21 julio 2014

Fiesta de Santiago Apóstol

EL VALOR DE LA PERSONA
Al celebrar la fiesta de Santiago, patrón de España, no está de más recordar el principio de la centralidad de la persona, tal como lo presenta la Doctrina Social de la Iglesia, que determina, en medio de los problemas que acucian a este país, el sentido que debe tener la misma comunidad política, el trabajo, el trato a los inmigrantes, la familia, la economía, las relaciones internacionales, etc.



La Inviolable dignidad de la persona
«El hombre, comprendido en su realidad histórica concreta, representa el corazón y el alma de la enseñanza social católica Toda la doctrina social se desarrolla, en efecto, a partir del principio que afirma la inviolable dignidad de la persona humana». (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 107)
«Considerar a la persona humana como fundamento y fin de la comunidad política significa trabajar, ante todo, por el reconocimiento y el respeto de su dignidad mediante la tutela y la promoción de los derechos fundamentales e inalienables del hombre: «En la época actual se considera que el bien común consiste principalmente en la defensa de los derechos y deberes de la persona humana». En los derechos humanos están condensadas las principales exigencias morales y jurídicas que deben presidir la construcción de la comunidad política. Estos constituyen una norma objetiva que es el fundamento del derecho positivo y que no puede ser ignorada por la comunidad política, porque la persona es, desde el punto de vista ontológico y como finalidad, anterior a aquella: el derecho positivo debe garantizar la satisfacción de las exigencias humanas fundamentales» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 388)
2. UN CUENTO
¿Cómo arreglar el mundo?
Un científico que vivía preocupado por los problemas del mundo, estaba decidido a encontrar las respuestas necesarias para solucionarlos. Por eso, pasaba día tras día en el estudio de su casa en busca de respuestas para sus dudas.
Una tarde, su hijo de cinco años entró en el estudio con la intención de ayudarle a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro sitio. Pero después de comprobar que no le hacía ni caso, pensó en algo que pudiese distraer su atención. ¡Perfecto! Encontró una revista y vio que en una de sus páginas había un mapa del mundo... ¡justo lo que necesitaba! Arrancó la hoja, recortó el mapa en muchos trozos y, junto con un rollo de celo, se lo dio a su hijo diciendo:
- Mira hijo, como te gustan tanto los puzzles, te voy a dar el mundo en trocitos para que lo arregles sin ayuda de nadie.
Así, el padre quedó satisfecho y el niño también. El padre porque pensó que el niño tardaría más de una hora en hacerla. El niño porque creyó que estaba ayudando a su padre. Pero después de unos minutos el niño exclamó:
- ¡Papá, ya!
El padre, en un primer momento, no dio crédito a las palabras del niño. Era imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un mapa que nunca había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista del libro que leía, convencido de que vería el resultado desastroso propio de un niño de cinco años. Pero, para su sorpresa, comprobó que el mapa estaba perfectamente reconstruido: cada trocito había sido colocado y pegado en el lugar correspondiente. Sin salir de su asombro y mirando fijamente el mapa, le dijo al niño:
- Hijo, si tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo has podido hacerlo?
- Muy fácil papá, -contestó el niño-, cuando arrancaste la hoja de la revista, vi que por el otro lado había un hombre. Di la vuelta a los trocitos que me diste y me puse a hacer el puzzle del hombre, que sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar el hombre di la vuelta a la hoja y vi que había arreglado el mundo...»

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario