22 julio 2014

Hoy es 22 de julio, martes de la XVI semana de Tiempo Ordinario.

Hoy es 22 de julio, martes de la XVI semana de Tiempo Ordinario.
La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (12, 46-50):
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él.
Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mí madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»
La Madre de Jesús y sus parientes llegan y quieren hablar con Jesús. Le avisan: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo.» La respuesta de Jesús resulta extraña: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Suena a respuesta despectiva respecto a su madre y, en general, a la familia. Pero lo que Jesús quiere enseñarnos es que, en la nueva familia que se está formando en torno a él, lo verdaderamente importante –incluso si se trata de su Madre- no son los lazos de la sangre, sino los del Espíritu, la adhesión incondicional a su persona. Por eso, señalando a los discípulos con la mano proclama: “Éstos son mi madre y mis hermanos.
El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.” De modo que la verdadera gloria de María radica más en que ha sido la que mejor ha escuchado la Palabra de Dios y la ha vivido que en ser la Madre biológica de Jesús. Señor, que yo aprenda de tu Madre a escuchar y vivir tu Palabra. Sólo así llegaré a ser verdadero miembro de tu familia, de tu comunidad.
Por el Bautismo hemos sido incorporados oficialmente a la familia de Cristo, a la Iglesia. Pero no hemos de equivocarnos. No basta para ello con que nuestros nombres aparezcan en un acta de Bautismo. Como no basta decir: “Señor, Señor”  para entrar en el reino de los cielos. Lo que de verdad nos mete en el seno de la familia de Jesús y nos abre la puerta del reino de los cielos es la vivencia del mensaje de amor del evangelio. Esto es, lo crea la verdadera comunión de vida con Cristo y con los que creen en él… Señor, que acoja y viva tu reino de amor y justicia con la generosidad de la Madre Teresa de Calcuta y tantos otros creyentes anónimos –laicos y clérigos o religiosos- que han dado y están dando su vida por ti y por los más pobres y abandonados. Y tú, María, Madre de Jesús y Madre nuestra, ruega para que, como tú, yo escuche y haga vida la Palabra de Dios. Que nunca me quede en sólo oírla y saberla...
Los que hemos creído en Jesús y formamos la familia de los hijos de Dios, en este mundo de egoísmos y divisiones, estamos llamados a ser invitación fuerte y viva a vivir como hermanos, a formar una familia que tiene a Dios como Padre y a Cristo como el hermano mayor, que a todos nos hermana. ¿Nos sentimos en verdad familia de Dios? ¿Nos amamos como hermanos? ¿Tenemos los unos con los otros los sentimientos de amor y entrega de Cristo, el mejor de los hermanos? Gracias, Padre, porque tu Hijo Jesús nos admite en su familia, siempre que digamos con la misma sinceridad que él: “Padre, que se haga  tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Señor y Padre nuestro, que los cristianos seamos testigos luminosos de fraternidad, de amor y solidaridad para esta sociedad tan descreída, desorientada e insolidaria.
Haz preguntas a Jesús sobre ese nuevo tipo de relación que se abre ante ti si te decides a vivir entorno a él escuchándole. Agradécele esa nueva forma de parentesco con él. Pídele que te ayude a vincularte con los demás más allá de las diferencias de cultura, de procedencia, de edad, de mentalidad. Ofrece a Jesús tus deseos de buscar, con otros, cómo crear en el mundo esa fraternidad que surge de hacer la voluntad de Dios.
Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario