16 noviembre 2014

Hoy es 16 de noviembre, domingo de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario.

Hoy es 16 de noviembre, domingo de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario.
Me regalo este rato de oración, aunque pueda tener muchas cosas que hacer sé que merece la pena reservar este momento para mi encuentro con el Señor. Pongo en sus manos todo lo que vivo, todas las situaciones que halla podido vivir esta semana para que viva desde él.
La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 25, 14-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó.. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’. Llegándose también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo’. Mas su señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes’».

El domingo pasado meditábamos la parábola de las jóvenes insensatas, que se descuidan, y la llegada del novio les sorprende sin aceite para sus lámparas. Con ella el Señor nos llamaba a esperar la venida del Señor teniéndolo todo a punto. Pero ¿qué es tenerlo todo a punto: Sólo conservar la gracia y evitar el pecado? Con la parábola de los talentos el Señor nos da la respuesta. En ella nos habla de un hombre que encarga de sus negocios a sus criados, porque tiene que hacer un viaje. A uno le dio 5 talentos, a otro dos, y a otro uno, a cada uno según su capacidad. Los dos primeros trabajaron con ellos, y cada uno logró duplicar lo recibido; pero el que recibió uno, se limitó a conservar lo que se le había dado. Cuando regresó el amo y pidió cuentas, alabó y premió con el mismo premio a los dos que trabajaron e hicieron rendir los talentos recibidos. El Señor no mira el rendimiento, pues, sino el amor puesto: ‘Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, te daré un caro importante; entra en el gozo de tu señor’, les dice. Mientras que al que se limitó a conservar el talento recibido le recriminó haber sido “malo y perezoso” y mandó que se lo quitaran y lo entregaran al que tenía diez, y él fue condenado a las tinieblas exteriores.
Esta parábola la lee la primera comunidad cristiana y se la aplica a ella. El Señor Jesús se alejó de la comunidad en la Ascensión, dejándoles el Reino de Dios y encargándoles que trabajaran para hacerlo avanzar y crecer, pues un día el Señor regresará para pedirles cuenta de qué ha hecho cada uno con los dones recibidos. A los que hayan trabajado los premiará con el mismo banquete mesiánico, y los que no hayan hecho nada -aunque hayan permanecido en la comunidad-, serán condenados a las tinieblas exteriores, a no participar en su banquete. Hoy se nos presenta esta parábola a nosotros, a quienes el Señor nos ha confiado los dones del Reino para que lo implantemos en este mundo de comienzos del siglo XXI. Y nos recuerda que un día vendrá y nos juzgará según lo hayamos hecho avanzar o no. De esto nos pedirá cuenta. A caca uno según la gracia y los dones y cualidades que haya recibido… Si hoy nos pidiera cuentas el Señor de lo que hemos hecho o estamos haciendo, ¿nos alabaría y premiaría, o nos reprocharía nuestra pereza y nuestro no haber hecho nada?
Señor no nos ha llamado sólo para que no quebrantemos los mandamientos y no matemos ni robemos ni hagamos mal a nadie, sino para que trabajemos en el “negocio del evangelio”, a fin de transformar este mundo, poniendo más amor, más solidaridad, mas justicia, más servicio y entrega a los que sufren, etc. Por eso, no sólo nos pedirá cuenta del mal hecho, sino también del bien no hecho. Recordemos que el criado infiel no es condenado porque malgastó el talento recibido -porque hizo el mal-, sino porque no ha hecho el bien que podía hacer con ese talento. No es condenado por el pecado de comisión, sino por el de omisión. Un pecado que no suele remordemos mucho a los cristianos y del que nos confesamos poco. Un autor escribe: “Los bienes del Señor no se pueden concebir a la manera de un depósito que hay que conservar, sino como un sembradío con exigencia de crecimiento y fructificación.” Señor, que no malgaste yo los talentos que me has dado, ni “entierre” ninguno. Así no oiré las palabras condenatorias que escuchó el “siervo malo y perezoso”: «echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes»
Que esta oración te pueda acompañar a lo largo de esta semana, repitiendo en tu interior, una y otra vez, esa promesa. Señor, cielo y tierra pasarán, pero tus palabras no pasarán; Señor, cielo y tierra pasarán, pero tus palabras no pasarán…

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