11 noviembre 2014

Comentario al Evangelio de hoy, 11 noviembre

Fernando Torres Pérez, cmf
       Se me ocurre que la clave del Evangelio de este día está en la frase de Jesús: “Cuando hayáis hecho todo lo mandado.” Ahí está la clave porque es lo más importante: saber qué es lo que nos manda Jesús. 
      Estamos habituados a que nos manden. Al menos, la mayor parte de los mortales, tenemos experiencia de lo que es tener alguien arriba que nos dice lo que tenemos que hacer. Dependiendo del tipo de organización en el que estemos, las órdenes pueden ser más explicadas o no. Confiamos en que el que manda, sepa lo que nos está mandando, aunque no siempre sea así. A veces, descubrimos que lo que nos mandan no es para nuestro bien ni para el bien de la organización a la que pertenecemos –sea una empresa, el ejército o el gobierno de la nación– sino sólo para su propio beneficio. 

      Por eso es tan importante saber qué nos manda Jesús. Por eso, tenemos que tener los Evangelios como una lectura asidua. Ahí encontramos su palabra. Y en ella nos explica lo que quiere de nosotros. 
      Pues bien, es curioso ver que Jesús no nos pide hacer cosas irracionales ni sin sentido (nada de caminar de rodillas unos kilómetros ni cosas parecidas). Jesús piensa siempre en el reino de su Padre. Jesús ha venido a invitar a todos a participar en la mesa del banquete común. Esa es la buena nueva de Jesús. Y nos invita a colaborar con él para que todo salga bien en el banquete del reino. 
      Pero, y esto es importante, no quiere que seamos autómatas, robots, sino personas libres que tomemos nuestras propias decisiones. El significado concreto de lo que quiere que hagamos es responsabilidad nuestra. ¿Cómo hacer de nuestra familia un lugar de perdón y misericordia? ¿Cómo hacer que la gente con la que nos relacionamos no sea excluida sino que se sienta querida y acogida? ¿Cómo trabajar para que la justicia llegue a todos en nuestra ciudad y en nuestra nación? Todo eso es trabajar al servicio del Reino, que es lo que nos pide Jesús. 
      Cuando lo hayamos hecho, nos sentiremos felices. No porque recibamos una paga especial sino porque nosotros mismos participaremos del reino del Padre y nos sentiremos hijos y hermanos. ¿Qué más premio queremos? 

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