13 noviembre 2014

La parábola de los talentos

La parábola de los talentos manifiesta tener claros paralelos con la parábola lucana de las minas (Lc 19,11-27). Es la tercera de una serie en Mateo, tras la parábola de los dos siervos (24,45- 51) y la de las diez doncellas (25,1-13), que trata sobre la actitud y el comportamiento correctos ante la venida del Hijo del hombre. Aconseja la actividad responsable y enfatiza la acción positiva en contraste con la inactividad por pereza o temor. El relato plantea el caso de un hombre que se ausenta, habiendo encomendado a sus criados distintas sumas de dinero, y luego regresa para pedirles cuentas. Resulta difícil precisar qué cantidad de dinero es un «talento». Aproximadamente sería el salario de un trabajador ordinario durante 15 años. En cualquier caso, se trata para los tres criados de una cantidad enorme. Mientras dos negocian con lo recibido, el tercero lo entierra, recurso que en la Antigüedad se valoraba como medida segura contra el robo. El mucho tiempo que el hombre tarda en regresar, el hecho de que pida cuentas y sea llamado «señor» convierte la parábola en una historia sobre el juicio final. Así entendemos que el premio recibido por los dos primeros no sea una mayor responsabilidad sino una sentencia favorable en el juicio. Ellos entran en el banquete de su señor (25,21.23) mientras que quien ha fallado es condenado a las tinieblas (25,30). Este desplazamiento es una indicación de que la parábola no versa sólo sobre la experiencia cotidiana sino sobre el Reino de Dios y la parusía o segunda venida del Hijo del hombre. La inactividad y pasividad del tercer siervo recibe dos explicaciones diversas: él mismo afirma que se debe al miedo, pero su señor le califica de «malo y perezoso». En la narración de Mateo esta parábola da paso a la escena llamada del juicio final en la que el Hijo del hombre actúa como juez de todas las naciones (25,31-46).

El dicho final «a quien tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene» (25,29) está conectado vagamente con el texto pues no expresa todo su significado, que va en la línea de actividad responsable ante la segunda venida del Hijo del hombre. Esta exhortación a trabajar con diligencia en el presente frente a toda pereza o temor es comprensible a la luz de la realidad que testimonian las cartas de San Pablo a los Tesalonicenses (1 Ts 4,13– 5,11; 2 Ts 3,10-11).
Pablo Alonso Vicente, sj

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