02 octubre 2014

Hoy es 2 de octubre, jueves de la XXVI semana de Tiempo Ordinario.

Hoy es 2 de octubre, jueves de la XXVI semana de Tiempo Ordinario.
Me dispongo a pasar unos momentos con el Señor y a orar, hoy, a través de la lectura de un salmo. Un salmo es una exclamación desde el corazón, que expresa la oración de una persona o de una comunidad. A mí me va a servir como petición, como expresión de mi necesidad personal expuesta ante el Señor. El Agnus Dei puede ser una ayuda para adentrarme en la oración, con su ruego: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 10, 1-12):
«En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos, y los mandó, por delante, de dos en dos, a toda ciudad y lugar a donde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es mucha, y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega ni alforja ni sandalias, y no os detengáis  a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “está cerca de vosotros el Reino de Dios.” Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios.”  Os digo que aquel día  será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo».

Hace unas semanas veíamos que Jesús elegía y enviaba a los Doce para anunciar el reino de Dios a Israel. Eran doce los elegidos y enviados, y representaban a las doce tribus de Israel. Ahora elige a setenta y dos, y representan a las setenta y dos naciones conocidas entonces. Y es que Jesús y su mensaje es para todos los hombres, no sólo para Israel. Por otra parte, este segundo envío pone de manifiesto que la misión de anunciar el Reino no es tarea exclusiva de la jerarquía (de los Doce), sino de todos los seguidores de Jesús. Porque  los que siguen a Jesús no sólo han recibido el mensaje del Reino, sino que se les ha encargado  que lo entreguen a los demás. Son pocos, y el anuncio ha de llegar a todos. Por eso tienen que rogar a Dios para que sean muchos los que respondan a la llamada y se entreguen a la misión de anunciar el Reino de Dios: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino!” Estas palabras fueron dichas a aquellos 72, pero aquéllos nos representaban a todos los cristianos de todos los tiempos. Hoy debemos escucharlas nosotros, los sacerdotes y los laicos de a pie, puesto que a todos nos repite el Señor el mandato: “Poneos en camino”, anunciad a todos mi reino de amor y de paz; gritad a todos lo que habéis visto y oído: dad testimonio de lo que ocurre en quienes acogen mi mensaje. 
Jesús los envía como pobres. Sin apoyos materiales. Los envía con el único equipaje que necesitó él, la palabra y el testimonio: “No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino”. Y es que la tarea de extender el Reino de Dios es obra de la gracia. Sólo la gracia es capaz de abrir el corazón de los hombres al Reino. No es la sabiduría humana ni las cualidades personales de los discípulos. Por eso Jesús invita a orar al dueño de la mies, porque sólo Dios puede cambiar el corazón de los hombres. Dice Pronzato, “el evangelio no tiene necesidad de ayudas. Tiene necesidad de evangelio”. Por eso, Señor, cuando mi apostolado no da fruto ¿no será que le falta evangelio? ¿O será que pongo más empeño en las estrategias y métodos humanos, que en orar y buscar tu ayuda y tu luz? Señor, que no olvide que en el trabajo por expandir el Reino, si no es contigo, nada lograré. Lo del salmo: “Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles.”
La misión no es fácil, los enviados encontrarán oposición. Van a anunciar el Reino Dios: un reino de amor y solidaridad, de justicia, de misericordia y perdón, de entrega y servicio al otro, incluso al enemigo. Y la paz: “Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Es la paz del Reino que nace de aceptar a Dios como Padre y a los otros como a hermanos, y que se instaura, no con la victoria y el dominio sobre los demás, sino con  la victoria sobre el egoísmo, el orgullo, el afán de riqueza y de poder… Y a esto no todos estarán dispuestos. Al mismo Jesús lo están rechazando los importantes de Israel. Y, finalmente, lo condenarán por alborotador. Los  discípulos no van a ser tratados mejor: Mirad que os mando como corderos en medio de lobos… Y nosotros, Señor, ¿nos quejamos de no ser comprendidos, de ser rechazados, a veces? Que no nos acobardemos ante la dificultad y el rechazo. Que contigo, Señor, continuemos con nuestra misión, para que el  Reino siga avanzando.
Ya me voy despidiendo, Señor. Sigo con el ritmo de mi vida, pero me llevo esta oración, estos momentos contigo. Ahora, se me hace más familiar esta expresión del salmo: yo espero gozar de la dicha del Señor. Yo busco tu rostro, no me rechazes, no me abandones. Y tú me dices, espera en mí, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. ¡Gracias Señor!
Padre nuestro,

que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad

en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.
Amén.

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