21 julio 2014

Homilías. Fiesta de Santiago Apóstol

1.- SANTIAGO APÓSTOL ¿PATRÓN DE ESPAÑA?

Por Javier Leoz

1.- Cuando llega esta festividad de Santiago Apóstol uno, en vez de afirmar, puede llegar a interrogarse si de verdad sigue siendo el Patrón de esta tierra, España, donde últimamente no es que se rijan, ni mucho menos, ciertas decisiones o leyes desde aquella novedad que el hijo de los Zebedeos trajo hasta nosotros.

Lo cierto es que, hoy también, la figura de Santiago sigue siendo decisiva y brújula para ver por dónde hemos de caminar y por dónde no hemos de adentrarnos para ser seguidores de Jesús.


2.- Santiago Apóstol, desde el momento en que descubrió a Cristo, no lo tuvo fácil. Fue el primero en sellar y demostrar, con su sangre, que su fe no era fruto de un primer calentón o algo inmaduro. Su fidelidad a Jesús Maestro le llevó, además, a ser el primer heraldo cristiano en nuestra geografía hispana.

¿Interesa el tesoro de Santiago? ¿Somos conscientes de aquello que enseñó entre sus manos? ¿Nos conformamos con contemplar el aleteo del botafumeiro mientras permitimos que, la semilla de la fe cristiana (que fue su gran aportación a nuestra tierra) se vaya esfumando por un arrollador viento secularizador y laicista? ¿Estamos convencidos de aquello que creemos o simplemente bautizados?¿Ambicionamos ser los primeros en el mundo aún a costa de ser los últimos en las cuestiones de la fe?

Son interpelaciones que no nos pueden llevar a un pesimismo sino, por el contrario, a un nuevo impulso y afán evangelizador. Han pasado ya los tiempos donde se presuponía que todo era automáticamente cristiano.. Ante ello no nos cabe otra opción que, mirar de nuevo a la figura de Santiago, y recoger su espíritu evangelizador.

3.- El gran enemigo de la fe es, precisamente, el recluirla al foro íntimo. Porque estamos con los pies en la tierra, porque sabemos que las circunstancias son muy distintas, no pretendemos resacralizarlo todo. Pero, tampoco, podemos permitir (y permanecer impasibles) ante una cultura dominante (con muchos medios de comunicación a la cabeza) en continuo escarnio y burla a los sentimientos religiosos de una amplía mayoría de ciudadanos.

El gran amigo y trampolín de la fe es el testimonio. De nuevo, como aquella primera vez en la que Santiago desembarcó en nuestra tierra, tenemos que empezar a proclamar el reino de Dios a muchas personas que no lo han conocido, que no han oído nunca hablar de El. Como la primera vez, en la que Santiago abrió el evangelio para aquellas familias a las que saludó, de nuevo es urgente una evangelización de abajo hacia arriba. De la base hacia la altura.

La primera evangelización, la que nos trajo el Apóstol Santiago, tal vez nos urge a una segunda. A sembrar de nuevo el reino de Dios en la vida de muchas personas. A aclarar lo qué es distintivo de una vida cristiana de aquello que no lo es. A hacernos presentes, sin prepotencia pero sin miedo, en los medios de comunicación social. A pasar de una pastoral de mera conservación, a una pastoral, sin ser agresiva, a otra de más de misión.

Nadie, hoy más que nunca, puede ser católico por simple nacimiento o definición. El reto que Santiago nos trae, cada vez que celebramos su fiesta, es precisamente que lleguemos a descubrir, y otros lleguen a descubrir, el amor que Dios nos tiene a través de la persona de Jesús de Nazaret.

4.- Tal vez, el Santiago matamoros (a los que hoy acogemos como inmigrantes y con más libertades que las que ellos nos ofrecen a los cristianos en sus respectivos países) no sea la imagen más idílica del nuevo evangelizador. Como, tampoco lo es aquella otra de un relativismo que todo lo invade o de una fe vergonzante.

Santiago, si volviese de nuevo a nuestra tierra, a más de uno (sobre todo algún que otro gobernante) le haría ver que el auténtico tesoro no está en el poder sino en el servir, en el respeto y no en la confrontación, en los valores cristianos y no en aquellos otros caprichosos, en la historia leída integramente y no en aquella otra sesgada en servilismo peligroso a un malentendido progresismo.

La acogida del evangelio, hoy y siempre, sigue suscitando diversas reacciones. A Santiago le costó la vida. España, que lo oyó y conoció muy pronto, lo asumió con fe convencida hasta el punto de convertirse en la inspiración principal de su cultura, de su modo de ser y de su alma popular. Ni faltaron ni faltan en nuestra sociedad en los más variados ambientes intelectuales, culturales y políticos las resistencias contra el evangelio enseñado por Santiago.

Pidamos a Santiago la fuerza necesaria, que viene de Dios, para seguir proponiendo el mensaje de Jesús a la complicada sociedad de hoy.

2. - VASIJAS DE BARRO

Por Antonio Díaz Tortajada

1. - "Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros." Así empieza la segunda lectura que leemos hoy en la festividad del apóstol Santiago. Nos hace bien escuchar estas palabras hoy, en la fiesta de uno de los doce apóstoles de Jesucristo, en la fiesta de uno de los que convivieron y acompañaron a Jesús desde los comienzos. Es la fiesta de un hombre de la mar, que se dejó arrastrar por la llamada de Jesús a seguirle, que acogió su mensaje y que llegó a tener una singular amistad con Jesús. Es la fiesta de un apóstol. Es la fiesta de uno de los testigos inmediatos de los acontecimientos de la vida del Señor, de la transfiguración, de la oración en Getsemaní, de la muerte en la cruz y la resurrección de Jesús, y que son fundamento de nuestra fe. Nos hace bien escuchar hoy estas palabras. Son palabras también de otro apóstol, y nos transmiten su experiencia personal: la experiencia de alguien que sabe que no puede alardear de nada, que no puede andar por ahí sintiéndose superior a nadie, que no puede pretender que todo el mundo le venere y le diga que es un personaje extraordinario.

2. - La experiencia de san Pablo y la experiencia de Santiago, la experiencia de todos los apóstoles, es ante todo la experiencia de su debilidad: "Vasijas de barro." Vasijas débiles y de muy poco valor, que pueden romperse, que pueden echar a perder lo que llevan dentro. La fuerza viene de Dios y no de las vasijas. Por eso no debemos soñar medios poderosos para transmitir la fe, ni en vasijas que llamen la atención por la nobleza de sus materiales o de sus adornos. Porque esas vasijas débiles, decía también la lectura, llevan dentro un tesoro. Esa es la segunda experiencia de los apóstoles. Ellos, hombres con los demás hombres, capaces de fallar y de estropearse como los demás hombres, se han encontrado con Jesús, y Jesús les ha derramado dentro un tesoro, les ha confiado ser portadores del tesoro inmenso de la fe, de la esperanza, del amor inagotable de Dios. El tesoro del Evangelio. El Apóstol ha creído --y ha creído existencialmente-- y por eso habla. Santiago, pues, desde su debilidad nos acerca a Jesús, hombre e Hijo de Dios.

3. - Realmente, cuando san Pablo escribía estas frases que hemos leído, y les hablaba a sus corintios del tesoro que Dios había confiado y depositado en ellos, débiles y perecederas vasijas de barro, debía sentir una gran alegría. Porque, desde luego, no puede producir más que alegría él saberse depositario de la confianza de Dios, elegido por Dios para llevar su gran noticia a los demás. No podríamos imaginar hoy al apóstol Santiago predicando el Evangelio, a veces con más ánimo y a veces con menos, a veces viendo el fruto y a veces sin ver nada, a veces tranquilo y a veces con el temor de la muerte que le acechaba, pero siempre llevando dentro el sentimiento fuerte de la alegría por saberse enviado por Dios, deseado por Dios, necesitado por Dios para hacer presente su Reino.

Y luego, junto con este sentimiento de alegría que nada ni nadie puede oscurecer, estaría también sin duda el sentimiento de la responsabilidad. Porque, desde luego, qué gran responsabilidad saberse escogido por Dios para llevar su tesoro. ¡Qué gran responsabilidad para la vasija de barro saber que lleva dentro algo infinitamente valioso que podría estropearse y perderse si la vasija se cayera y se rompiera!

4. - Desde luego, el apóstol Santiago y los demás apóstoles fueron muy fieles a esa responsabilidad. Movidos por el Espíritu de Jesús, sostenidos por la fuerza de Dios, dedicaron su vida entera a transmitir la buena noticia del Evangelio que llevaban dentro. Ellos daban a conocer a Jesús, transmitían el entusiasmo de la fe, creaban comunidades cristianas, sostenían esas comunidades y las animaban a ser ejemplo de amor y vida nueva para los demás. Y llegaron hasta entregar la vida por mantenerse firmes en el seguimiento de Jesús. Hoy, al celebrar la fiesta del apóstol Santiago, debemos agradecer a Dios el ejemplo y el testimonio de aquellos primeros seguidores de Jesús, y agradecer también, sobre todo, la fe que de ellos hemos recibido. Y vivir la alegría y la responsabilidad de ser también nosotros, vasijas de barro como ellos, portadores del tesoro de la vida nueva de Dios.

3.- PEREGRINAR EN BUSCA DEL TESORO ESCONDIDO

Por José Maria Maruri, SJ

1.- Para hablar de Santiago Apóstol habría que hacerlo luciendo una concha y el bordón de peregrino, que además me daría un aspecto episcopal. Pero como no he ido este año a Santiago, vamos a hablar de otra peregrinación, la del seguimiento del Señor.

Sígueme, y lo malo es que el Señor no nos da un folleto con el itinerario comenzando en Jaca y terminando en Santiago de Compostela. Sígueme y te basta, ven detrás de mí y yo me encargo de la brújula y del itinerario. Seguir al Señor es una aventura.

Me dicen que en un monasterio cuyo nombre me callo, hay un monje que dice que está allí gracias a mí. Solo recuerdo que a un joven al que le iba muy bien su negocio y que tenía novia, como le vi con la cabeza tan embrollada, le dije que le vendría bien poner sus ideas en orden y le di el teléfono de ese monasterio, que yo no conozco. Y fue, vio y se quedó. Lo único que me debe es un número de teléfono, hice de telefonista. Por eso os digo que seguir al Señor es una aventura.

2.- La peregrinación siguiendo al Señor es ir ligero de equipaje. Los que no vamos de peregrinación cuantos vagones capitonés necesitamos para andar por el mundo. Nos parece que necesitamos de tantas cosas y en realidad una sola es necesaria, nos dijo que el Señor. ¿Qué vamos a hacer cuando nos toque entrar por la puerta estrecha del Último Santiago de Compostela y nos obliguen a dejar allí tirados todos nuestros trastos a los que estamos tan aferrados?

3.- Peregrinar de verdad es ir tras algo o tras alguien que se estima más que a nada en este mundo. Es ir en busca de la perla preciosa, del tesoro escondido y toda nuestra vida iremos tras ese algo o ese alguien, hasta que podamos darlo todo por conseguido.

Los mismos apóstoles no habían entendido esa necesidad de dar a cambio del Reino todo. Por eso querían participar en el Reino pero cada uno con una cartera ministerial bajo el brazo (poco ha cambiado el mundo). Juan, vicepresidente y Santiago, ministro de Economía. Como nosotros. Tratamos de hacer compatibles cosas incompatibles: servir a Dios y al dinero. Adorar a Dios los domingos y a tantos diablejos de colores el resto de la semana y más en verano.

4.- La petición de Juan y Santiago sentó mal a los otros diez y también a Jesús, pero no menos mal le sentó la indignación de los diez. Aquella petición era tráfico de influencias y esta indignación era no haber comprendido que en el Reino del Señor el que sirve es mayor que el que es servido.

Autoridad en el Reino no hace sentir al de abajo que uno puede más, que tiene más fuerza, sino en ganarle con amor, no es mangonearlo todo y tener en todo la última palabra. Es dar libertad, es confiar, es esperar. Aquello es tiranía y su autoridad de muñeco de museo de cera vestido de Napoleón.

Que no es verdadero peregrino el que exige que le alberguen, el que cacarea su peregrinación, el que se viste con plumas ajenas, sino el que va por el camino dando ánimos, compartiendo todo lo que tiene, caminando haciendo el bien a los demás peregrinos.

Pues seamos peregrinos del Reino, que es a lo que nos invita Santiago, que buena peregrinación hizo de Jerusalén a Santiago de Compostela.

4.- EL APÓSTOL SANTIAGO, LUZ DE EUROPA

Por Ángel Gómez Escorial

1.- El Camino de Santiago supuso, durante toda la Edad Media y no poco de la Moderna, el segundo punto obligado de peregrinación en Europa. El primero era Roma. Al amparo de ese recorrido se fue consolidando la realidad europea y bien puede decirse que la corriente espiritual cristiana --espacio permanente de conversión a la Palabra del Señor Jesús-- más densa, laica y culturalmente más fuerte salió de dicho camino y de sus caminantes: los peregrinos. El Apóstol Santiago se iba a convertir en el autentico faro, en la luz guiadora de Europa y de su pujante cristianismo. Es indudable que la celebración litúrgica de hoy tiene ese sentido especial que le da la propia historia del enterramiento en tierras de Galicia del Apóstol Santiago. No hay referencias claras a las tumbas de los Apóstoles. Es obvio que bajo la Basílica de Roma, junto a la sede del Vicario de Cristo, reposa el primer Papa: San Pedro. Y luego Santiago en tierras de Galicia. La importancia de esa presencia da un contenido permanente a la Historia de España y no por exclusivas razones políticas o civiles. Santiago es origen de la fe católica en España.

2.- Es muy atractivo pensar en esa estancia española de Santiago. Es cierto que no está acreditada históricamente, pero no es difícil pensar, sin gran margen de error, que el Apóstol estuviese en el actual territorio español, entonces llamado Hispania y provincia importante del Imperio romano. Como se sabe, se ha especulado mucho también sobre un viaje --o viajes-- del Apóstol Pablo a la península ibérica. El mismo anuncia en sus cartas la cercanía de tal visita. Luego, asimismo, no hay constancia del viaje, pero eso no quiere decir que no se hubiera producido. Las referencias a la actividad apostólica son muy escasas. Solo están los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de Pablo. De ellas se sabe que solo han llegado a nosotros unas pocas. La secuencia histórica de tal actividad está más que incompleta. Y en ese sentido lo mismo puede ocurrir con Santiago. Y se dice todo esto porque hay muchos detractores respecto a la veracidad del trabajo pastoral de Santiago en España. Poco importa. Desde el punto de vista documental ninguna de las dos posiciones puede ser confirmada, pero la herencia de muchos años y los frutos de fe ahí están. Consideramos --y nos sentimos felices por eso-- que el Apóstol Santiago es el padre de la fe de los españoles y, por ende, el origen primero de la fe de los Iberoamericanos.

3.- La Misa de la Solemnidad de Santiago es de una gran belleza litúrgica. Los Hechos de los Apóstoles narran brevemente la ejecución a espada de Santiago por orden de Herodes. El texto habla de la detención de Pedro y Juan. Y en su defensa, Pedro va a expresar una de las frases más radicales y ciertas del pensamiento cristiano universal. Dice: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndole jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos somos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen". San Pablo con su prodigiosa expresividad va a condensar mucho de lo que ocurre con el difícil camino de seguimiento de Jesús. "Nos aprietan por todos los lados --dice Pablo--, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo". ¿No es así desde entonces? Confesar a Jesús no es un camino de rosas, ni antes, ni ahora. En nuestro mundo actual la condena de las actitudes de la Iglesia y de sus fieles es permanente. Se ejerce una persecución más sutil que es el ataque indirecto o la condena secreta.

4.- El Evangelio de San Mateo de hoy contiene uno de los episodios más hermosos y densos de la Escritura. Es la madre de los Zebedeos quien pide para sus hijos el mejor puesto en el futuro Reino del Mesías. Jesús responde: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Y añade: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre". Estaba profetizando sobre la cruz que tendrían que vivir y que se iguala con la de Cristo. El martirio de Santiago, El Zebedeo, a manos de Herodes es lo que celebramos hoy.

5.- Y, en fin, continuamente los apóstoles están en la espera del reino material. Se lo iban a preguntar --"vas a restablecer ahora el Reino de Israel”-- poco antes de la Ascensión, sin que todavía se hubieran dado cuenta de la naturaleza profunda del Reino de Dios. La proposición de la madre de Juan y Santiago iba a producir el resquemor de los otros apóstoles, que, tal vez, ellos esperaban lo mismo, pero no se habían atrevido a pedirlo. El Señor Jesús sabe lo que hay en sus corazones y, entonces, les dice: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros; el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos". Es una enseñanza clara y diáfana, sin lugar a interpretaciones. Pero, sin embargo, los cristianos dentro y fuera de la Iglesia seguimos atesorando puestos y buscando el poder sobre los demás, porque el matiz de mandar sirviendo es muy difícil. Una autoridad ejercida desde el principio de relación entre amo y esclavo, siendo el esclavo quien tiene la responsabilidad de las decisiones, es una gran paradoja.

Pero el mensaje de Cristo esta lleno de estas paradojas que nos sirve para pensar sobre nuestra relación con los hermanos. Una de las divisas del Romano Pontífice es el "Siervo de los Siervos de Dios" y surge de esa doctrina. Debemos desactivar imperio y poder. Servir a los demás de tal manera que nuestro servicio se traduzca en decisiones comunitarias que marque el camino de todos. Un buen comienzo sería iniciar en nuestra mente el pensamiento que somos el menor y el menos preparado de todos. Y que sirviendo a los demás no hacemos otra cosa que cumplir con nuestro deber. Al final la entrega total de los mártires es algo como eso: con su radical servicio dirigen la vida de la Iglesia.

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