17 octubre 2014

Hoy es 17 de octubre, viernes de la XXVIII semana de Tiempo Ordinario.

Hoy es 17 de octubre, viernes de la XXVIII semana de Tiempo Ordinario.
Qué alegría tiene el corazón cuando se encuentra con el Señor. Ahora tienes unos momentos para reposar tu ritmo, para encontrarte con el buen Dios que te quiere infinitamente, que desea para ti lo mejor. Deja que su palabra fermente en tu vida.
La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 12, 1-7):
En aquel tiempo, se habían reunido miles y miles de personas, hasta el punto que se aplastaban unos a otros. Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: “Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía. Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea. A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más. Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo. ¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.”
Son muchos los que se han reunido en torno a Jesús, porque quieren escucharle. Él habla primero a los discípulos, y les advierte que tengan cuidado con la levadura de los fariseos, la hipocresía. Ese parecer y no ser. Ese mostrarse al exterior de una manera “ordenadita”, muy limpia y aseada, pero estando por dentro muy desarreglados, sucios y podridos. Exteriormente, estupendas personas, muy cumplidores de todo; pero el corazón, lleno de intenciones torcidas, doblez, orgullo y autocomplacencia, ¡sin una pizca de amor sincero! Los de Jesús hemos de ser sinceros: ser como parecemos, y vivir lo que decimos, enseñamos y proclamamos exteriormente. Lo externo que no está asentado en la verdad del amor, la misericordia y el respeto a los demás, ¿de qué sirve? Señor, he escuchado muchas veces esta advertencia tuya, pero sigo con la misma actitud farisea. ¡Qué necio soy, Señor, obrando así! Porque, aunque ahora logre engañar a la gente, a Dios no lo engaño, y un día todo aparecerá, y la verdad de mi vida será conocida:  nada hay escondido que no llegue a saberse.”
Los discípulos saben que van a Jerusalén, y allí les espera, a Jesús y a ellos, la persecución y el sufrimiento. Por eso, los anima: “… amigos míos no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más..; temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno ”. Los suyos son sus “amigos”. Y el amigo lo único que debe temer es traicionar al Amigo, alejarse de él por el pecado… Éste es el temor que ha de haber en nuestro corazón: porque amamos al Señor, porque él es el gozo más profundo de nuestro corazón, ¿cómo no temer ofenderle y perderle? Señor, ten misericordia de mí. Que ningún otro temor pueda conmigo. Que esté siempre entre los que hoy llamas “amigos míos”. Has confiado en mí, Señor, que nunca te decepcione.
¡Con qué palabras tan consoladoras termina el evangelio de hoy! El Señor nos recuerda que estamos en manos del Padre. Un Padre que cuida hasta de los gorrioncillos, que apenas si valen nada. “¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios … Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.” Efectivamente, Señor, si el Padre se ocupa de ellos, ¿cómo no va a cuidar de nosotros que somos sus hijos? Por eso, Señor, ¿cómo no confiaré? Sé que nunca, ni en los fracasos, ni en la enfermedad, ni en la muerte estaré solo. ¡El amor del Padre estará siempre conmigo! Y ¿hay algo más fuerte que ese amor? Gracias, Señor Jesús, porque nos has dado a conocer esta noticia tan consoladora.
Escuchar la palabra es una manera de sentir el amor de Dios. En este momento que vuelves a leer el evangelio, te pones en sus manos, en las manos de aquel que te ama sin condiciones previas.
¿Cuál será la respuesta a un amor tan radical? ¿Cómo no responderé yo generosamente a un amor tan sincero como el que tiene el Señor para conmigo? Es un buen momento para conversar con Jesús, sobre lo que has estado meditando en estos minutos previos. Déjate llevar, estás en buenas manos.
Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

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