13 septiembre 2014

Vuestras reflexiones...LOS RICOS Y EL OJO DE LA AGUJA, de Antonio Martínez

"Hijos, cuán difícil es entrar en el Reino de Dios para los que confían en las riquezas. Más fácil es que pase un camello por ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios" (Mc 10, 24).
            Hace pocos días falleció el presidente del banco más importante de nuestro país. Los comentarios en la prensa han sido variados: expresión de luto, sarcasmo en algunos de los titulares, comentarios variados en general. Uno de los comentarios que he leído en estos días me ha producido una inmensa tristeza y una reflexión posterior: “hoy ondean los billetes de 500 a media asta”.
Es triste como a las pocas horas de su muerte era más urgente la reunión de los dirigentes de dicha entidad para elegir un sucesor/a que otras muestras de duelo; su propia hija, heredera del negocio familiar, ha hablado más veces del proyecto de futuro del banco que de historias vividas con su padre. ¡Qué pena! ¡Qué vacío dentro de tantos millones de euros!
            ¿Todos los ric@s son malos? ¿La riqueza envilece a los humanos? Lo malo es el apego desmedido a esas riquezas (distintas manifestaciones se han producido ante estas noticia), la autosuficiencia y el abuso de poder que da el dinero es lo que mata el corazón y degrada a los potentados económicos; lo diabólico es la idolatría al dinero: nos aparta del necesitado, instala el privilegio para unos poc@s a cambio del sufrimiento de muchos.

            Solo pasará por el ojo de la aguja, rico o pobre, el que consuela, el que emplea sus bienes en el bien común, el que se aleja de la usura, el que concede crédito a las relaciones, al perdón y no al dinero.
            Siempre recuerdo una anécdota que me contó un anciano franciscano sobre la vida de Antonio de Padua: “En Toscana, gran región de Italia, se estaban celebrando solemnemente, como sucede en estos casos, las exequias de un hombre muy rico. Al funeral estaba presente nuestro San Antonio, que, movido por una inspiración impetuosa, se puso a gritar que el muerto no tenía que ser enterrado en un sitio consagrado, sino a lo largo de las murallas de la ciudad, como un perro. Y esto porque su alma estaba condenada al infierno, y aquel cadáver no tenía corazón, como había dicho el Señor según el santo evangelista Lucas: Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón. Ante esta exhortación, como es natural, todos se quedaron estupefactos, y tuvo lugar un encendido cambio de opiniones. Al final se abrió el pecho del difunto. Y no se encontró su corazón que, según las predicciones del Santo, fue encontrado en la caja fuerte donde conservaba su dinero.”
            Nadie puede convertirse en juez de nadie, solo me pregunto: ¿dónde está nuestro tesoro?, ¿nuestro corazón es avaro o espléndido solidario?

Con afecto: Antonio Martínez, Valladolid.






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