08 septiembre 2014

Ideas para la homilía. 14 septiembre. Exaltación de la Cruz

1.- ¡VIVA LA CRUZ!

Por Javier Leoz

1.- No estamos acostumbrados a escuchar, cantar o decir un “viva la cruz”. Y, en cambio, si hay algo que nos ha traído vida, futuro, eternidad y redención total, fue precisamente el valor de la cruz.

*Dios, en la noche de Belén, quiso dejar el cielo y hacerse humanidad en la tierra.

*Dios, en la hora nona en el Calvario, quiso derramarse en sangre de amor sobre la tierra.

*En la cruz y en la noche de Belén, convergen un mismo deseo de Dios: todo por el 

hombre. 


2.- Con razón, en este domingo, la Iglesia venera y se vuelve hacia la cruz. Cuando en muchos lugares tienen lugar las labores de la vendimia, la cruz, es para los cristianos esa vid que, al exprimirse, nos da el vino de una entrega fecunda, sacrificada: el buen vino de la Redención del hombre. ¿Somos conscientes de ello? ¿Qué hemos hecho de la cruz? ¿Un adorno o un estilo de vida? ¿Una gran lección o algo estéticamente bello? ¿Un modelo de referencia para encarar la vida o algo que ya no significa nada?

¡Viva la Cruz! Esos dos maderos, que cruzados entre si, pretenden abrazar al hombre para siempre en un abrazo iniciativa de Dios.

¡Viva la Cruz! Esos dos maderos que, cuando uno los mira sin fe, es escándalo, demasiado, un sin sentido, una locura

¡Viva la Cruz! Esos dos maderos que, cuando uno los mira, sabe que Alguien nació, creció y sufrió para elevar a la humanidad a las mismas cumbres de los cielos.

3.- Si Dios, que es bueno, ha querido humillarse naciendo pobre en Belén; si Dios, que es grande, ha querido humillarse en una cruz, será por algo. El rostro de Dios es el amor. La cruz es la prueba suprema, el no va más, de lo mucho que Dios nos ama. Esa es la sabiduría, el tesoro, la razón de ser, lo que sostiene desde hace casi 2000 años en pie la Santa Cruz. Sólo así, desde ese pensamiento: Dios lo ha hecho por mí, podemos gritar un ¡Viva la Cruz del Señor!

Hoy exaltamos este gran símbolo de nuestra fe cristiana porque, entre otras cosas, detrás de la puerta de la muerte, se encuentra la antesala de la vida. Hoy exaltamos la cruz porque, ella, sostiene un cuerpo que nos trae libertad, afán de superación, fe, esperanza y ganas de resucitar. La cruz nos recupera, nos rescata… ¡nos redime!

Hoy exaltamos la cruz porque, cuando las cosas se nos presentan en contra, sabemos que –cumplir la voluntad de Dios y ver a Dios en todo- nos hace esperar un mañana más feliz, una mañana de resurrección, un amanecer con respuestas.

Hoy exaltamos la cruz porque, entre otras cosas, los cristianos sabemos que, el amor de Dios, ha sido roturado, sacrificado, molido por el hombre en beneficio del propio hombre. Tal vez nunca lleguemos a entender en toda su profundidad el Misterio que ello abarca. Hagamos una oración: Dios lo ha hecho por mí. Dios se ha dejado clavar por mí. ¿No nos sugiere esto fe, conformidad, emoción, agradecimiento y no despierta muchos sentimientos de fe hacia Cristo?

¡Viva la Cruz! Y ¡cómo no! ¡El fruto de la cruz! En ella Dios nos levanta, como al tercer día, levantó a Jesús de la muerte. A veces, Dios, nos levanta sobre el madero, pero otras tantas, Dios, de igual manera, Dios nos levanta de esas situaciones de amargura, de pena y de tristeza.

4.- Si al Señor, siendo Señor, no le fue ahorrado el sufrimiento, algo de bueno tiene que tener la cruz cuando, Dios, permitió que su único Hijo subiera al madero.

En Belén, Dios, se hizo amor entre un pesebre de madera. En el Calvario, Dios, se deshizo en amor en dos trozos de madera en forma de Cruz. ¿Aprenderemos esta lección para nosotros mismos y en generosidad hacia los demás?

Con San Pablo, en este Año Paulino, decimos: Estoy seguro de que nada ni nadie "podrá separarnos del amor de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro"

¡Viva la Cruz!

5.- A LA CRUZ

Te exaltamos, oh cruz santa y buena, 

porque desde ti el mundo se ve pequeño

y desde aquí, el madero, se nos hace duro.

Porque, reconocemos, 

que preferimos el bien sin sufrimiento

y, que nunca nos levanten,

como estandarte que se desangre escarnecidamente,

Si; ¡oh Cruz!



Te bendecimos, te alabamos,

te adoramos, te cantamos,

en tu honor elevamos mil plegarias

porque, de ti, surgió el fruto de la Redención

Porque, en Ti, gimió el Niño que vino en silencio

Porque, en Ti, siete palabras, apenas siete,

Pronunció aquel que, en Belén, sólo era amor.

Te exaltamos, Cruz verdadera y fuerte

Porque en Ti, el amor, habla sin fisuras

Porque en Ti, el amor, ya no esconde nada

Porque en Ti, el amor, dice su última palabra:

No puedo hacer más

Ya no hay más

Todo se ha cumplido



¿Por qué me has abandonado?

Sí; ¡oh Cruz Victoriosa!

Que, en aparente derrota,

entregas a la muerte y acoges

al que tanto, hoy siempre, tanto perdona

Que, disparándote hacia el cielo,

nos recuerdas que el amor, cuanto más se entrega,

más produce a Dios más agrada.

Te exaltamos, oh Cruz, 

porque Dios, bajando pobre en Belén,

sube también despojado y desnudo a un madero

Te exaltamos, oh Cruz,

porque, en la hora incierta,

sabemos que Dios nos acompaña

desde el silencio y con mano providente.

¡Oh Cruz! ¡Exaltamos y pregonamos tu belleza!

Amén.

2.- LA ENTREGA DE JESÚS POR AMOR

Por José María Martín OSA

1- Signo de liberación. La cruz en el Imperio Romano era un signo de tortura reservado a los peores malhechores. Jesús, que no había cometido ningún delito, murió en la cruz por nosotros. El Evangelio predicado por El es una Buena Noticia liberadora para los oprimidos, pero ponía en tela de juicio el poder establecido. La cruz fue la consecuencia de la vida de Jesús. Fue consecuente, y por eso le mataron. Ahora este instrumento de tortura se ha convertido para nosotros en signo de amor y liberación. Por eso hoy celebramos su “Exaltación”. Glorificación y levantamiento frente a la humillación y abajamiento. En las tres lecturas subyacen dos adverbios que resumen el itinerario seguido por Jesús: abajo-arriba.

2- Signo de salvación. La primera lectura, del libro de los Números, nos sitúa junto al pueblo de Israel en el camino hacia la tierra prometida. El pueblo, que tiene hambre y sed en el desierto, murmura contra Dios y contra Moisés. La murmuración es su gran pecado, pues expresa la desconfianza en el amor y el poder de Dios para cumplir lo que ha prometido: sacarles de la esclavitud y llevarles a una tierra fecunda, que mana leche y miel. Entonces le sobreviene al pueblo un castigo: serpientes venenosas provocan la muerte de muchos. El pueblo reconoce su pecado y pide a Moisés que interceda ante Dios por ellos. Dios les da la curación a través de un signo: una serpiente de bronce elevada sobre un mástil, a la que todos los mordidos debían mirar para vivir. El evangelista Juan vio en esta serpiente alzada una figura de Cristo levantado en la Cruz y Resucitado. El verbo "levantar" es sinónimo de "resucitar" Fijémonos en el dinamismo de vida de Jesús: Él es "el que bajó del cielo", "se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz". En la concepción de Juan, Jesús preexiste en la intimidad del Padre y es igual a Él, uno con Él y Dios como Él. Del seno del Padre baja y se hace carne, por amor a nosotros, para darnos la vida abundante.

3.- Abajamiento y exaltación. La cruz es, en esa historia de amor, el mayor abajamiento y despojamiento del Hijo (kénosis) y su mayor exaltación, pues es ahí donde nos mostró que su amor no tenía límites y que ni siquiera el miedo a la muerte podía hacerle retroceder en su compromiso por la salvación de todos. Esa humillación de morir en cruz, como un maldito, siendo el Hijo amado del Padre, fue el comienzo de su glorificación, pues el Padre mismo lo "levantó" de entre los muertos y lo resucitó como primicia de nuestra propia resurrección.

4.- Proclamación del amor de Dios. La fiesta de la exaltación de la cruz no significa que el cristianismo proclame una exaltación del sufrimiento, del dolor o del sacrificio por el sacrificio. Si así fuera, el Dios que pide esto de nosotros sería un Dios sádico que no merecería nuestro amor. Lo que exaltamos en esta fiesta no es la cruz (un instrumento más de tortura y ejecución como el cadalso o la silla eléctrica). Lo que exaltamos es el amor incondicional de un Dios que compartió nuestra condición humana y se comprometió con la realización del Reino hasta el final. Exaltamos al Crucificado que, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. Y exaltamos al Dios que, como Abrahán, entregó a su Hijo Único, a su amado, para que todos tengamos vida en su nombre.

3.- SUFRIR POR AMOR

Por Gabriel González del Estal

1.- El título de esta fiesta religiosa puede confundir a más de uno, como, de hecho, así ha ocurrido en algunos momentos de la historia del cristianismo. Por eso, ya desde el principio, nos apresuramos a decir que los cristianos no tenemos ningún interés en exaltar una cruz; exaltamos al que murió en la cruz, a Cristo, nuestro redentor. Esto, que puede parecer una perogrullada, es una verdad que debemos tener siempre muy en cuenta. Porque los cristianos no exaltamos a Cristo por lo mucho que sufrió, sino por el mucho amor con el que aceptó, libre y voluntariamente, los inmensos dolores de la crucifixión. Lo que nos salvó no fue el gran dolor de Cristo, sino su gran amor. Si el motivo del sufrimiento de Cristo no hubiera sido el amor, su sufrimiento hubiera sido religiosamente estéril, aunque, incluso, hubiera podido ser heroico y admirable desde otras perspectivas sociales o políticas. Los sufrimientos inútiles y estériles no nos interesan a los cristianos; no sólo no los queremos ni para nosotros ni para los demás, sino que luchamos para evitarlos. Por amor al bien, y a la verdad, y a la justicia, y a la paz, y a la santidad, estamos dispuestos a sufrir y a aceptar los sufrimientos que sean necesarios para que desaparezcan de nuestra vida y de nuestro mundo el pecado, la mentira, la injusticia, la guerra, y todo lo que se opone al verdadero reino de Dios. Los cristianos somos amantes de la alegría, de la paz, de la felicidad, pero no somos ingenuos. Sabemos que para conseguir el bien tenemos que evitar el mal y esto no se hace sin grandes esfuerzos y sacrificios. Estos esfuerzos, estos sacrificios, este dolor, estas cruces, sólo son cristianamente tolerables y hasta deseables si el motivo que nos lleva a la aceptación de estas cruces es el amor. El amor a Dios y el amor al prójimo, tal como nos lo enseñó con su doctrina y con su ejemplo nuestro redentor.

2.- Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él. El único motivo por el que el Dios Padre envió su Hijo al mundo fue el amor. No lo envió para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El amor siempre intenta salvar, nunca destruir. También Dios nos ha enviado a cada uno de nosotros a este mundo para que intentemos salvarlo, en la pequeña medida de nuestras posibilidades. Sabemos que nuestros esfuerzos para construir un mundo mejor nos van a suponer trabajo y dolor, pero este sí es un dolor que Dios quiere, porque se trata de un dolor redentor, fruto del amor. Este dolor, esta cruz, sí la quiere Dios para los discípulos de su Hijo.

3.- Lode la serpiente venenosa, de la que nos habla el libro de los Números, en la primera lectura, es referencia a una creencia y a un rito mágico que practicaban algunos pueblos primitivos. El Cristo al que nosotros exaltamos en la cruz es una persona real que, con su sufrimiento aceptado con amor y por amor, salva a todos los que creen y confían en él. El amor de Dios es el que nos salva y el Cristo crucificado es la expresión más elocuente y sublime del amor de Dios. Por eso, los cristianos exaltamos al Cristo que sufre en la cruz.

4.- Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo... hasta someterse a una muerte de cruz. Así lo entendieron y así lo practicaron también tantos santos y santas cristianos que, por amor a Dios y al prójimo, entregaron lo mejor de sus vidas al servicio de los más pobres y marginados. Supieron despojarse de su rango burgués y acomodado para intentar salvar a personas a las que la sociedad no les había dado ninguna otra posibilidad de salvación humana y cristiana. Cada uno de nosotros puede poner los nombres y apellidos que más prefiera, para recordar a tantas personas cristianas que, a lo largo de la historia, escogieron la pobreza y la marginación para salvar a los más pobres y desheredados de la tierra. A todos ellos, como a Cristo, queremos exaltarles nosotros ahora en la cruz de su dolor redentor, fruto y consecuencia de un inmenso amor.

4.- LA LUZ DE LA CRUZ

Por José María Maruri, SJ

1.- El comentario sobre la fiesta de la Exaltación de la Cruz puede hacerse de muchas maneras, claro. Pero a mi me acerca al viernes santo, a la imagen de ese Jesús colgado en la Cruz contra el fondo de las tinieblas exteriores y encerrado en las tinieblas interiores del abandono de los suyos y de unas pupilas sin luz y que nos repite sin palabras lo que nos dejó dicho en vida: “vosotros sois la luz del mundo… mientras estuve en el mundo fui la luz del mundo, hoy me llevo mi luz, pero dejo la vuestra. Vosotros sois la luz que brilla en las tinieblas…”

Nosotros somos los ojos del Señor que mira compasivamente a la adultera y la perdona.

--Ojos del Señor Jesús que miran con amor al joven y le invitan a dejarlo todo.

--Ojos del Señor Jesús que sonríen cariñosos a los niños.

--Ojos del Señor Jesús llenos de lágrimas por la muerte del amigo y la pena de las 

hermanas.

--Ojos del Señor Jesús que llevan la alegría a unas bodas.



2.- Vino a los suyos y no le recibieron…

++los suyos, carne de su carne y hueso de sus huesos

++no le recibieron en Belén donde no tuvo posada

++de Nazaret lo arrojaron a empujones

++no le dejó entrar la gente de aquella aldea de Samaría, la del fuego del cielo

++los de Gerasa le ruegan que se vaya

++en Jerusalén los representantes de su Padre Dios lo crucifican fuera para que su muerte

 no manche la ciudad santa.

3.- “A eso del mediodía vinieron las tinieblas sobre toda la región y Jesús crucificado queda envuelto en ellas y en el abandono. “Él era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo y la luz brilla en las tinieblas”.

No hay ya luz en el mundo, la tiniebla, la tiniebla ha vendido a la luz, el hombre a Dios, el odio al amor.

Jesús, luz de todo hombre que viene a este mundo, se lleva bajo sus párpados caídos la luz, pero nos deja a nosotros para iluminar el camino y las vidas de nuestros hermanos. También nosotros éramos tiniebla pero ahora somos luz del Señor, ojos del Señor en medio de la tiniebla. La luz del Señor rodea su Cruz y nos acompaña siempre.

5.- LA REUNIÓN DE LOS HIJOS DISPERSOS

Por Antonio García-Moreno

La Serpiente de bronce.- Para Juan es evidente que, como la serpiente de bronce en el desierto curaba, de la misma forma quien mire con fe a Cristo crucificado y atravesado se salvará. Por tanto, en este pasaje Juan pone la salvación en la Revelación del amor del Padre, manifestado sobre todo en Cristo crucificado. De tal manera que, quien al mirar a Jesús crucificado en lo alto de la Cruz, reconoce su amor y cree en él, se salvará. En esta línea están las palabras de Jesús al decir que cuando fuera exaltado atraerá a todos hacia sí. Consciente de esta realidad salvífica, Benedicto XVI, en la XXII Jornada Mundial de la Juventud (18-VII-2008)- pedía "la fidelidad a la gracia mediante la cual el Señor crucificado continúa atrayendo hacia sí a toda la creación y a todo corazón humano" De hecho la prueba inequívoca de su divino amor es la entrega que hace del Hijo, a fin de que sea sacrificado para la redención y regeneración de los hombres de todo el mundo.

Hay añadir que, sin embargo, con ser infinito el valor salvífico del la muerte redentora de Cristo, la redención puede quedar frustrada si el hombre se empeña en no reconocer y corresponder a la atracción divina. Por tanto, el amor divino puede ser rechazado por el hombre y, en consecuencia, no alcanzar la salvación. Por ello decía San Agustín que Dios nos hizo sin nosotros, no podrá salvarnos sin nosotros. En efecto, el Señor sólo podrá salvarnos si correspondemos a su inefable amor, mostrado en el zenit de su esplendor a través de Cristo, clavado en lo alto de la Cruz. El signo supremo y conmovedor de Dios-Amor. Que bien lo expresa el místico castellano al decir:

¿Tú me mueves, Señor; 

muéveme el verte

clavado en esa cruz y escarnecido; 

muéveme el ver tu cuerpo tan herido, 

muévenme tus afrentas y tu muerte?

2.- ¿Mirarán al que traspasaron? Son palabras del profeta Zacarías quien, al final de su libro habla de la restauración de Jerusalén y del castigo de cuantos la atacaron. Al ser citado por Jn 19,37, en clara relación con la Pasión y Muerte de Cristo, no resulta sorprendente que Za 9-14 haya formado pare de los textos bíblicos testimonios conservados por la Iglesia primitiva. Objeto de intensa reflexión teológica fue utilizado a propósito de la pasión de Cristo y de su parusía .Así el texto de Zacarías es una profecía sobre la salvación, pues la mirada vuelta hacia Yahvé expresa la esperanza de la salvación. La cita se aclara si tenemos en cuenta que el testimonio solemne, dado por el evangelista, se refiere a la plenitud de la fe de quien mira al que ha sido traspasado y reconoce en él una fuente inagotable de vida. Esta interpretación está confirmada por varios textos del IV Evangelio. En especial en el texto evangélico de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, donde Jesús habla de la serpiente de bronce, enroscada en lo alto de un palo por Moisés, que miraron los mordidos por las serpientes venenosa del desierto y sanaron de la terrible picadura.

También al hablar Jesús del grano de trigo que cae en tierra y muere, brota, se yergue de esa tierra y atrae a todos los hombres. En Jn 8, 28 dice el Señor: Cuando sea levantado el Hijo del Hombre entonces conoceréis que yo soy. Con esta cita se cierra propiamente el relato de la Pasión. Es un acontecimiento en el que, según San Juan, confluyen los grandes temas de la salvación : La exaltación de Cristo en lo alto de la Cruz (12,32); la ¿congregatio fidelium?, la reunión de los hijos dispersos (11,52) y la formación del Pueblo mesiánico o Iglesia de Cristo (19,24-27); el don del Espíritu (19,30.34); el testimonio de la fe de los creyentes en la mirada al Crucificado y traspasado (19,37); esa fe en Jesús que no sólo les redime sino que también les salva, esto es, les limpia del pecado y le infunde una vida nueva. En el Calvario Jesús entregó su espíritu, no sólo porque expira sino porque dona el Espíritu. Es un río, dice Benedicto XVI, y ¿donde llega este río fluye la vida, la vida verdadera? En efecto, el brotar de la sangre y el agua prefigura la entrega permanente del Espíritu más allá de su muerte.

6.- SU CRUZ, NUESTRA CRUZ

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Al coincidir la fecha de este domingo –el 14 de Septiembre—con la fiesta de la Exaltación de la Cruz, prevalece esta celebración sobre la habitual que del Domingo 24 del Tiempo Ordinario, en este ciclo A. La Exaltación de la Cruz ha ido siempre unida a la dedicación de dos basílicas de los tiempos del Emperador Constantino: la del Gólgota y la de la Resurrección. Y ello tuvo lugar el día 13 de septiembre del año 355. Y al día siguiente fue expuesta ante los fieles la reliquia de la Cruz de Cristo. La tradición ha marcado que la cruz fue encontrada un 14 de septiembre. La madre del Emperador Constantino, Santa Helena dedicó mucho tiempo y muchos recursos para encontrar en Jerusalén los restos de la cruz en la que murió Jesús de Nazaret. Y consiguió encontrarla y de ahí que se construyeran las citadas basílicas. La inauguración de las mismas, un 13 de septiembre, de cara a la presentación de la cruz ante los fieles al día siguiente, demuestra que ya hacia tiempo que se conmemoraba la fecha en que la cruz apareció. Estamos pues ante una fiesta muy antigua, una de las más antiguas de la cristiandad. Y, desde luego, merece la pena darle la amplitud y relevancia que siempre tiene un domingo, donde en la Eucaristía se reúnen muchísimos más fieles que en las fiestas cristianas—aún las más importantes—celebradas en días laborables.

2.- Y, en fin, las cuestiones históricas importan y mucho, pero en la fiesta de este domingo nos vamos a encontrar con la significación que la Cruz de Cristo tiene para cada uno. Bien podría parafraseando la pregunta de Jesús a sus apóstoles --¿”y que es Cristo para ti?”—hacérnosla respecto a la Cruz: “¿qué es la Cruz para ti? Es verdad que resulta difícil pensar en la cruz y no recordar el día difícil y aciago del Viernes Santo. La muerte de Jesús en la Cruz es un hecho doloroso, difícil e, incluso, incompresible a veces. ¿Para que tuvo que morir? Es una pregunta que muchos nos hacemos de manera inevitable, aún comprendiendo la importancia redentora de la Cruz. Pero, claro, no es esa la cuestión.

3.- Las lecturas de hoy –junto al resto de los textos litúrgicos—manifiestan la importancia de la Cruz como símbolo de salvación. En la primera lectura, que procede del capítulo 21 del Libro de los Números, se nos muestra el camino que llevaría a la cruz a ser estandarte de salvación. Tras ser atacados los israelitas por serpientes venenosas en el desierto, la serpiente de bronce, construida por Moisés y expuesta como bandera, curaba a todos. Bastaba con mirarla. En el Evangelio de Juan, Jesús habla con Nicodemo y le pone el ejemplo de la serpiente-estandarte. Promete que todo aquel que mire a la Cruz, que crea en Él, tendrá vida eterna. Y añade la clave más sublime que originó la salvación del género humano: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Por eso es necesario acercarse a la cruz con la alegría de que va a salvar, que va a llevarnos a la felicidad.

San Pablo por su parte también nos aporta una definición portentosa. Y es como un Dios se abaja hasta lo más profundo, hasta someterse a la muerte, “y una muerte de cruz”. La ponderación de que “hasta” murió en la Cruz no demuestra lo terrible y degradante que la muerte en cruz era entre judíos y griegos, entre los contemporáneos de Jesús. Y Pablo nos ayuda a configurar el sacrificio y como Dios, el mismo Dios, “lo levanto sobre todo”. Dios Padre muestra la salvación desde su Hijo resucitado al modo de cómo Moisés levantó el estandarte de la serpiente en el desierto. Todas estas lecturas nos enseñan el significado de la cruz, su poder salvífico. Hemos de tenerlo muy en cuenta

4.- El otro aspecto que hoy no podemos dejar de mencionar es que Jesús en varios lugares de los evangelios menciona su cruz… y la de otros. Nos anuncia que nosotros tendremos que asir nuestra propia cruz. No se trata ayudarle a Él a transportar Su cruz, como lo hizo Cirineo. Hemos de tomar la nuestra y seguirle. Que en la vida humana hay grandes cruces no cabe la menor duda: el dolor, la enfermedad, el infortunio, la muerte de los seres queridos. Esas son cruces fácilmente visibles y apreciables. El ejemplo de Jesús al aceptar el sufrimiento de la crucifixión y muerte es un buen ejemplo para el que sufre, es una compañía en el difícil trance. Pero no hemos de pensar que no tenemos cruz aquellos que estamos sanos o somos aceptablemente felices. Nuestra cruz también está ahí y tiene importancia, dimensión. Nuestra cruz es el pecado, tantas veces repetido y que no somos capaces de erradicarlo. Es el defecto habitual del que habla Ignacio de Loyola. O es nuestra incapacidad para comprendernos y aceptar nuestras propias limitaciones. Siempre habrá algo que verdaderamente nos crucifique. Y cada uno deberá para conocer su cruz, y aceptándola, llevarla, junto a Jesús, por esta vida.

Hoy es una buena fecha para perseverar en la Cruz de Cristo, en su efecto terrible y doloroso para el Maestro. Pero también en su condición de vehículo de salvación. Será necesario que meditemos también es la realidad de nuestra propia cruz y que seamos capaces de asumirla y comprenderla. Aceptándola, seguiremos el consejo que Jesús nos da, pero además iniciaremos un camino de felicidad que nos llevará a la vida eterna.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Cuando uno quiere referirse a una exquisita fruta, empieza por describir su cáscara, o su piel, es decir, su aspecto exterior. A continuación se referirá al contenido, a aquello que alimenta y satisface al paladar, finalmente hablará sobre las simientes contenidas en su interior. Algo semejante haré yo para comentaros la fiesta que acapara el sentido del domingo, que este año corresponde al 24. Acapara la fiesta, porque toca el meollo de nuestra Fe.

Empecemos. Gobernando Constantino en Roma, reconociendo el valor del Cristianismo y queriendo favorecerlo, envió a su madre Elena, que era cristiana, a recuperar los lugares donde la memoria histórica indicaba que se habían realizado los más sublimes misterios de nuestra Fe. En llegando a Jerusalén, consultó a la comunidad, que nunca había dejado de existir en el lugar, pese a las persecuciones. Escuchó sus tradiciones. Leyeron los relatos que hoy llamamos apócrifos y que habían guardado multitud de anécdotas, no todas seguras, y, de acuerdo con estos datos, emprendieron la búsqueda. Había un detalle que facilitaba la operación. Tratando de borrar la memoria cristiana, el ejército romano, había edificado encima de los lugares importantes, templos dedicados a sus divinidades. Los trabajos tuvieron éxito, se encontró el Sepulcro y la Roca del Calvario. Se alegró la comunidad y la madre del emperador. Ya en el siglo V, por aquellas tierras, se celebraba la solemnidad del fabuloso descubrimiento. A partir de aquí se inicia la fiesta que hoy celebramos. Recibió primero el nombre de invención (descubrimiento) y se llama hoy exaltación. Diríamos que es un duplicado de una parte de las celebraciones del Viernes Santo.

2.- A nadie se le hubiera ocurrido inventar, o iniciar, una religión que se fundara en un ajusticiado. Deberéis ahora, mis queridos jóvenes lectores, recurrir mediante vuestra memoria e imaginación, a imágenes que, si fueran televisivas, nos advertirían que son duras y pueden herir la sensibilidad. Os sugiero, pues, que penséis en un hombre ante un pelotón de ejecución, pasad página y ahora se trata de un ahorcado, la siguiente es una silla eléctrica, la última, si os parece, sería la imagen de una camilla para la inyección letal. Jesús fue un condenado a muerte, en el que se cumplió la sentencia. Como todas las ejecuciones, la suya fue desagradable. La imagen de Jesús clavado en la cruz resultaba incómoda. Los primeros cristianos no se atrevieron a representar al Señor crucificado. San Pablo recordaba que los judíos pedían señales demostrativas y los griegos ideas luminosas, pero que lo que él enseñaba no era nada de esto. Hablaba de Cristo ejecutado, que era absurdo para unos y estupidez y bochorno para otros. Pero para los valientes que se atrevían a emprender la aventura espiritual, para nosotros, este Jesús en la cruz, era coraje y orientación, mucho mas útil que saber inglés, doctorarse en historia antigua, hacer un master en psicología social o aprobar un curso de antropología histórica. (I Cor 1,23)

3.- Hasta aquí os he hablado de la cáscara y del contenido. Voy a continuar recordando algo del análisis que de la fiesta hace la liturgia. En la primera lectura se habla de la serpiente de bronce, un estandarte salvador, para una situación muy delicada del pueblo que caminaba por el desierto. Fue una solución útil para aquel momento, pero fue también un anuncio, un anticipo. Serpiente de bronce y cruz forman un buen conjunto. Si un día vais al monte Nebo, en Jordania, veréis la imponente imagen de una cruz y enroscada a ella una serpiente, también de metal. Se levanta como bandera ante la Tierra Prometida que se ve a los pies de la montaña. Me gusta hablaros de ello, pues fue sugerencia de un buen franciscano, amigo mío. La cruz es salvación. Es un signo. Podría definirse como la intersección de dos líneas rectas, diríamos en geometría, pero, como símbolo, es una ayuda. Unos la besan, otros se inclinan, otros la trazamos sobre nuestro cuerpo, pidiendo protección. No os olvidéis de ella, ni permitáis que sea objeto decorativo o adorno que acompañe actitudes eróticas que, os lo aseguro y muchos ya lo habréis, resulta ser una profanación.

4.- San Pablo a los cristianos de Corinto les recuerda el proceder divino. La aceptación del Hijo de Dios, que hombre como era, sintiendo en sus entrañas el deseo de triunfo, la búsqueda del éxito por encima de todo y el reconocimiento social al que cualquier hijo de vecino aspira, Él, que era semejante a nosotros, excepto en el pecado, que nunca cometió, se sometió a la humillación, al fracaso, a la muerte. Aceptando este plan de su Padre, llegando a dejarse torturar, insultar y despreciar, consiguió, sublime paradoja, el éxito de su Resurrección y con ello la consiguió para nosotros, para todos los que la buscasen con rectitud.

5.- Mis queridos jóvenes lectores, os podéis creer que la noche es el imperio del robo o del crimen. Que entre vosotros es ocasión de disfrutar en la discoteca del baile, de las bebidas alcohólicas, tal vez de la droga . Que para muchos es la oportunidad de iniciarse en costumbres deshonestas. Esta opinión, con ser cierta, deja de lado la realidad mejor de la noche, que es silencio, es concentración, es encuentro íntimo. Jesús amaba la noche y en muchas ocasiones las pasó rezando. En otras realizó milagros dedicados a los suyos. Se encontró con ellos, que navegaban desorientados. Dormido en la popa, se despertó presto, cuando fue requerido y calmó la tempestad. Hoy el evangelio nos recuerda el encuentro con Nicodemo. Aprended de Cristo y aprovechad los encuentros íntimos que podáis tener en la soledad y quietud, para comentar vuestra Fe con el amigo, para consolar con vuestra caridad al desconsolado, para enseñar el camino al desorientado. No os olvidéis, si tenéis la ocasión, de compartir de noche, de pedir al Maestro que os ayude, que os acompañe. Y en la quietud nocturna, fuera o en vuestra habitación, no desaprovechéis la oportunidad de rezad. Dichosos vosotros si antes de ir a dormir, podéis pasar un rato junto al Sagrario, pedid a San Nicodemo que os cuente lo que aquella noche, aquella de la que habla el evangelio de hoy, él aprendió.

Con sinceridad os lo digo: muchas noches, antes de irme a dormir, acariciando el Sagrario, le digo a Jesús-Eucaristía: a mis lectores, ¡buenas noches, les des, Dios! Si sois fieles a esta doctrina, y sin a penas notarlo, un día descubriréis que en vuestro interior han aparecido unas semillas. Son la Esperanza, consecuencia de la Fe y la oración. Y vuestra vida respirará optimismo. Y vuestro futuro último estará encerrado en pequeñas fidelidades que no querréis perder.

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