05 septiembre 2014

Vuestras reflexiones... Sembradores, de María Julia Vanni

SEMBRADORES

- Necesito sembradores de la buena semilla que guardo en mi corazón, pensó Jesús un día y a ti te llamó.
- Necesito sembradores de espíritu generoso, con virtudes y defectos pues todos los tienen, porque el trigo y la cizaña crecen juntos, por si no lo sabes.
- Nadie puede decir no soy útil para sembrar, conozco a cada uno y si los he elegido sé muy bien porqué les estoy pidiendo que salgan a cultivar.
- Sembradores generosos los hubo, los hay y los habrá. Si otros se animaron… ¿por qué tú no?

Sabemos bien que las semillas las provee el mismo Dios, y que Él da a cada uno las herramientas necesarias para esparcir sin desfallecer.
El sembrador procurará ser humilde de corazón, reconocer sus errores para enmendarlos sin demora y acrecentar la gracia que alegrará su vida, aunque entre lágrimas deba sembrar.

Somos sembradores de la Palabra divina, procuremos siempre que aquél que la recibe vea a Jesús en nosotros y sólo por Él se deje conducir.

Sembradores: ánimo, mucha fe, oración perseverante, amor a la Eucaristía, confianza en nuestra Madre María… han de guiar la marcha mientras en la tierra, que el Señor pone a nuestro paso,  la semilla que nos ha entregado vamos esparciendo.
Los frutos… ¡solamente Él los conoce!, nuestra tarea es tan sólo sembrar, sembrar sin descanso, a tiempo y a destiempo. El mundo necesita sembradores de fe, de esperanza y de amor. ¡Tú eres uno de ellos! Dios te ha elegido… ¡No dejes de sembrar!

María Julia Vanni - 20- 7- 2014

SEMBRAR

Que cada día al despertar sienta el deseo de sembrar muchas obras de bien.
Sembrar sonrisas aunque el alma duela por dentro, aunque me domine el desaliento.
Sembrar amabilidad para que quien se encuentre conmigo se sienta bien querido.
Sembrar ánimo en los corazones angustiados de quienes viven o pasan a mi lado.
Sembrar consuelo y esperanza en que llegarán días mejores, donde todos volveremos a sonreír.
Sembrar ternura en cada niño que cruce por las calles, con hambre de cariño más que del pan cotidiano.
Sembrar mi agradecimiento a los abuelos que lentamente transitan sus postreros años, llenos de sabiduría pero tan poco valorados, a veces.
Sembrar buenos ejemplos, no para que sean vistos, sino para contagiar a otros que tal vez no se animan por temor a un mundo que exalta lo malo escondiendo el bien.
Sembrar paciencia, que en tantas oportunidades pierdo, buscarla, ejercitarla…, para con ella conseguir que reine la paz y armonía en cada hogar.
Sembrar amor, porque fuimos creados por amor y redimidos por amor… Si tanto amor hemos recibido… ¡cómo no sembrar amor! Amor a Dios, a la humanidad toda, al que sufre, al necesitado, a aquel que del Señor vive alejado, a quien se ha equivocado y no sabe reconocer su error…  Amor a los niños, a los jóvenes, a las familias, a los ancianos… ¡Amor a todos como Jesús ha enseñado! 
¡Que cada día al despertar sienta un gran deseo de sembrar el bien entre todos mis hermanos!

María Julia Vanni - 17- 6- 2014

REFLEXIÓN PARA UN NIÑO

Cuando eres niño quieres ser grande, para hacer las cosas que hacen los mayores. Piensas que ellos son muy felices pues los ves ir de aquí para allá sin a nadie preguntar, y realizar las cosas que tú no puedes aún hacer. A los mayores nadie les prohíbe nada, es lo que tú crees; pero si su conciencia está bien formada, les dirá “esto sí, aquello no”, tenlo por seguro.

¿Sabes pequeño?, el mundo de los grandes es muy complicado… Muchos van corriendo llevándose por delante a quienes cruzan por las calles, pues ni siquiera se detienen a ver lo que atrás van dejando. Son tantos los que no ven, aunque ojos no les falta, la vida sufriente de muchos hermanos y las miserias que rondan en cualquier esquina…

Pero debes saber, mi niño querido, que también hay adultos llenos de bondad. Son los que tienen el alma pura como la tuya… Son aquellos que aunque los años pasen llevan muy dentro la misma ternura que tú regalas cada vez que tus ojos curiosos con candor observan cuanto ocurre a su alrededor. A ellos debes escuchar cuando te den un consejo, a ellos y sólo a ellos imitarás.

No te preocupes por querer ser grande, vive tu niñez con calma, realizando y disfrutando  cuanto es propio de tu edad. Tropezarás tal vez, y llorarás por haberte hecho daño…; una rodilla lastimada, un chichón en la frente… ¿quién no los tuvo cuando niño? Pero son cosas que pasan y luego no duelen más. Hay otras, feas, que sí pueden doler la vida entera; que nunca tengas tú que soportar éstas y quienes están a tu lado te regalen mucho amor y comprensión, así cuando crezcas tendrás de tu niñez el más hermoso recuerdo y serás un adulto feliz.

Ruego al Señor del cielo que cuando te hagas grande, sigas teniendo el corazón de un niño y que sepas entregar amor y cariño en cada obra que en la vida realices, porque a ti te lo dieron cuando eras pequeño.

María Julia Vanni - 25- 6- 2013

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