y combatir… La paciencia supone resistir, soportar, prestar suma atención a cuanto se nos presenta aquí y ahora. La paciencia significa detenerse en la carretera cuando alguien necesita atención inmediata. La paciencia significa superar el miedo a tratar un tema delicado y controvertido… En suma, la paciencia es estar dispuesto a dejarse influenciar, aun cuando ello requiera renunciar a mantener el control y exija introducirse en territorio desconocido… La paciencia es la cualidad de quienes constituyen el suelo fértil en el que la semilla puede producir «el céntuplo». «Estas son personas», dice Jesús, «de corazón noble y generoso que, después de haber oído la Palabra, la conservan y fructifican abundantemente gracias a su perseverancia (hypomoné)» (Le 8,15)” (Donald P. McNeiLL, Douglas A. MorrisoN, Henri J.M. NouweN, Compasión. Reflexión sobre la vida cristiana, Ed. Sal Terrae, Santander 1985, pp. 138-139)

Y TÚ, ¿CÓMO ESTÁS?
Recibí una llamada telefónica de un muy buen amigo. Me dio mucho gustó escucharle. Lo primero que me preguntó fue:
- ¿Cómo estás?
Y, sin saber por qué, le contesté:
- Muy solo.
- ¿Quieres que hablemos? -me dijo.
Le respondí que sí.
- ¿Quieres que vaya a tu casa?
- Sí.
Colgó el teléfono y en menos de quince minutos ya estaba llamando a mi puerta. Le hablé durante horas de todo: de mi trabajo, de mi familia, de mi novia, de mis deudas…, y él me escuchó siempre atento. Se nos hizo de día; quedé muy cansado mentalmente, pero me había hecho mucho bien su compañía y, sobre todo, que me escuchara, que me apoyara y me hiciera ver mis errores. Me sentía muy a gusto. Cuando él observó que yo ya me encontraba mejor, me dijo:
- Bueno, me voy; tengo que ir a trabajar.
Yo me sorprendí, y le dije:
- ¿Por qué no me habías dicho que tenías que ir a trabajar? Mira la hora que es, no dormiste nada, te quité tu tiempo toda la noche. El sonrió, y me dijo:
- No hay problema, para eso estamos los amigos.
Yo me sentí feliz y orgulloso de tener un amigo así. Lo acompañé a la puerta de mi casa. Cuando él caminaba hacia su automóvil, le grité desde lejos:
- Y, a todo esto, ¿por qué llamaste anoche tan tarde? Él regresó, y me dijo en voz baja:
- Es que te quería dar una noticia…
- ¿Qué pasó?
- Fui al doctor y me dijo que estoy muy enfermo. Yo me quedé mudo. Él sonrió, y me dijo:
– Ya hablaremos de eso. Que tengas un buen día… Se dio la vuelta y se fue.

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