Sucede de vez en CUANDO en el camino de nuestra vida. Son toques de aviso que nos señalan el cuidarnos de llevar el rumbo adecuado. Porque nos es fácil perdernos, desviarnos o, simplemente, distraernos con tanto ruido en el camino. Luces, colores, música, placeres, comodidades, diversiones, juegos...etc. nos confunden y nos tientan. Y nuestra debilidad es tal, que fácilmente somos engullidos y sometidos.
La carne es débil y el pecado, en manos del Maligno, nos acecha y está rápido a actuar cuando le servimos de blanco fácil. Dispara enseguida y la mayoría de las veces acierta. Se HACE imprescindible no desfallecer y permanecer injertado, por su Espíritu, en el Señor. La oración diaria; los espacios de silencio y escucha a sus señales e indicaciones; la frecuente, si no diaria Eucaristía; la penitencia a menudo y el compartir con los compañeros o la comunidad, son ráfagas de aire fresco y limpios que despejan el horizonte y lo aclaran.
No importan las caídas. Jesús cayó varias veces en el camino del Calvario, pero siempre encontró fuerzas PARA levantarse y continuar. Nosotros, a diferencia de Él, que caemos por el pecado, tenemos su Gracia para limpiarnos y fortalecidos en su Espíritu continuar adelante. Sabemos que es un camino de caídas y tropiezos; de dificultades y obstáculos, pero seguro hacia el tesoro que realmente buscamos: La Casa del Padre, del Amor eterno y gozoso.
No desesperemos. Nada cae en saco roto. El Señor sabe de nuestros esfuerzos, de nuestras tribulaciones, de nuestras debilidades, de nuestras buenas intenciones, pero TAMBIÉN de nuestra fragilidad. Y todo lo tiene en cuenta y lo perdona, porque su Misericordia es Eterna, Paciente e Inmensa.
No te preocupes porque Él te ve y sabe de tu interés, de tu actitud y de tu entusiasmo. Sigue adelante, a pesar de las caídas, de las dudas y de que el horizonte se nuble. Veraz que, tarde o temprano, empezará a despejarse, y allí detrás, donde tú no te imaginas siempre aparece Él.
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