DESHACERSE ENTRE LAS MANOS: SOÑAR
REALIDAD ACOMPASADA
“tal
vez tendremos que decir: somos apariencia, sí. Pero, por encima de eso, somos
palabra, la que decimos, y la que callamos, la que escribimos y la que
cantamos. Somos inteligencia (más o menos) y afecto. Somos lo que hacemos: las
heridas que curamos, las caricias que compartimos, los brazos que tendemos.
Somos una historia, una vida, hecha de fracasos y de triunfos, de errores y
aprendizajes, de luces y sombras. Somos familia. Y caracteres. Sentido del
humor. Poesía. Inquietud. Pertenencias y soledades. Entrañas de misericordia-o
de hielo-. Somos temores, y sueños. Somos lo que creemos y lo que esperamos.
Somos debilidad y fortaleza. Y, desde la fe, somos, cada uno, imagen imperfecta
pero genial de Dios. Y todo eso es lo que estamos llamados a valorar, a
descubrir, a descifrar en nosotros mismos y en otros.”(J.M. Rodríguez
Olaizola,sj)
En
este bosque animado
me
siento como en casa,
en
su distancia acompañado,
con
su roce enebro mi alma
ante
el inútil sobresalto de los días.
La
alfombra otoñal me recibe
entre
crujidos de lamentos y alegrías.
En
mis manos se deshace el temblor
de
este tiempo a veces marchito,
a
veces lleno de aliento y éxtasis.
Y
llegado el momento,
deshacerse
al entregarse
como
la hoja postrera
entre
las palmas
de
mis manos,
en
el aliento frío de este bosque
fluyendo
ya en mis venas
su
savia milenaria.
Somos
realidad acompasada
entre
la prisa y lo quieto,
entre
el murmullo y el grito,
entre
lo imaginado y lo vivido.
Como
pedir deseos a los árboles
sin
fijarnos en sus raíces,
sin
abrazarnos a su piel rugosa
y
besarlos sin miedo.
Así
no prenden,
huyen
ante el tumulto
de
cualquier vendaval.
Luz
y aire
conjugando
historias varias
entre
las sombras vespertinas,
nuestro
tiempo corre y vuela
como
escarcha matutina.
Olvidar
ya no es posible,
aguantar,
la rutina diaria
que
nos reseca.
Tendrán
que cicatrizar
nuestros
sueños de hadas
para
abrirnos sin reservas
al
misterio de estar vivos
con
pasión reverdecida
bañada
por lágrimas proscritas.
Al
salir de este horizonte verde y húmedo
siento
el último chasquido,
tentado
estoy de apretar
otra
tamuja entre los dedos.
Mejor,
que venga a mí
de
la mano del viento
para
abrirnos mutuamente
y
rompernos a la par;
así,
como en los buenos boleros:
“la
tierra y el lamento
se
abrirán a la esperanza.”
(Antonio Martínez. En
parques y bosques)
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